Una colección de máquinas de coser únicas que busca ver la luz

El zaragozano Miguel Ángel Lafuente lleva toda una vida restaurando piezas, muchas de ellas de finales del XIX, que dan cuenta del perfeccionismo de los albores de la industrialización. 

Las máquinas de coser de Miguel Ángel Lafuente se pasan los meses tapadas con sábanas. Es una manera de protegerlas, pero también una pena. Porque todas ellas forman parte de una colección muy singular. Primero por el número, llegan casi a las 70. Luego por su antigüedad, muchas de ellas de finales del XIX, auténticas piezas de arqueología industrial, ideales para dar cuenta de lasmaneras de fabricar y de vivir de hace más de cien años. Pero también, por qué no, la colección puede medirse por su belleza. Pocos objetos funcionales tienen la capacidad decorativa y evocadora de una máquina de coser.

Por eso la aspiración de Lafuente de que su colección de máquinas restauradas pueda ser vista por el público en general, en lugar de descansar en un almacén.

Lafuente prácticamente ha pasado su vida entre esos aparatos. El negocio familiar, abierto por su padre en los 60 en el zaragozano barrio de las Delicias -Máquinas de coser Lafuente-, sigue aún funcionando. Su principal actividad en la actualidad es la de reparar y restaurar máquinas, si bien, asegura Miguel Ángel, "ya no se hacen como las de antes, ahora son de plástico, se rompen continuamente".

El pago a plazos fue inventado por Isaac Singer como técnica de venta de sus máquinas de coser

Lo de obsolescencia programada es un concepto que hubiera dejado de piedra a los pioneros de la fabricación de máquinas de coser. A finales del XIX, la feroz competencia comercial se libraba de acuerdo a conceptos como la durabilidad, la velocidad del aparato o la seguridad. Las máquinas de coser, de hierro puro, se fabricaban en fundiciones, y daban cuenta del poderío de una industria textil que dio personajes para la historia e innovaciones que llegan hasta nuestros días.

En el caso de Isaac Singer, las dos cosas van de la mano. Con un apellido ligado para siempre al mundo de las máquinas de coser, este inventor estadounidense revolucionó el sector, tanto técnica como comercialmente: no en vano, fue el inventor del pago a plazos.

"Hay que tener en cuenta que una máquina de coser era algo carísimo, no estaba en cualquier casa", explica Lafuente. Hace poco más de cien años, elegir una máquina de coser era casi como hacerlo ahora con un coche. "Importaban las prestaciones, pero también el diseño", apunta Lafuente, quien añade: "Como además el público era eminentemente femenino y la máquina ocupaba un espacio importante en la casa, se hacían con llamativas decoraciones, hasta con incrustaciones de nácar, en la colección hay varios ejemplos.".

Algunas de las máquinas de coser de la colección de Miguel Ángel Lafuente.
Algunas de las máquinas de coser de la colección de Miguel Ángel Lafuente.
Toni Galan

La competencia entonces era feroz y a todos los niveles. Entre las empresas del mundo de las máquinas de coser estaban Alpha, Junker & Ruh, Perle du Mèdoc o Peugeot, una marca que ahora remite a la automoción pero que también se dedicó a la fabricación de máquinas de coser.

Volviendo a la colección, combina piezas originales conservadas con otras que han sido restauradas primorosamente, con la intervención de Miguel Ángel, pero ayudado de expertos en los más variados oficios. "A mis manos llegan máquinas que están hechas un verdadero asco, pero yo las dejo como nuevas". Este experto las desmonta y luego se pone en contacto con un equipo multidisciplinar que, dependiendo del estado de la máquina incluye desde marqueteros, torneros, barnizadores o pintores salidos de la escuela de Bellas Artes. No hay más que ver algunas de las máquinas más antiguas, decoradas con motivos vegetales 'art deco', flores neoclásicas en las que se distinguen hasta los pétalos, paisajes, cenefas, bucles...

Cada una de las máquinas es un sinfín de detalles, desde la aguja para meter el hilo al pedal. Por si fuera poco todas están listas para ser usadas. "Y mira, mira qué suavidad, cómo funcionan", dice orgulloso Miguel Ángel, mientras mueve manivelas y pedales.

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