entrevista

Domingo Belled: "Soy romántico, aunque nací un siglo más tarde"

La apasionante existencia del músico aragonés (Pina de Ebro, 1933) ha inspirado un cortometraje documental dirigido por el cineasta zaragozano Fernando Vera.

Domingo Belled Zapater, al piano, en un momento del rodaje de ‘Vivir girando’ en el bar Ragtime
Domingo Belled Zapater, al piano, en un momento del rodaje de ‘Vivir girando’ en el bar Ragtime
Luis Rabanaque

Domingo Belled pasa estos días en la residencia Ballesol de la zaragozana calle de Madre Sacramento, muy cerca del Ragtime, el bar que desde hace 36 años regenta su amigo Jesús Laboreo, refugio de músicos y amantes del jazz. Domingo ha pasado un par de semanas ingresado y ahora, ya recuperado, piensa en cuándo volverá al Ragtime para sentarse al piano y tocar. Aunque es algo que no deja de hacer. El pasado martes, día de Santa Cecilia, patrona de los músicos, en la residencia sonaba ‘La morena de mi copla’. Domingo interpretaba este pasodoble, entre otras piezas, para amenizar el rato a los compañeros. Desde los 15 años, el pianista y compositor Domingo Belled Zapater (Pina de Ebro, 1933) no ha dejado de acariciar las 88 teclas de un instrumento que le ha dado todo. Su vida ha inspirado ‘Vivir girando’ un filme documental de Fernando Vera que se estrenará en 2023. «Soy un joven de 89 años», bromea Belled.

¿Qué le parece que se haya rodado un documental sobre su vida?

Me han hecho muchas cosas a lo largo de mi vida, pero esto tiene algo que le da más encanto. Me gustó la forma de enfocarlo.

Todo comenzó en Pina de Ebro, hace casi 90 años...

En cuanto empezó la Guerra Civil, a las pocas semanas, vinieron unos amigos a avisarle a mi padre, Leoncio, de que venían a por él. No sé que ideas tenía mi padre, pero me contó que me cogió a corderetas y desde Pina a Zaragoza vinimos andando de noche por la carretera. Aquí nos acogió Cáritas, nos dieron una casa para vivir entre el paseo de la Mina y La Caridad, cerca del puente del Huerva. Recuerdo que un día fui a por el pan a la calle de San Miguel, empezaron las sirenas y corrí al refugio. Y nos quedamos sin pan. Eran tiempos de miseria.

¿Cuándo descubrió la música?

Fue durante mi estancia en el Colegio de Infantes del Pilar. Un sacerdote que conocía a mi padre le dijo: «Leoncio, tu chaval tiene una voz muy bonita. Necesitan chicos para cantar en el Pilar y la Seo. Le darán una buena educación y estará atendido». Y así fue.

¿Cómo fue su etapa de infantico?

Estuve cinco años. Nos hacían exámenes trimestrales y luego otro a final de año. Era obligatorio sacar muy buenas notas porque eran muy estrictos. Tuve 18 sobresalientes. Y como yo, prácticamente todos. Allí aprendí solfeo, a cantar a primera vista sin ensayar y sin cometer ningún error.

¿Qué hizo después?

Al salir del colegio trabajé en el periódico ‘El Noticiero’ como chico de los recados. Era el niño al que le decían cosas como: «Dominguín, ve al estanco a por una caja de cerillas». Luego me metí en la fábrica de crema de calzado Lux. Iba con un carro repartiendo en los comercios cajas de betún.

Aquello no debía gustarle...

Por entonces empecé a tocar el piano, a estudiar en serio. Tuve a un profesor como José Borobia, que era el director de la banda del Hogar Pignatelli.

¿En qué momento decidió dedicarse por entero a la música?

Un día le dije a mi padre: «¿Qué te parece si dejo de trabajar? Porque para lo que gano no salimos de arre». Accedió y en lugar de ocho años, el tiempo normal para completar la carrera de piano, la hice en dos y medio. Luego formé un cuarteto con unos compañeros y un representante nos hizo un contrato de un año para el café Alaska. Desde entonces, en toda mi vida profesional no he estado nada más que una semana en el paro.

¿Cómo dio el salto a Madrid?

Con otro grupo que se llamaba Casino de Madrid. Actuamos en TVE y se nos vio en muchas partes. Le gustamos a un representante porque además éramos seis, una formación ideal para tocar en capitales europeas. Nos hizo un contrato de cinco meses para debutar en Ginebra, Laussane, Berna, Zurich... En Suiza conocí a mi esposa, y nos salieron más países: Marruecos, Portugal, Alemania, Austria, Dinamarca, Suecia, Finlandia, Paises Bajos...

¿Por qué decidió irse a vivir a los Países Bajos?

Me hicieron contratos para tocar allí a finales de los 60. Estaba cansado de ir de trotamundos y me gustó porque era un país muy distendido, cercano y mucho más barato que Alemania o Suiza. Así que, finalmente, mi esposa y yo pedimos la ciudadanía. Allí he vivido hasta que me jubilé, primero en La Haya y luego en Alphen aan den Rijn, donde he sido profesor de música y director del Coro y la Banda Municipal.

¿Qué compositores le han marcado en su carrera?

Siempre digo que nací un siglo más tarde. Soy romántico por excelencia. En cuanto a la cosa pianística, Chopin, Liszt, Schubert, pero también Mendelssohn... Hay muchos compositores.

¿Qué significa para usted el bar Ragtime?

Es un punto de encuentro en el que estoy muy a gusto. En primer lugar, porque tengo ahí a un gran amigo, que es Jesús, que me deja tocar el piano, y por el ambiente, las personas que vienen allí a escucharme.

Un pianista de éxito internacional con una vida de película

Belled ha tocado el piano en las principales ciudades de Europa y el norte de África, acompañando a artistas como Carmen Sevilla o Charles Aznavour. Buena parte de su carrera también la ha desempeñado en los Países Bajos, donde ha residido alrededor de 50 años. Ha dirigido orquestas en conciertos a los que han asistido la reina Margarita de Dinamarca o las monarcas Juliana y Beatriz de los Países Bajos. Por su difusión de la música, la Corona holandesa le condecoró en 2006 con la medalla de la Orden de Orange-Nassau. En 2008 fue nombrado hijo predilecto de Pina de Ebro y en 2018 recibió la medalla de oro de la Orquesta de Alcalá de Henares.

El corto documental ‘Vivir girando’, de Fernando Vera, narra su vida a través del viaje de regreso a Zaragoza que Belled hizo en 2019 al volante de su coche, de tirón, desde Alphen aan den Rijn (1.550 km). En el filme también aparece el actor Luis Rabanaque. El trabajo cuenta con una ayuda del Ayuntamiento de Zaragoza y se va a lanzar una campaña de ‘crowdfunding’ para ampliar su financiación. Todos los detalles se pueden seguir en Instagram (‘@vivirgirando’)

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