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Se va una de las grandes voces del Caribe, Pablo Milanés, el trovador del sentir

El cantante cubano, de 79, falleció en Madrid a consecuencia de un cáncer que le obligó a suspender algunos conciertos

Pablo Milanés, en un concierto en Huesca, en 2021.
Pablo Milanés, en un concierto en Huesca, en 2021.
Rafael Gobantes.

A Pablo Milanés (Bayamo, Cuba, 1943-Madrid, 2022), que tenía obsesión por estar en y con la música, suscribía una frase de García Márquez, amante de la cumbia y el vallenato: “La felicidad más pura es cantar”; Milanés añadía: “y hacerlo sobre todo en directo”. Pablo Milanés acaba de fallecer en Madrid, a los 79 años, de un cáncer que lo ha llevado de tratamiento en tratamiento. Este hombre refinado y sensible, de voz tan poderosa y acariciante como sutil, llena de ecos de isla y de rumores de bosque y del vuelo del aura tiñosa al atardecer, parece haber nacido cantando: desde muy pequeño se aficionó a la radio y consta que debutó con seis años entonando un corrido mexicano. Participó en programas como ‘Estrellas nacientes’. Y cuando su familia se trasladó a La Habana a mediados los años 50, él aprovechó para asimilar la música popular, los troveros clásicos como Compay Segundo, la entonación y el carisma de figuras como Beni Moré y Bola de Nieve, y se matriculó en el Conservatorio.

Hasta llegar a ser lo que ha sido, una de las grandes figuras de la música latinoamericana (de la altura de Atahualpa Yupanqui, Víctor Jara, Chavela Vargas, Violeta Parra, Mercedes Sosa, Daniel Viglietti y su amigo inseparable durante años Silvio Rodríguez), Pablo Milanés trabajó sin descanso. Tenía vocación, una versatilidad incipiente, buen gusto y determinación por el canto. Formó en grupos como Los Armónicos, Sensación y Los Bucaneros, y poco después de la mano de Luis Carbonell se acercó los sonidos del barroco, que también impregnarán algunos de sus temas.

Poco a poco, Pablo Milanés abraza tradiciones: la del ‘filin’ (canción del sentimiento), la trova cubana, los sonidos del jazz latino y afrocubano, el impacto de las músicas norteamericanas y brasileñas, y con ese bagaje y su buen gusto, desde 1965, se lanzó a componer canciones. Se comprometería con la Revolución de Fidel Castro, aunque también mostraría su disidencia algunos años después con la burocracia, la falta de libertad y el clima enrarecido de pobreza y represión. En los últimos tiempos solía confesar: “Yo seré revolucionario hasta que me muera”, decía, y criticaba abiertamente los nuevos rumbos de la política, con Castro y sus sucesores, aunque jamás perdió su vinculación con el país. Si hubiera que buscar una frase contundente de su afecto sería “Amo esta isla”, título de una canción, de una gira y de una declaración de amor. Otro de sus mejores temas de profunda identificación con sus raíces es ‘Yo me quedo’, que da título a un álbum de 1982.

Pablo Milanés fue un cantante comprometido con muchas causas políticas y sociales, pero nunca dejó de ser un esteta y un poeta que halló en el amor y en el desamor su fuente de inspiración. Vivió con cinco mujeres -Olga Ayoub, Yolanda Benet, Zoe Álvarez, Sandra Pérez y Nancy Pérez Rey- y a casi todas les dedicó canciones a menudo inolvidables: a la primera le dedicó ‘Olga’; a la segunda, productora de cine y televisión, una de sus canciones más conocidas, ‘Yolanda’, y tal vez ‘Para vivir’; a la modelo Zoe, ‘Amor’ y ‘Comienzo’; a la escritora y pintora mexicana, ‘Sandra’. Y a estos temas se suman otros muchos donde la pasión llenaba cada minuto “de razones para respirar”. La pianista Carmen Esteban decía esta mañana: “Me gusta y me ha gustado mucho Pablo Milanés, especialmente la canción ‘Yolanda’. Cada vez que la oigo pienso en amigos que tengo lejos y me resulta muy reconfortante”. ‘Amor’ se titula el disco que grabó en 2017 su hija Haydée, en el cual colaboró con absoluto entusiasmo. En los últimos, vivía con su esposa gallega en Vigo.

