literatura

Miguel Ángel Oeste, la espeluznante narración del hijo de un maltratador

El escritor y cinéfilo malagueño publica una impresionante novela familiar marcada por el pánico a su irascible padre: 'Vengo de ese miedo'.

Detalle de la portada de 'Vengo de ese miedo', la novela publicada por Tusquets.
Detalle de la portada de 'Vengo de ese miedo', la novela publicada por Tusquets.
Archivo Tusquets.

"Qué llena tengo la cabeza / con las cosas del pasado. / ¿Habrá suficiente espacio / para que quepa el mundo?". Estos bellos y durísimos versos de la poeta americana Louise Glück, premio Nobel de Literatura, vuelven a mi cabeza como una biografía que expone el daño, que expone la involución antes de la revolución. Unos versos que vuelven a mi memoria como apoyo, como refugio en el que poder sobrevivir después de la lectura de la magnífica y relevante novela de Miguel Ángel Oeste ( Málaga, 1973), ‘Vengo de ese miedo’. Una novela que contiene pedazos de mi carne, pedazos de mi mirada, que me recuerda que hay demasiados niños destrozados caminando por el mundo:

“Algo tan banal como una llamada de teléfono supone para mí un viaje al infierno”. Demasiados niños que fingen y que a pesar de todo exhalan respeto hacia esos monstruos a los que a pesar de los golpes y de las humillaciones hay que seguir llamando padre.

‘Vengo de ese miedo’ es un peso pesado a ese respecto, es una herencia que hierve, es abrir la boca para que el demonio salga de nosotros y deje de engullir nuestras entrañas: “Mi madre ardió. Y es duro que yo diga esto: a mi madre le gustaba arder”.

Es una novela que una vez que se lee palpitará para siempre en la mirada y en la memoria de quien lo haga. Sus imágenes poseen el lirismo más salvaje al que yo me he enfrentado como lectora, son poderosas heridas, feroces cicatrices, señales de una identidad fracturada en billones de pedazos: “Yo iba anotando en una libreta las palizas”, escribe. “Miedo. Esa es la base de mi educación. Él no tuvo jamás escrúpulos en arruinar la inocencia”.

El padre del autor, Miguel Ángel Oeste, convierte a Saturno casi en un santo, son tantas y tan obscenas las formas en que a diario devora a sus hijos que el cuadro de Goya es casi un cromo infantilizado

Pero Miguel Ángel Oeste no solo es un excelso cronista del dolor, de la humillación y del caos, es además un brutal narrador de aquella España que despertó a base de errores. Y nos cuenta a través de esta imprescindible novela el despertar viciado y vicioso de la Costa del Sol durante los años setenta. El padre y la madre del protagonista fueron carne de cañón dentro de la siempre abisal boca del libertinaje. Las drogas, el alcohol y la adicción al sexo fueron las tres espeluznantes nodrizas que casi extinguieron la supervivencia del narrador. Torremolinos era un paraíso diurno, pero también fue la guarida predilecta de un diablo con demasiados adeptos. A través de trescientas páginas Miguel Ángel Oeste escribe un certero diario en el que los días se superpone porque las fechas no son más que una anécdota insulsa cuando después de una noche de farra tu padre vuelve a casa y se cuela en la ducha mientras tú estás dentro, y te viola.

Su pulso memorístico es grandioso. No es solo la valentía de cada imagen lo que limpia de heridas la biografía de quien lee, es mucho más lo que ofrece esta historia. ‘Vengo de ese miedo’ es sobre todo el lento eco de la cicatriz persiguiendo el porvenir de todos los que venimos o no de ese daño. Este libro es un acto de amor propio superlativo. Lo que hace el autor con la vida, el dolor, la literatura y la memoria en este libro es una auténtica obra de arte. Sorprende sobre manera que no haya espacio para el silencio, Miguel Ángel Oeste ha venido a contarlo todo, no hay pausas inútiles en el relato, cada página es una bocanada de verdad cuya intención no es otra que la de derribar cualquier conato de impostura: “La memoria funciona de un modo caprichoso. A veces vuelve perdonable la dureza de la vida. Yo me sentía en carne viva”, escribe. “El silencio de la mañana roto por sus fuertes respiraciones. Era como si quisieran convertir la casa en una noche eterna”.

La violencia que zarandea este libro, que coloca boca abajo el cuerpo de un niño que tiene que poner candados en la puerta de su habitación, es una alimaña que te envuelve, que te atraviesa el alma como aquella barra de un tranvía atravesó hasta extinguirla la posible maternidad de Frida Kahlo: “Ser padre significa oír el corazón de tus hijos”.

El padre del autor, Miguel Ángel Oeste, convierte a Saturno casi en un santo, son tantas y tan obscenas las formas en que a diario devora a sus hijos que el cuadro de Goya es casi un cromo infantilizado: "¿Quieres ver a mi madre comiéndole la polla a mi padre?, y me enseñó varias polaroids en las que tu madre le hacía una felación a tu padre".

'Vengo de ese miedo’ es un libro valiente, perseverante, único en su especie, de una integridad totalitaria, un testamento liberador en el que yace al fin, sin ataduras, el corazón de una caterva de avergonzadas generaciones

‘Vengo de ese miedo’ es un libro lleno de luz a pesar de que su protagonista solo fue alimentado por la vasto tuétano de las tinieblas. Es prodigioso acceder a la silueta de Miguel Ángel Oeste como padre, tan sencilla, tan exenta de actos contaminados por el pasado. En la paternidad de Oeste solo se escuchan los susurros del presente, y el impecable silabeo del futuro. Oeste se ha acostumbrado a vivir sin respuestas y sin embargo su arrojo construye un árbol por cuyas ramas se desliza el antídoto capaz de eliminar la vergüenza que siempre lleva implícito haber sido el hijo o la hija de un maltratador.

'Vengo de ese miedo’, como decía más arriba, es un libro valiente, perseverante, único en su especie, de una integridad totalitaria, un testamento liberador en el que yace al fin, sin ataduras, el corazón de una caterva de avergonzadas generaciones. Son varios los suplementos que lo han seleccionado como uno de los mejores del año de la narrativa española.

LA FICHA

‘Vengo de ese miedo’. Miguel Ángel Oeste. Tusquets. Barcelona, 2022. 300 páginas.

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