Victoria Martín: "Es un buen momento para los perdedores"

La guionista y cómica, mitad de 'Estirando el chicle', presenta su primera novela, 'Se tiene que morir mucha gente', un canto humorístico, ácido y generacional a la amistad femenina en tiempos de precariedad y redes sociales. 

Victoria Martín, este jueves, en Zaragoza, donde presentó su primer libro, 'Se tiene que morir mucha gente'
Victoria Martín, este jueves, en Zaragoza, donde presentó su primer libro, 'Se tiene que morir mucha gente'
Oliver Duch

Victoria Martín es la mitad de 'Estirando el Chicle'. La otra es Carolina Iglesias, con la que forma un dúo cómico que ha pasado de un modesto podcast a llenar la sala Mozart o el Wizink Center de Madrid de seguidoras con una braga en la cabeza. Es solo uno de los guiños que comparten con una audiencia que es en la práctica una comunidad formada sobre todo, opina Martín, por tanta "gente que estaba desesperada por escuchar cosas que les representaran". Periodista y guionista de formación, Martín da ahora el salto a la ficción a través de la escritura ("lo que más me gusta"). Su primera novela, 'Se tiene que morir mucha gente', es una autoficción generacional en torno a la amistad femenina y la culpa, dos temas que, dice, "me obsesionan".

Debuta en la literatura con una novela, pero por sus páginas se cuelan muchas opiniones y reflexiones personales. Podría ser un ensayo.

Quería escribir ficción, contar una historia que forma parte de mi vida, del pasado, de cuando estuve en un colegio ultrarreligioso. Contar esa historia a través de una experiencia en la que te das cuenta de que vas creciendo y a pesar de tener una amistad estrecha acabas por no tener nada en común.

¿El de la amistad femenina podría ser un nuevo género, como lo es la novela romántica?

No creo que nuestras historias, las de la mujeres, haya que desgranarlas como género. Ellos pueden contar los mayores tostones y no pasa absolutamente nada. Me acabo de terminar 'El acontecimiento', de Annie Ernnaux, y pensaba: "Esta historia es importantísima". Yo no creo que sean géneros, son nuestras historias, nuestros puntos de vista. ¿Cuántos libros de amistades masculinas hay?

Muchos, por eso se lo preguntaba. La amistad femenina ha estado en ocasiones estigmatizada, privada de ese aura de hermandad sanota de la masculina.

En el libro lo que sostengo es que a pesar de las circunstancias la amistad perdura. Creo de verdad que las mujeres somos muy buenas amigas, muy comprometidas las unas con las otras y que es muy importante darle valor a esas redes que establecemos entre nosotras porque son súper potentes. No voy a decir que somos mejores amigas que ellos, pero un poco sí. Porque esa creencia de que somos malas entre nosotras es absolutamente falsa. No es mi experiencia.

Hay un hijuelo de la amistad que es la identificación con alguien. Y si es por coincidir en lo que se odia, aún más. ¿Odiar puede ser terapéutico, sobre todo si es compartido?

Odiar en compañía es la cosa más maravillosa que hay. Juntarse con una amiga o con alguien a quien quieres para odiar a la misma persona une muchísimo. Yo creo que todos odiamos porque estamos hasta las narices.

"Creo de verdad que las mujeres somos muy buenas amigas"

​"El odio es para mí es un motor de cambio para mejor"

​No sé si es porque somos mujeres pero en ningún momento nos ha dado la impresión de hacer algo importante con 'Estirando el chicle'

​"La mirada de las 'influencers' dice: 'Sacadme de aquí'"

¿Un odio en legítima defensa?

Más bien compartido. Creo que el amor es un sentimiento que compartimos todos, pero más aún el odio. Yo creo que nos mueve muchísimo. Para mí es un motor de cambio para mejor. No me refiero odiar a todo el mundo sin justificación u odiarlo todo, pero determinados odios son para mí un motor creativo.

