NOTA COSTUMBRISTA (59)

El baúl de Tormón

Luis Cernuda visitó Aragón como misionero. 

Luis Cernuda, de misionero.
Luis Cernuda, de misionero.
 

Es bien conocida la participación de Luis Cernuda en las Misiones Pedagógicas y, más concretamente, su vinculación con el Museo del Pueblo o Museo Circulante. Comprendía éste dos colecciones de catorce copias de cuadros del Museo del Prado (que habían pintado Eduardo Vicente, Ramón Gaya y Juan Bonafé, copiando originales de Velázquez, Ribera, Murillo, El Greco, Goya y otros) y otras tantas reproducciones de grabados del pintor de Fuendetodos. 

Las Misiones llevaban esas colecciones a los pueblos, las exponían durante unos días (en el ayuntamiento, en el salón de baile o en la escuela) y por las tardes los miembros de la Misión impartían a los asistentes pequeñas charlas sobre esos cuadros y les regalaban algunas reproducciones. 

El Museo Circulante lo dirigían tres misioneros: Rafael Dieste, Antonio Sánchez Barbudo y el propio Ramón Gaya, a los que ayudaban, con mayor o menor grado de implicación, Enrique Azcoaga, Arturo Serrano Plaja y Luis Cernuda, a quien había recomendado para el puesto Pedro Salinas.

Ciertamente cuesta imaginarse a alguien como Cernuda (que arrastraba fama de hombre introvertido, huraño y difícil) desempeñando de forma modélica sus funciones de misionero, pero debió de hacerlo con responsabilidad y de buen grado, tal y como contó en su ‘Diario de un viaje’, hasta el punto de que se mantuvo en ese trabajo durante cinco largos años. Nigel Dennis precisó los lugares por los que Cernuda estuvo de Misión entre 1932 y 1935 (Toledo, Ávila Segovia, Huelva y otros muchos) y mi sorpresa fue ver que también anduvo por Teruel, en mayo de 1934. La prueba es una foto (que pertenece al Archivo de la Residencia de Estudiantes) en la que se le ve en esa fecha en el pueblo turolense de Tormón, en una comida campestre, rodeado de otros compañeros de las Misiones y sujetando un perro entre las manos.

Viajé a Tormón, claro, siguiendo las huellas de Cernuda. Tormón no está lejos de Teruel, a unos 40 kilómetros, en el extremo de la Sierra de Albarracín, junto al río Ebrón. Es un pueblo hermoso y pintoresco, cuyo casco urbano se extiende por un desfiladero entre las sierras de Javalón y Peñarredonda. No tendrá hoy más de 40 o 50 habitantes. He mirado el ‘Aragón pueblo a pueblo’ de Alfonso Zapater, y cuando éste viajó a Tormón el censo era de 55 habitantes. Pregunté allí por las Misiones, casa por casa. Nadie recordaba ni sabía nada, hasta que al fin alguien me dijo algo parecido a lo que estaba soñando oír desde que salí de Zaragoza: “Mi abuelo guardaba un baúl de tiempos de la República en la falsa. Ahora lo tengo yo. Si quiere se lo enseño, pero no creo que le interese nada de lo que hay allí”. Me temblaban las piernas y le pedí que me lo mostrara. ¿Qué podría guardar aquel baúl? ¿Tal vez una primera edición de ‘Perfil del aire’ que Cernuda hubiera dejado olvidada en casa del abuelo de mi anfitrión?

Subimos a la falsa y allí estaba el baúl. Ropas viejas, un par de periódicos de la época, un montón de cachivaches inservibles… y doblada por la mitad, en el fondo, arrugada y descolorida, una humilde reproducción de “El pelele” de Goya, uno de los cuadros que copió Eduardo Vicente para las Misiones. Cernuda y sus amigos la llevaron a Tormón y yo la tenía delante ochenta años después. Para contar lo que ocurrió más tarde, tendría que haber bebido como Malcom Lowry y Scott Fitgerald juntos. 

Puede consultar aquí los artículos escritos por José Luis Melero y publicado en HERALDO DE ARAGÓN

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión