¿Por quién doblan las campanas en Aragón?

Asociaciones y voluntarios mantienen viva una tradición coronada ahora por la declaración de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, que suscita dudas.

José Agustín Navarro, bandeando las campanas de la iglesia de la Purísima Concepción de Alloza, Teruel, en 2020.
José Agustín Navarro, bandeando las campanas de la iglesia de la Purísima Concepción de Alloza, Teruel, en 2020.
Laura Uranga

A principios de diciembre campanas de toda España sonaron con fuerza para celebrar que el toque manual había sido declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco. La tradición, extendida por todo el país y sostenida actualmente por grupos de voluntarios y vecinos, es "un lenguaje sonoro que se ha mantenido a lo largo de los siglos como un medio de comunicación comunitario", destacaba el Ministerio de Cultura en un comunicado. Y añadía que la distinción de la Unesco permitirá "asegurar la continuidad de esta tradición común", que se encuentra "al borde de la extinción por la falta de campaneros".

Ahora bien, ¿qué se está protegiendo y en qué medida afecta la declaración a Aragón? "El sentido inicial del expediente, que promovió Hispania Nostra, era que no se perdiera el toque manual de campanas en España –asegura Marisancho Menjón, directora general de Patrimonio del Gobierno de Aragón–. En estos momentos hay un movimiento muy fuerte de recuperación del toque manual de campanas en la Comunidad Valenciana, en algunos lugares de las dos Castillas y en Cataluña, y se han llegado a crear asociaciones de campaneros".

No ocurre lo mismo en Aragón, donde son asociaciones culturales locales, y sin conexión entre ellas, las que se han dedicado, en la medida de sus posibilidades, a recuperar los toques en sus respectivas localidades. El mapa hoy incluye Salas Altas, Alloza, Agüero, Hecho, Valdealgorfa...

Marisancho Menjón: "El toque manual de campanas fue el horizonte sonoro de la Cristiandad y en Aragón ha quedado reducido a cuatro o cinco localidades"

"El toque manual de campanas fue el horizonte sonoro de la Cristiandad y en Aragón ha quedado reducido a cuatro o cinco localidades", añade Menjón, que asegura que es "la ciudadanía quien tiene que trabajar en cada localidad para que se recupere su tradición. En Aragón disponemos de inventario de los toques pero no está completo el de las campanas, que será una tarea que emprenderemos en próximos ejercicios. Ahora estamos trabajando en el inventario de bienes muebles en posesión de la Iglesia y en la actualización del inventario del arte rupestre". 

Desde la DGA se espera que la declaración sirva para que ayuntamientos y asociaciones impulsen nuevas recuperaciones. Otra línea de trabajo que se quiere explorar es la de promover, cuando en una iglesia se instale un sistema de mecanización del toque de campanas, que este sea compatible con el toque manual. Muchos de los sistemas instalados en los últimos años son incompatibles.

Francesc Llop: La declaración (de la Unesco) protege los toques manuales, no los de reloj ni las campanas, pero no define mucho más el bien a proteger

Pero la declaración de la Unesco tiene también sus puntos flacos. Al antropólogo Francesc Llop, principal especialista en campanas de España, no le ha gustado especialmente. "Es confusa, se ha redactado deprisa y con poco conocimiento –subraya–. La declaración protege los toques manuales, no los de reloj ni las campanas, pero no define mucho más el bien a proteger. Si en algún pueblo a alguien se le ocurre tirar de la soga de la campana, ya parece, según la declaración, que se le puede considerar Patrimonio Inmaterial".

Es decir, que no sería difícil ‘incluirse’ en la declaración en las próximas semanas, mientras hay localidades, como Albaida (Comunidad Valenciana) donde la tradición se mantiene ininterrumpidamente desde hace nueve siglos.

Tampoco define la declaración qué puede considerarse como "recuperar la tradición": si sirve con volver a realizar alguno de los toques o deben cumplimentarse varios de los tradicionalmente conocidos. Porque hay localidades con más de una docena de toques estudiados, algunos para ocasiones excepcionales. En Salas Altas (Huesca), por ejemplo, junto al toque de domingo, fiesta, muerto u oración, se conocen otros, como el ‘de mortijuelo’ (cuando un fallecido no había hecho la primera comunión), que hoy se usarían muy ocasionalmente.

La ventaja de Aragón sobre otras comunidades es que el fenómeno está bien estudiado: a principios de los 80 Llop hizo su tesis doctoral sobre las campanas aragonesas y grabó casi medio millar de toques (disponibles ahora en su web campaners.com). Con el atractivo añadido de que no solo se pueden escuchar, sino que también se ve la técnica que empleaba cada campanero. "Tuvimos la suerte de grabar a unos 60 campaneros –recuerda ahora–. De ellos, más de 40 tocaron solo para nosotros porque la tradición ya se había perdido en su localidad. Es una pérdida patrimonial terrible porque los toques de campana son la música más antigua de Aragón".

El caudal de información es enorme. «Lo que más me llamó la atención es que no había un lenguaje común –subraya Llop–. En cada comarca había una forma de tocar diferente. En muchos sitios no se bandeaba, solo se repicaba, o se bandeaba con una campana y se repicaba con las demás. Buena parte de esa diversidad desapareció con los mayores que habían recibido ese conocimiento».

La salud de los campanarios, otro escollo para recuperar los toques

Jesús Morlans tiene 86 años y empezó a tocar las campanas de Agüero (Huesca) a los 5. Recuerda que de niño había que hacerlas sonar todas las jornadas para el ángelus de mediodía y el rosario de la tarde. Hace tiempo que no las toca pero, afortunadamente, la tradición no se ha perdido en su localidad. Él revela otro de los problemas que sufre este tipo de patrimonio: aún sabiendo como eran los toques tradicionales, y disponiendo de campanero para interpretarlos, los propios campanarios a veces suponen un problema por el peso de los instrumentos y porque no se hace el mantenimiento debido. "Antiguamente –evoca–, antes de tocar por las fiestas mayores, subían al campanario el carpintero y el herrero de Agüero para ponerlo todo a punto. Hoy la María (todas las campanas tienen nombre de mujer) no se puede mover porque hay que reajustarla bien".

"Tenemos cuatro campanas: Quiteria, que es la de dimensiones más reducidas y la que más se usa, María la Pequeña, Bárbara y María la Mayor –añade Mónica Morote, que desde hace cinco años comparte la tarea de tocarlas con Pilar Viejo–. Las dos últimas son las que se podían bandear, aunque yo no las he visto nunca hacerlo".

Mónica Morote se felicita de que el pueblo, a lo largo del siglo XX, no las mecanizara. "Se ha hecho con el reloj, pero no con las campanas. Y ha sido una suerte". Pero también tiene un lamento. Desde la Asociación Santa Quiteria, se ha intentado infructuosamente reunir el dinero necesario para poder bandearlas. "En 2012 nos hicieron un presupuesto para restaurar campanas y yugos pero no hemos conseguido reunir el dinero necesario. Imagino que ya habrá que actualizar el proyecto. A ver si ahora con la declaración tenemos más suerte".

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