Cristina Araújo: "No me inspiro ni en la Manada ni en el Me Too"

Nacida en Madrid en 1980, la autora debuta en la novela con 'Mira esa chica' (Premio Tusquets), sobre los ecos de una violación y las relaciones viciadas entre amigos.

La escritora madrileña Cristina Araujo
La escritora madrileña Cristina Araujo, en Zaragoza para presentar su novela
Oliver Duch

¿Podría decirse que el origen de ‘Mira a esa chica’ es la violación de la Manada?

No. En absoluto. El arranque no fue exactamente un hecho traumático ni mediático como ese.

Entonces, ¿de dónde partió la novela?

Al principio fue algo aislado que leí en la prensa. Y empecé a acumular información, leí muchos libros, biografías, confesiones y testimonios, casos estremecedores, y el tema me fue interesando mucho. A la vez, me ayudaban libros y autoras concretas como Joyce Carol Oates, la Nobel Annie Ernaux, Lorrie Moore, Vivian Gornick, Joan Didion, Sally Rooney, básicamente autoras en lengua inglesa…

¿Quiere eso decir que el proceso de documentación fue largo?

La verdad es que no. Tampoco. Entraba y salía en sus libros en función de las necesidades de la ficción y de la búsqueda de modelos. Soy licenciada en Filología Inglesa, vivo en Fráncfort y me resulta fácil leer en inglés. Y lo hago, salvo excepciones, por ejemplo cuando leo a dos referencias básicas para mí, junto a estas autoras: Thomas Mann y Leon Tólstoi, que me gustan mucho por su capacidad introspección, por su voluntad de profundidad. Abrí un cuaderno y empecé a escribir.

¿Escribe a mano?

No. Solo para arrancar. Tomé muchas notas y empecé en un cuaderno, y luego seguí en el ordenador. La redacción de la novela me costó algo más de un año.

¿Tampoco le afectó el Me Too?

Me gustaría decirle que no porque creo que es lo correcto. Más que contar una violación, que la cuento, quería contar la historia de un personaje, Miriam Dougan, en un ambiente especial. Una joven, más bien gorda, que se lleva mal con su cuerpo, que no gusta mucho a los chicos, que es objeto de burlas de sus compañeras y de ellos, y que de repente se asoma a una catástrofe. A una doble catástrofe: la de una violación y la de todas sus secuelas.

¿Qué quiere decir?

Como escritora una de las cosas que más me gusta es analizar la psicología de mis personajes, ver cómo crecen, cómo evolucionan, cómo se relacionan entre ellos. Y cuando les pasa algo tan duro, cómo lo afrontan.

Aváncenos lo que sea posible.

La protagonista, cuando le sucede eso que le va a cambiar la vida, no sabe muy bien qué hacer. Se pregunta mil cosas: ¿se lo dirá a su madre? ¿Debe contárselo a las amigas? ¿Cómo se responde a sí misma a tantas preguntas?

¿Cuándo decidió usar la segunda persona?

Cayó en mis manos el libro ‘Luces de neón’ de Jay McInerney, él usa esa segunda persona y, tras hacer varias pruebas que no funcionaban bien, me incliné por esa fórmula en capítulos concretos. Es como si Miriam tomase distancia, se disociase y conversase consigo misma y con la sombra del sufrimiento, que es uno de los temas evidentes del libro.

Usted aborda muchos cosas: el tonteo, la crueldad, la maldad.

Todo ello está ahí. Una de las cosas que más me impresionó de todo lo que he leído y he observado es el protocolo sanitario tras una violación. No es como si te volviera a violar, pero las preguntas que hacen en el hospital son de una gran crudeza. Por ejemplo, tras una violación, tienes que hacer una prueba de sida a los tres, a los seis, nueve o doce meses. De alguna manera, la tensión y el recuerdo persisten.

En la página 45 del libro recuerda las que le hicieron en el juicio: «¿Acordó mantener relaciones sexuales?»; «¿recuerda usted en qué orden hizo las felaciones?»; «¿dijo usted en alguna ocasión “No” o “Parad ya”»?

Todos hemos flirteado y tonteado, hemos podido ir más allá o más acá, hemos podido mandar una fotos de las tetas por ‘wasap’, hemos oído barbaridades, pero eso no le permite a nadie ir más allá del consentimiento.

Como escritora, en materia de estilo, ¿cómo afrontó un libro así, con varias voces?

Hubo un momento en que me di cuenta de que estaba escribiendo un libro incómodo, con el que no estaba a gusto. Pero había algo que me salvaba y me estimulaba: la literatura, la invención, el embrujo del lenguaje, el estilo. Y ahora, puede imaginárselo, me hace muy feliz que la novela haya ganado el premio Tusquets.

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