Si hubiera que buscar una frase contundente de su afecto sería “Amo esta isla”, título de una canción, de una gira y de una declaración de amor. Otro de sus mejores temas de profunda identificación con sus raíces es ‘Yo me quedo’, que da título a un álbum de 1982

Pablo Milanés cantó a los poetas: a José Martí, al que le dedicó un disco como ‘Versos de José Martí’ (1975), y a Nicolás Guillén, en ‘Canta a Nicolás Guillén’ (1982), entre otros. Cantó a su América, al Che Guevara, al presidente Salvador Allende, ‘Yo pisaré las calles nuevamente...’ (“… Retornarán los libros, las canciones / que quemaron las manos asesinas, / renacerá mi pueblo de su ruina / y pagarán su culpa los traidores..."), al paisaje y a su condición de músico valiente, arriesgado, con la libertad y los sueños por bandera, como se ve en ‘Pobre del cantor’. 

Cantó siempre de un modo personal, elegante y sofisticado, con una voz incomparable y un sentido poético incuestionable. Si la memoria musical de la isla se puede rastrear en toda su discografía (grabó boleros, filin, standards de jazz, colaboró con diversos músicos, desde Luar na Lubre a Ara Malikian, siempre con aromas caribeños), también es visible la huella que dejó en muchos cantantes de aquí y de allá, como se vio en el doble proyecto ‘Querido Pablo’ (1985) y ‘Pablo Querido’ (2001).

Participó en giras con Víctor Manuel y Ana Belén, Joaquín Sabina, Joan Manuel Serrat y Silvio Rodríguez, entre otros, y ha dejado más de 50 discos y más de un centenar de canciones –algunas tan cantadas como ‘De qué callada manera (Canción)’, ‘Yo no te pido’, ‘El breve espacio en que no estás’, ‘Te quiero porque te quiero’, ‘El tiempo, el implacable’...- que nos han tocado el alma, el corazón y la vida, y ya se han instalado en nuestra memoria. Pablo Milanés fue un trovador de emociones que quiso, ante todo, impulsarnos a sentir. Y lo hizo en todos los rincones del planeta.

Una de las numerosas actuaciones de Pablo Milanés en Zaragoza.
Una de las numerosas actuaciones de Pablo Milanés en Zaragoza.
Dune Solanot/Heraldo.

En Zaragoza cantó a menudo (la última vez fue en marzo y hubo de suspender su presencia en agosto en Veruela) y tuvo grandes amigos, entre ellos José Antonio Labordeta, Gabriel Sopeña, Paco Cuenca (“Vaya día señalado ha elegido el maestro para irse. Nos deja en compañía de la patrona. Grabé esta canción en mi disco ‘Todas las flores de abril’”, dice), y el locutor y productor musical Plácido Serrano. Gabriel Sopeña dice a HERALDO.ES: “Pablo Milanés será un cantor recordado, cuya sensibilidad artística está fuera de discusión. Pero para mí es su tardía condena a la vitanda dictadura cubana lo que le honra, lo saca del vil amparo del Poder y le coloca finalmente de verdad en el ámbito de los cantores genuinos, de excelencia, eternos: como la también recientemente fallecida Gal Costa, mucho menos valorada que Milanés, que se opuso frontalmente al poder totalitario de Brasil desde los inicios”.

Paco Cuenca, tras su primera impresión, apunta para esta información: "Lo primero fue la voz. Aguda, precisa, inteligible, afinada, poderosa y envuelta en un bellísimo vibrato. Luego fue la música. Caribeña, melódica, rítmica y de sobria sofisticación. Más tarde descubrí las letras. Los versos delicados, las imágenes poderosas, las rimas sonoras, las ideas desmenuzadas, las palabras escogidas. Por fin fueron las canciones. Bellas, comprometidas, inolvidables, honestas, intensas, lúcidas, militantes, amorosas, apasionadas y únicas, como el hombre. Pablo Milanés, para una porción de hispanohablantes de mi generación es un maestro, un guía y a la vez, cosa extraordinaria, un entretenedor".

Gabriel Sopeña: “Pablo Milanés será un cantor recordado, cuya sensibilidad artística está fuera de discusión"

El restaurador Emilio Lacambra, por cuya casa ha pasado medio mundo del universo de la música, el teatro, la literatura, la ciencia y la política, ha escritor en su muro de Facebook: "La primera vez que Pablo Milanés visitó mi casa fue en 1977. Fue una de esas noches mágicas que he vivido. Fue una mesa de lujo ya que junto a Pablo, estaba Silvio Rodríguez. Ambos dos habían dado un recital en el Colegio de los Dominicos. A la cena vinieron con José Antonio Labordeta y varios amigos, entre ellos, una universitaria muy guapa, tudelana, que luego se haría famosa por su matrimonio con Alberto Moravia, me refiero a Carmen Llera". Aquel encuentro -glosado en algunos relatos orales de las noches zaragozanas- daría para una novela proustiana.

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