La lucha de clases nace en términos de capacidad económica, de jerarquización laboral, pero no sé si hoy en día hay también una entre 'influencers' y pringados.

Sí, total: las populares y las pringadas. Pero yo creo que ha habido una revolución bastante 'heavy' de las pringadas. Cuando ganamos el Ondas con 'Estirando el chicle' lo dijimos. Creo que es un buen momento para los perdedores. Siempre he sido una perdedora pero es que no sé vivir como una ganadora y cuando me han ido bien las cosas no sé acogerlo. Vivo muy cómoda perdiendo y siendo la menos popular de la clase.

Pero triunfa en las redes sociales.

Todo esto de las redes sociales acabará por implosionar y más vale que lo haga por la salud mental de todos. Para mí ahora mismo son una esclavitud, te lo juro. Las odio. De algunas ya me he ido porque no podía soportarlo más. Me parecen peligrosísimas. Pero claro, son necesarias para dar a conocer mi trabajo por lo que las vivo como una especie de condena. También digo 'bendita condena' porque he conocido igualmente a gente maravillosa. Creo que todo al final radica en que somos profundamente infelices. Por ejemplo, las 'influencers' en realidad no viven su vida, es todo falso. Sus miradas expresan desesperación, dicen "sacadme de aquí".

Hay algo que flota también en su libro y es la precariedad. ¿Cree que es lo más transversal de su generación?

La meritocracia no existe. Es una falacia que nos han contado para que estemos motivados y seamos productivos. Los jóvenes no se pueden permitir muchas cosas aun teniendo trabajo. Yo, por ejemplo, me he podido permitir ser cómica porque tengo una familia estable que si me caigo me hace de red. También es verdad que, aunque no quiero romantizar la precariedad, de ella han salido todos los proyectos que he hecho. Yo creo que al final lo que les pasa a muchos jóvenes es que tienen miedo.

En su libro aparece el miedo. Dice que lo tiene.

Cada vez más.

Junto a Carolina Iglesias no solo han logrado una gran repercusión en un tiempo muy breve sino que la han sentido físicamente llenando el WiZink Center. ¿Impresiona?

Nos ha costado muchísimo asumirlo, sobre todo siendo dos personas tan inseguras como somos nosotras. Éramos dos amigas conversando y ahora nos escucha mucha gente. Ha sido un choque frontal. No nos ha dado tiempo a sentarnos las dos y decirnos: "Jo, la que hemos liado". No sé si es porque somos mujeres, pero en ningún momento nos ha dado la sensación de hacer algo muy importante.

Dice en el libro que hacer reír es tener poder, manipular a persona vulnerables. ¿Cómo gestiona la que usted misma considera una herramienta tan poderosa?

Hacer reír es un poder importantísimo, un motor de cambio bestial. Lo que ha unido programas como 'el chicle' da idea de la falta de representación que tenía mucha gente, de  que no se contaban ciertas experiencias de mujeres. Hemos invitado a personas muy diferentes y de muchas generaciones y todas teníamos algo en común. Lo que ha puesto de manifiesto este programa no es que nosotras seamos buenas cómicas sino que la gente estaba desesperada por escuchar cosas que les representara. Y en eso la comedia es infalible por la forma de conectar que tiene. Nos permite decir cosas que de otra manera es imposible.

¿Por qué decidió escribir un libro?

Porque es lo que más me gusta y estoy obsesionada con la ficción y con escribir. Me gusta más escribir los guiones de mis monólogos que decirlos. Hacer una serie sería un sueño para mí. Tengo una ya en la cabeza, me encantaría producirla y dirigirla.

Ahora se dan ciertas revisiones del humor del pasado. ¿Teme que cosas que usted dice o hace hoy en día puedan ser criticadas por impropias por las jóvenes del futuro?

Seguro. La comedia envejece muy mal. Y si fuera así, además, querría decir que habremos avanzado mucho, que estarán en punto mucho mejor del que estamos ahora.

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