LITERATURA. OCIO Y CULTURA

Se cumplen 150 años del nacimiento de Pío Baroja, el  autor que contó Aragón y quiso ser diputado en Fraga

El autor de 'El crimen de Mirambel' y 'Los confidentes audaces' se enamoró de Teruel, el Maestrazgo y el Matarraña

Pío Baroja y su sobrino Julio Caro Baroja en su viaje por Teruel en 1930.
Pío Baroja y su sobrino Julio Caro Baroja en su viaje por Teruel en 1930.
Archivo HA.

ZARAGOZA. Félix Romeo Pescador (Zaragoza, 1968-Madrid, 2011), medio en broma, medio en serio, escribió que todos «los escritores son aragoneses». Sin duda, Pío Baroja (1872-1956) cumple los requisitos a la perfección: hoy se cumplen 150 años del nacimiento del gran narrador -para algunos de los tres mejores con Galdós y Sender, de las letras españolas-, que perteneció a la Generación del 98 y que marcó a sucesivas generaciones: desde Camilo José Cela a Ignacio Martínez de Pisón, pasando por Andrés Trapiello, entre otros. José-Carlos Mainer, estudioso y editor de sus textos, publicó en Taurus la biografía 'Pío Baroja'.

El escritor, menos desaliñado de lo que algunos han dicho y un gran memorialista, tiene un mundo propio, vinculado al carlismo, y atendió siempre a un principio: contar. En su visita a Zaragoza en marzo en 1930, dijo a HERALDO que sus novelas favoritas eran ‘Zalacaín, el aventurero’ y ‘El árbol de la ciencia’, de sello autobiográfico.

Fue esencialmente novelista, pero se sentía cómodo en todos los géneros. Escribió: «La novela, hoy por hoy, es un género multiforme, proteico, en formación, en fermentación; lo abarca todo: el libro filosófico, el libro psicológico, la aventura, la utopía, lo épico; todo absolutamente». Redactó, en varias partes, ‘Memorias de un hombre de acción’, inspirado en su antepasado, el conspirador y aventurero liberal y masón Eugenio de Aviraneta (1792-1872).

Aunque recorrió las tres provincias aragonesas y estuvo en un tris de presentarse a diputado por Fraga (Huesca), Pío Baroja visitó en primer lugar la provincia de Teruel, y no tardaría en meterla en sus ficciones. Su hermano Ricardo logró un destino en el Archivo de Hacienda de Teruel en 1900, y se supone que Pío lo visitó en 1903, aunque no está muy claro ese encuentro.

«Aquel pueblo trágico, fantasmagórico, erguido en un cerro, con aura de ciudad importante, con catedral y sin gente en las calles, ni en las ventas, ni en las puertas, le produjo enorme sorpresa», escribió Baroja de Albarracín

Sí estuvo en la capital mudéjar en 1912. Hizo un el viaje con amigos ilustres como el filósofo Ortega y Gasset y con el escritor y aventurero Ciro Bayo, al que evoca Sergio del Molino en su libro ‘La piel’. Los viajeros, en su coche, estuvieron en Orihuela del Tremedal, Albarracín y Villel, y de esa experiencia da cuenta Pío Baroja en su novela ‘La nave de los locos’ (1925), protagonizada por un ‘alter ego’ suyo: Alvarito, que se atreve a vivir y a soñar.

El retrato de Albarracín, elegido estos días como uno de los pueblos más bellos de Europa, decía: «Aquel pueblo trágico, fantasmagórico, erguido en un cerro, con aura de ciudad importante, con catedral y sin gente en las calles, ni en las ventas, ni en las puertas, le produjo enorme sorpresa».

Pío Baroja, en uno de sus retratos más conocidos.
Pío Baroja, en uno de sus retratos más conocidos.
Alfonso/Efe/HA.

Fraga. El diputado imposible

Más tarde, en 1918, Pío Baroja sucumbió a los cantos de sirena de la política de Alejandro Lerroux, y a una sugerencia del pintor Miguel Viladrich, que vivía y pintaba en el castillo de Fraga, y decidió presentarse a diputado por esa localidad. La aventura fue eso: una aventura con muchos vaivenes como ha contado en estas páginas José Luis Melero: lo recibieron en Zaragoza el propio Viladrich, Felipe Alaiz y Rafael Sánchez Ventura. Desde aquí se trasladaron a Huesca con la idea de apoyar la candidatura. No encontró apoyos, viajaron en tren de mercancías y finalmente en tartana. Cuando llegó a Fraga, Baroja ya había perdido las ilusiones. Esta decepción mayúscula la relató en ‘Las horas solitarias’.

El gran viaje de Baroja a Aragón sería en marzo de 1930: recorrería tierras del Maestrazgo y del Matarraña, en un Hispano Suiza que conducía Julio Caro Baroja. Esta estancia dio lugar a dos libros en 1931: ‘La venta de Mirambel’, que aún existe, y donde contó una fascinante historia de amor, mezclada con brujería, y ‘Los confidentes audaces’, una especie de ‘road movie’ rural, que se inicia en una fonda de Morella y acaba en Zaragoza tras pasar por Peñarroya de Tastavíns, Monroyo, Alcañiz e Híjar.

De Mirambel, donde rodó Ken Loach su película ‘Tierra y libertad’ a mediados de los años 40, dice: «Es una aldea oscura, amurallada, con aire antiguo, casi de la Edad Media. Su muralla, amarillenta, negruzca, se conserva intacta, sin ninguna brecha, y para entrar en el pueblo es necesario pasar por alguna de sus puertas».

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