LITERATURA

Héctor Bellido: “La felicidad es un privilegio al que no todos tienen acceso”

El escritor, doctor en Economía y profesor de la Universidad de Zaragoza, debuta en la ficción con 'Nada y olvido', que publica el sello Imperium

El escritor y economista Héctor Bellido hace unos días en el caé del Tibet de Zaragoza.
El escritor y economista Héctor Bellido hace unos días en el caé del Tibet de Zaragoza.
A. C. /Heraldo.

“En realidad, hasta que me atreví a empezar a escribir esta novela, todo lo que había escrito estaba relacionado con mi trabajo, básicamente artículos de investigación en temas relacionados con la economía. Mi relación con la literatura era la misma que la de cualquier persona que disfrute leyendo. He tenido la suerte de tener unos padres a los que les encanta leer, que fomentaron esa afición desde muy joven, y la he seguido cultivando con el tiempo, pero nunca me había planteado que tal vez tuviera algo que contar”, dice Héctor Bellido Bellón (Zaragoza, 1986), doctor en Economía y profesor de la Universidad de Zaragoza que acaba de debutar en la narrativa con la novela ‘Nada y olvido’ (Imperium, 2022), que ya ha publicado tres ediciones y cuenta la historia, con un trasfondo reflexivo, de dos mujeres de vidas y destinos antagónicos: Martina y Raquel.

¿Cómo se gestó en su cabeza esta novela?

Tengo la sensación de que empecé a definir la novela en mi mente mucho antes de ser consciente de ello. Llevaba mucho tiempo percibiendo que se extendía la idea de que es el éxito, y definir qué es éxito nos llevaría mucho tiempo, depende únicamente del esfuerzo personal de cada uno de nosotros, como si no hubiera mil factores que influyeran de forma decisiva. Todos esos mensajes con que nos bombardean y que te dicen que si quieres conseguir algo solo tienes que esforzarte, fomentan la idea de que, si no lo logras, es culpa tuya, con el agravante de que muchas veces son lanzados por personas que han tenido la suerte, porque no es más que suerte, de nacer en circunstancias que les permiten equivocarse muchas veces, de tener una red de seguridad de la que carece la mayoría de la población. Ese sentimiento de injusticia con quienes no alcanzan ese “éxito” es el que me motivó a escribir esta historia.

Quizá por ello dice que le interesaba mucho intervenir con sus textos sobre la realidad. ¿De qué modo?

Es curioso porque a la hora de escoger una lectura no tengo una preferencia clara. Puedo leer una biografía, una novela histórica o una novela negra, en función del momento, pero a la hora de escribir siento que, si en algún contexto puedo aportar algo, es en un ámbito más social. Creo que, como sociedad, estamos perdiendo la capacidad de posicionarnos en realidades diferentes a la propia. Si yo no tengo un problema, o si yo he superado un problema, cualquiera puede hacerlo. Se nos olvida que hay tantas realidades como personas, y que juzgar a otros sin conocer su contexto personal puede resultar tremendamente injusto.

"Mi mundo no es ni el de Martina ni el de Raquel, y no sé cómo sería yo mismo de haberme enfrentado a sus realidades, pero lo que sí tengo claro es que el azar marca nuestra existencia desde el mismo momento de nacer"

Cuenta el relato de dos mujeres que nacen el mismo año y en la misma ciudad. ¿Por qué estas simetrías? ¿Quería demostrar algo?

Nos cuesta mucho ponernos en la piel del otro, y yo he intentado hacerlo por partida doble. Las dos protagonistas, Raquel y Martina, comparten ciudad, comparten momento, pero sus realidades son antagónicas, desde el mismo momento de nacer, sin haber cometido ninguna falta y sin haber estrenado el contador de la meritocracia, que tan de moda está últimamente. ¿Es justo exigirles lo mismo? ¿Podemos juzgarlas con el mismo nivel de exigencia?

Me parece que tiene claras las respuestas. ¿O no?

La verdad es que a la hora de escribir he intentado hacer ese ejercicio de empatía para entender a ambas. Mi mundo no es ni el de Martina ni el de Raquel, y no sé cómo sería yo mismo de haberme enfrentado a sus realidades, pero lo que sí tengo claro es que el azar marca nuestra existencia desde el mismo momento de nacer. Habrá gente que podrá partir de una situación desfavorable y progresar, no lo niego, pero las dificultades que tendrá que superar y el esfuerzo que se le exigirá serán ingentes.

Cuéntenos lo que se pueda de Raquel y de Martina, sus personajes.

Raquel y Martina son dos mujeres marcadas desde el principio por el contexto en el que nacen. Las diferencias son evidentes, y no solo en términos económicos, aunque también. Martina es una niña deseada, casi anhelada, la guinda del pastel en una familia acomodada y poderosa, mientras que Raquel se encuentra con una realidad hostil, a todos los niveles. En el fondo, creo que las dos son víctimas de un entorno que no han escogido, de una falta de libertad que las golpea. Es cierto que adaptarse a uno de esos entornos puede resultar más sencillo, más cómodo, pero le aseguro que no envidio a ninguna de las dos.

