'Casa de nadie': una crónica desde el "camerino" de la prostitución

El escritor Laureano Debat novela su experiencia compartiendo piso durante nueve meses con dos prostitutas chilenas, madre e hija.

Laureno Debat, este martes, en Zaragoza.
Laureno Debat, este martes, en Zaragoza.
Toni Galán

Algo más de diez años ha tardado Laureano Debat, escritor argentino afincado en Zaragoza, en rumiar 'Casa de Nadie' (Ed. Candaya), el libro que este miércoles, a las 19.30, presenta en la librería Antígona de Zaragoza (Pedro Cerbuna, 25). Un tiempo en el que ha tratado de dar perspectiva ("porque llegué a naturalizarlo", dice) a algo que le ocurrió recién desembarcado por primera vez en España, en concreto en Barcelona, donde acudió a hacer un máster de creación literaria. El joven alquiló a dos mujeres chilenas una habitación de un amplio piso de la plaza Letamendi, con unas bonitas vistas al jardín de un convento de monjas. Al cabo de muy poco, por el continuo trasiego, descubrió que sus compañeras eran prostitutas. Y más sorprendente aún, eran madre e hija: Jimena y Sonia.

Su primera tentación de marcharse resultó finalmente pasajera. "Me di cuenta de que no me podía ir, de que había llegado a Barcelona a contar historias y me cae esto, de hecho, enseguida empecé como a entrevistarlas, pero sin grabarlas, comencé a apuntar en decenas de libretas". El interés profesional siempre estuvo ahí, pero con el paso de los meses, hasta las nueve que permaneció con ellas, surgió algo más allá: "Me encontraba a gusto en esa casa, ellas eran divinas conmigo". "Vivía en una casa de familia", comenta Laureano. "Mis amigos lo hacían en pisos compartidos con baldas separadas en el frigo, mientras yo comía con Sonia y Jimena, querían mi compañía". "Ellas me eligieron para contarme cosas -continúa-, también de su pasado. La gran pregunta es: ¿por qué a mí?".

Debat se inscribe con 'Casa de nadie' en una larga tradición de literatura en torno a la prostitución a la que él no ha querido ser ajeno. En estos años se ha empapado de ella, sobre todo novela del siglo XX, para documentarse y también, dice, "para elegir el tono". Algunas de sus referencias aparecen citadas encabezando los capítulos: Piglia, Mary Jo Bang, Perec y Mario Bellatin sobre todo. Pero también Beatriz Espejo, Dumas o hasta letras de canciones.

La aportación de Debat con esta novela es la de haber hilado la bitácora "de la parte que no se ve, que muchas veces no se cuenta y a la que tuve acceso privilegiado: la de cómo ellas se preparan, cómo lloran, cómo ríen, cómo sufren... También de lo que no contaban, cómo se autoengañaban porque, por encima de todo me preguntaba cómo lo soportaban", dice el autor. 

Y con una regla autoimpuesta básica: "No juzgarlas, nunca lo hice, siempre tuve claro que la historia era de ellas, pero yo me involucro, pongo el cuerpo y mi nombre, el único real de la novela, porque me parecía una cuestión ética ya que yo estoy contando sus intimidades".

El texto se estructura por meses y a su vez en pequeñas escenas, porque la idea de teatralidad atraviesa todas las páginas: "Me gusta mucho el teatro, en Argentina vamos mucho, es algo habitual. Me gusta su ceremonia. Y dentro de aquella casa la historia con ellas era la del camerino de la prostitución, la de detrás de la escena. Ellas actuaban en el escenario, que sería la cama o sus cuartos, allí hacen un rol al que yo no tenía acceso. Así que todo lo que cuento en el libro es en realidad narrado por ellas. Soy un 'voyeur' diferente, observo el camerino, no lo que pasa en escena".

En ello Debat embarca al lector. Y casi físicamente. La casa, donde el escritor enclaustra la práctica totalidad de la acción, es descrita profusamente, de manera que se acaba construyendo una maqueta mental y casi siendo un inquilino más de esa casa tremendamente funcional, impersonal, sin identidad por la que van circulando los personajes, los clientes, esos 'nadies'.

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