mÚSICA. OCIO Y CULTURA

La ópera de la Carroza del Real conquista al público en una noche mágica ante el Pilar

La soprano Sonia Suárez, el barítono Gabriel Alonso y la pianista Eve Kerloc’h brillaron a un elevado nivel ante dos mil espectadores

Visión general del concierto en la plaza de las catedrales.
Visión general del concierto en la plaza de las catedrales.
Guillermo Mestre.

ZARAGOZA. "Este es un escenario mágico, deslumbrante y emblemático, y ha impresionado a todo el equipo. Lo comentábamos poco antes de empezar y la sensación ha sido unánime", decía Lourdes Sánchez Ocaña, directora de Marca, Publicidad y Promoción del Teatro Real, que instaló anoche en la plaza de las catedrales de Zaragoza su Carroza, que en el fondo solo es un camión-tráiler que viaja por España y en ella se ofrecen variados programas para niños o para todos los públicos de música, ópera y zarzuela.

Lourdes explicaba que el concierto de ayer, que se inició a las 19.30, formaba parte del programa Crescendo, una iniciativa de la Fundación Amigos del Teatro Real que se inició en 2020 y "que está siendo muy bien acogido allá por donde vamos. Por ahora llevamos cinco conciertos. Todos son especiales, pero esto, a la sombra de la basílica del Pilar es impresionante". Dio las gracias a Endesa y al Ayuntamiento de Zaragoza por acoger el programa ‘Teatro Real. Cerca de ti’.

"Este es un escenario mágico, deslumbrante y emblemático, y ha impresionado a todo el equipo. Lo comentábamos poco antes de empezar y la sensación ha sido unánime", decía Lourdes Sánchez Ocaña

No eran palabras al viento. Lourdes hizo lo indecible para que le dejasen tomar una gran foto de la majestuosidad iluminada de la plaza de las catedrales con el escenario al fondo. En él, relucía un piano negro Yamaha, e iba a brillar la pianista Eve Kerloc’h, que iniciaría el concierto con la pieza ‘Aleluya’ de Enrique Granados. Lourdes conectó con el hijo de una señora que tenía la casa frente al Pilar, "una casa como un auténtico museo y nos permitió tomar varias fotos". La ópera es magia, milagro y virtuosismo de la voz, exaltación de la música, teatralidad, pero anoche era mucho más: se conjuraban la arquitectura, las luces, un viento más bien suave, casi acariciante, la atmósfera y los rostros más atentos que atónitos del público, atentos y estremecidos: casi todo el mundo gozaba del espectáculo.

Las mejores campanas

La profesionalidad de los tres músicos fue absoluta. Acogieron con humor cualquier incidencia de los imprevistos de una función al aire libre: el sonido del ángelus, por ejemplo; luego el sonido de las campanas. La soprano venezolana Sonia Suárez, sonriente y entregada siempre, soñadora y actriz de largas manos al servicio del instrumento matizado de su voz, dijo: "Qué bien suenan las campanas". Y un poco más tarde, añadió: "Son las mejores campanas que he oído nunca".

La soprano venezolana Sonia Suárez, sonriente y entregada siempre, soñadora y actriz de largas manos al servicio del instrumento matizado de su voz, dijo: "Qué bien suenan las campanas". Y un poco más tarde, añadió: "Son las mejores campanas que he oído nunca".

Mil personas sentadas no perdían ni un sonido ni el lujo asombroso de las inspiradas gargantas. Y más de otras mil de pie recibían el abanico de emociones de la Carroza. Con sus voces, la soprano Sonia Suárez y el barítono Gabriel Alonso, solos o a dúo, parecían envolver la noche, las ventanas encendidas, los torreones, que dejaban de ser centinelas para volverse oyentes o melómanos de piedra. Los dos, Sonia y Gabriel, con sus estilos diferentes, convencieron al público: en la primera parte, Sonia cantó a Gounod y su ‘Romeo y Julieta’, y ahí mostró su fibra sentimental, su vibración cristalina, el buen gusto del drama; cantó a Puccini y su ‘Si, mi chiamano Mimi’, y Alfredo Catalani y su ‘La Wally’.

La soprano Sonia Suárez se dirige al público con su canto.
La soprano Sonia Suárez se dirige al público con su canto.
Guillermo Mestre.

Gabriel Alonso entonó con dramatismo y sentido del humor, con claro aroma teatral, cantó dos temas de Mozart y cerraron la primera parte, a dúo, con ‘Là ci darem la mano’ del ‘Don Giovanni’ de Mozart también. El público había aplaudido con sinceridad, había gritado ‘Brava’ y ‘Bravo’, pero entonces aplaudió mucho más. Sonia y Gabriel mezclaron en la música, en el encanto, en la pasión y en la empatía.

En la segunda parte, sucedió lo mismo. El público pareció disfrutar aún más. Gabriel Alonso brilló con ‘Ah! Per sempre io ti perdei’ de I Puritani’, la gran obra de Vincenzo Bellini; con ‘Don Carlo’ y luego ya con la zarzuela. Y Sonia Suárez atacó con poderío, ardor, belleza, armonía y romanticismo un fragmento de ‘Turandot’, ‘Signore, ascolta’, y el ‘Oh, patria mia’ de Verdi. Si uno se levantaba y se iba hacia el fondo, en la entrada de la calle Alfonso, los cantantes y la pianista, exquisita, parecían dioses, bacantes, los espíritus que se llevaban la música y la plaza en volandas.

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