¿Por qué, a la vez, ha querido que tuviesen vidas tan antagónicas?

Porque esas diferencias son tan reales como la vida misma. Tengo la sensación de que cada vez se abre una brecha más grande entre quienes lo tienen todo y quienes parecen condenados a intentar superar obstáculos continuamente. Ahora se está celebrando el Foro de Davos, y hace dos días Oxfam publicaba un informe que debería hacernos reflexionar. En ese informe se apunta, entre otras cosas, que en los dos últimos años el 1% más rico de la población mundial ha acumulado casi el doble de riqueza que el 99% restante, y este es solo un ejemplo, entre tantos otros.

Héctor Bellido, un doctor y profesor de Economía que apuesta por la ficción.
Héctor Bellido, un doctor y profesor de Economía que apuesta por la ficción.
Archivo Imperium.

La desigualdad genera conflictos desde el origen del mundo.

A mí me encanta pasear por Zaragoza, y cada vez me llaman más la atención las diferencias que se perciben en función de la zona por la que te mueves, a todos los niveles. Mi sensación es que la desigualdad es cada vez más grande, y que la vida de estas dos mujeres solo refleja una realidad que a veces puede resultar incómoda, pero que está ahí, solo hace falta querer percibirla.

Entonces, ¿cómo se llega a la felicidad desde lugares tan distintos? Su novela también pretende eso.

Tengo la sensación de que en este punto sería necesario plantearse qué es ser feliz, porque seguro que cada persona entiende la felicidad de un modo diferente. En cualquier caso, creo que la principal diferencia entre las protagonistas es que Raquel ni siquiera tiene la opción de plantearse si es feliz. Cuando careces de un entorno favorable, cuando vives sin red, cuando cualquier mínimo error, o ni siquiera error, cualquier mínimo contratiempo, puede arruinar tu vida, es difícil pararse a pensar si una es feliz. El problema es que me temo que cuestiones como esta que me plantea se están convirtiendo en un privilegio al que no todas las personas tienen acceso. 

¿Cuáles serían sus dificultades para encontrar su lugar en el mundo?

A Raquel se lo he puesto difícil, y no solo en términos económicos, como decía al principio. Hay otro personaje femenino en la novela, al que tengo mucho cariño, que es Dolores, que comparte con Raquel el origen humilde, pero que sí tiene un entorno que puede marcar, y de hecho marca, la diferencia. Es el contrapunto, esa esperanza que no debemos perder, que nos debe mantener en marcha y caminando.

Vayamos con Martina.

Las dificultades de Martina son diferentes, aunque como decía al principio, tampoco la envidio. Digamos que es difícil renunciar a ciertas comodidades contradiciendo lo que otros han diseñado para ti, para tu vida. A veces es más cómodo dejarse llevar y engañarse a una misma.

¿Qué autores estimulan su creatividad?

Hay tantos que me resulta difícil… Almudena Grandes, siempre, por su sensibilidad social y su capacidad de afrontar temas a veces ingratos, difíciles, con un compromiso que mantuvo hasta el final. He leído recientemente ‘El Infinito en un junco’, de Irene Vallejo, y me resulta difícil describir con palabras la admiración que me genera, su capacidad para llegar a tanta gente y transmitir tanto desde un género como el ensayo, que no es el más comercial. Y creo que la novela que me hubiera gustado escribir es ‘1984’, de Orwell. Nunca he sentido una sensación de agobio tan real, tan física, como leyendo ese libro. Creo que debería ser una lectura obligatoria, especialmente en estos tiempos que corren.

La novela lleva varios meses en las librerías. ¿Cómo valora la experiencia de una primera ficción con varias ediciones, y su encuentro con los lectores?

La verdad es que no podría estar más satisfecho, y me gustaría agradecérselo a la editorial Imperium, que está haciendo una labor increíble dando voz y espacio a escritores noveles como yo. Mientras escribía la novela no imaginaba que llegaría a verla publicada, y el mero hecho de pensar que alguien la pueda tener entre sus manos y que su lectura contribuya a que la gente se plantee ciertas cuestiones ya supera con creces mis expectativas. He recibido correos de lectores a los que no conozco personalmente que me han emocionado, y creo que es la mayor satisfacción que un escritor puede tener.

"Me he permitido la licencia de comenzar cada capítulo de la novela con una breve reflexión donde inevitablemente uno pone un poquito de sí mismo"

¿Cómo se define como narrador, qué hay en el creador de ficciones del economista? ¿Cree que ha habido algún trasvase de sensaciones o del conocimiento de la realidad?

Esa preocupación por la desigualdad creciente, por las dificultades que tiene que superar tanta gente desde el mismo momento de nacer, condiciona desde el punto de vista personal, pero también desde el profesional. Además, me he permitido la licencia de comenzar cada capítulo de la novela con una breve reflexión donde inevitablemente uno pone un poquito de sí mismo. Es una forma de introducir cada capítulo que, de acuerdo a las opiniones de varios lectores con los que he podido hablar, ha gustado bastante. En cualquier caso, si leer esta novela contribuye a que alguien haga un esfuerzo por entender realidades ajenas, me sentiría mucho más que satisfecho.

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