Serrat entona el adiós que nadie querría oír

Referente musical de varias generaciones y símbolo de libertad en la dictadura y la democracia, cierra hoy su carrera en su Barcelona natal.

Joan Manuel Serrat en su gira de despedida en Barcelona.
Joan Manuel Serrat en su gira de despedida en Barcelona.
Enric Fontcuberta

El público abarrota sus conciertos de despedida, pero nadie quiere que deje las tablas. Lleva más de una año retirándose y hoy entonará su adiós definitivo, el final de fiesta que nadie quiere oír. A sus 78 años Joan Manuel Serrat parece más vivo que nunca. Es todo un símbolo musical e ideológico. Sus canciones están en la memoria colectiva de varias generaciones y ha sido bandera de la libertad en la dictadura, en la transición y en la democracia. El 'noi' (chico) del Poble Sec, su barrio, se bajará de las tablas como el entrañable 'avi' (abuelo) en el Palau Sant Jordi de su Barcelona natal, poniendo fin a la gira 'El vicio de cantar' con la que ha recorrido América Latina, España y el mundo.

Será la última oportunidad para disfrutar en directo de la voz, el talento y la simpatía del legendario cantante y compositor catalán que alumbró temas tan inolvidables como 'Mediterráneo' -un canto a la vida convertido en un himno-, 'Penélope', 'Lucía', 'Bienaventurados', 'Palabras de amor' o 'Fiesta', tema final de sus conciertos, ahora con un significado especial.

Sigue Serrat con las baterías cargadas a pesar de llevar casi seis décadas en la carretera. Un largo y fructífero viaje que se inició el 18 de febrero de 1965 en 'Radioscope', el programa musical de Salvador Escamilla en Radio Barcelona. Tenía 21 años y cantó 'Una guitarra', otro tema que haría eterno.

Atento a las musas

Hijo de Josep Serrat, empleado de la Compañía de Gas de ideología libertaria, y de Ángeles Teresa, ama de casa y costurera emigrada de Aragón a Cataluña, nació el 27 de diciembre de 1943 en la calle Poeta Cabanyes del popular barrio del Poble Sec, apenas a un par de kilómetros del escenario de su despedida.

Sabemos que, por fortuna, su adiós no será radical. Que trabajará entre bambalinas, y que no piensa cerrar los oídos ni el corazón a la llamada de las musas. "Tocaré y compondré en casa, y es posible que grabe un disco", dijo al anunciar su marcha. Estará más cerca de sus cinco nietos, de Candela Tiffón, su segunda esposa, y de sus hijos Candela, María y Queco, hijas ellas de Tiffón, y él fruto de la relación de Serrat con la modelo Mercedes Doménec.

Olvidado el cáncer que puso en jaque su vida en 2004, a punto de cumplir 79 años, se aleja de los focos con un espectáculo amable y alegre que bandea la nostalgia. De bien nacidos es ser agradecidos, y Serrat devuelve a su público el cariño que ha sentido siempre a ambos lados del Atlántico. Ofrece más de dos horas de actuación con unas 30 canciones y constantes guiños y complicidades a un público que le idolatra. Regala de nuevo a su entregada audiencia los versos de Antonio Machado, Miguel Hernández, Mario Benedetti y J. V. Foix a los que puso música y, desde luego, 'Mediterráneo', su canción más icónica. 'Fiesta' es la traca final.

Sabe Serrat que su música "es una riqueza y un sentimiento que pasa de generación en generación". "Me alegra cuando una chica me dice que mis canciones fueron las de sus padres y que son las suyas", agradece este gigante de la canción y de la sencillez a quien la música acompañará hasta su último aliento. "Sin la música no sería feliz, y lo soy", suele repetir recordando que "la vida te enseña cómo de finito y delicado es lo que hace 50 años parecía infinito e inquebrantable".

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