Tutankamon revive en el Mercado Central de Zaragoza

La Noche Egipcia se celebrará el 4 de noviembre en la lonja de abastos en conmemoración del centenario del descubrimiento de la tumba del famoso faraón.

Imagen de la máscara de Tutankamón en una exposición.
Imagen de la máscara de Tutankamón en una exposición.
Brenda McDermid/EFE

"Veo cosas maravillosas". Esa fue la respuesta del arqueólogo Howard Carter a Lord Carnarvon, egiptólogo aficionado y mecenas de la expedición que estaba a punto de convertirse en una de las más importantes de la historia. Lo que Carter apenas acertaba a describir era la tumba del faraón-niño Tutankamon, de cuyo descubrimiento se cumplen cien años este mes de noviembre. Un hallazgo  que aportó mucho más aún de lo que ambos hubieran podido soñar.

El subsuelo del Valle de los Reyes regaló al mundo una estancia sellada (cosa insólita en medio de innumerables y seculares saqueos) llena de objetos tres veces milenarios, valiosísimos artísticamente pero sobre todo a la hora de recomponer una civilización egipcia que sigue causando poderosa fascinación. Tanta que, a pesar de los avances de la ciencia y de los innumerables estudios de material particularmente bien conservado, todavía alumbra falsos mitos cuando no estrafalarias teorías, muchas veces rayanas en lo esotérico.

Contra ellas y también para dar a conocer no pocas curiosidades de este amplísimo y casi inabarcable periodo, la Asociación Ideo, especializada en actividades relacionadas con la historia, ha organizado para el 4 de noviembre una Noche Egipcia que tendrá lugar en una de las salas de los bajos del Mercado Central de Zaragoza. "Nos encanta porque a Tutankamon también lo encontraron bajo tierra ya que su tumba estaba excavada en la roca, era un hipogeo, no una pirámide", explica Ana María Royo, una de las historiadoras responsables de la actividad y que trabajó durante cuatro años en el Museo Egipcio de Barcelona.

A través de los 5 sentidos

Precisamente, que todas las tumbas egipcias son pirámides es una de las falsas y habituales creencias a las que esa noche se pondrá coto mediante una experiencia de dos horas que apelará a los 5 sentidos. La actividad (para la que hace falta reserva y cuesta 40 euros por persona)  invita a un viaje tanto por la vida faraónica como por la más cotidiana del Antiguo Egipto

Se hará a través de la recreación de sus indumentarias, su música, sus danzas, su cosmética, su perfumería o sus alimentos, en este caso con una cena-tapeo a base de recetas inspiradas en ingredientes y técnicas culinarias de la época: desde unas galletas de chufa a una tostada de huevas de mújol.

"El Antiguo Egipto ya fascinaba a griegos y romanos, a escritores del mundo antiguo, como Herodoto o Diodoro de Sicilia, o, más tarde, el propio Napoleón", recuerda Royo que se lo explica por el hecho de que era una cultura "muy diferente y llamaba mucho la atención". Pero fue en el siglo XIX cuando el gusto por la arqueología y el esoterismo coincidieron en el tiempo, dando lugar a ese aura misteriosa que permanece. Hollywood hizo el resto a la hora de asentar una serie de tópicos que no se corresponden con la realidad.

Por ejemplo, Cleopatra no llevaba el pelo a lo Cleopatra. O sea, nada hubo de esa melena negra y lisa con el flequillo cortado al ras de su famosa nariz. "Cleopatra debía de ser fea con avaricia, precisamente por esa tremenda nariz que se le atribuye y aunque sí llevaban pelucas, eran más parecidas al pelo de un rastafari que otra cosa, eran muy voluminosas y hacia arriba". 

Egipto tenía más que ver con el centro y el sur de África que con la cultura árabe y musulmana de la actualidad: "La gente se sorprende mucho al conocer que los primeros faraones eran negros", cuenta Ana. Esa cultura africana se deja ver también en la música y la danza, que en absoluto eran como de los siete velos. "En la Noche Egipcia contaremos con una bailarina especializada en arqueodanza que emulará de acuerdo a las pinturas y otras informaciones cómo se bailaba en la época, en un estilo muy acrobático, generalmente en un contexto religioso o ritual. Hay que tener en cuenta que el baile solo por diversión es algo del siglo XX".

Tiempo y mano de obra

De entre toda la iconografía que ha llegado a nuestros días de aquella imponente civilización, las pirámides serían lo más icónico. "Pero los egipcios no se despertaron un día y se decidieron a hacer pirámides, sino que son siglos de evolución y de ensayo-error, desde las primeras mastabas a las pirámides escalonadas hasta llegar a las de Gizeh, que tampoco eran, claro, como las vemos ahora".

Poco o nada hay de componentes sobrehumanos, ni astrológicos ni astronómicos, huelga decir que mucho menos la mano extraterrestre en la construcción de aquellas tumbas. Remacha Ana María: "Yo siempre digo lo mismo: "La gente de la antigüedad era como nosotros, pero con más tiempo. Tenían más tiempo para observar, pensar, medir... Si en este caso le añadimos que la mayoría era agricultor, que las riberas del Nilo, antes de la presa de Asuán, se inundaban seis meses al año y que en ese tiempo el 90% de la población estaba de brazos cruzados... Imagínate".

Obsesión por la vida eterna

Luego está la innegable carga enigmática que genera una tumba, la construcción sobre la que pivota gran parte de la cultura del Antiguo Egipto. "Muchos piensan que estaban obsesionados con la muerte, aunque en realidad lo estaban con la vida. Con la vida eterna, de manera que toda su cultura estaba orientada a conservarla: es el caso precisamente de las momias. Ese afán conservador además de la sequedad del clima está detrás de que tantas cosas de aquel largo periodo hayan llegado en tan perfecto estado hasta nuestros días, no solo las momias, sino tejidos, objetos de madera, ¡papiros originales!". Con más humedad se hubieran perdido.

 Las tumbas eran la manera de hacer ese tránsito a ese 'más allá' en el que soñaban con seguir con su vida "pero mejor". Y venían con, por decirlo así, un manual de instrucciones escrito... en jeroglíficos.

Explica Ana: "Con la escritura llega otro falsa idea extendida y es que todos los egipcios escribían con estos signos. No es así porque la inmensa mayoría no sabía ni leer ni escribir. Pero sobre todo porque era un lenguaje ritual. Etimológicamente significa "escritura de Dios" por lo que en general se usaba para dirigirse a deidades, para rezar, y en las tumbas especialmente. Vamos, que los egipcios no escribían la lista de la compra en jeroglíficos".

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