Emilio Alfaro: "Más que de ETA, quería contar una tragedia clásica de amor"

El escritor y periodista conversa este jueves, a las 19.00, en el Salón Rioja de Ibercaja, con Joseba Eceolaza, autor de ‘ETA: la memoria de los detalles’, y presentará su novela ‘Amar mata’ (Alberdania).

Emilio Alfaro visita este jueves Zaragoza con su primera novela.
Emilio Alfaro visita este jueves Zaragoza con su primera novela.
Archivo Alfaro

Si tuviera que hacer un balance de su vida en el periodismo, ¿qué diría?

·Estudié periodismo porque me gustaba escribir y pensé que esa era una buena vía para hacerlo. Lo que pasa es que una vez que conoces la primera redacción, y fue ya casi en los primeros años de carrera, el periodismo me sedujo y me absorbió por completo. Y ya desde ese momento casi no me dejó tiempo ni sitio para la escritura.

O sea que era un escritor aplazado.

Sí. A lo largo de 42 o 43 años tenía la literatura como algo pendiente y lo intenté sustituir con la lectura. He sido un lector de novela, y de ficción en general, bastante entregado, y siempre tenía en la cabeza escribir una novela. Envidio mucho a los compañeros que además de ejercer el periodismo podían hacer otra cosa -narrativa, ensayo, poesía…-, pero con los horarios y las ocupaciones y preocupaciones (desde que te levantas hasta que te acuestas no haces más que pensar en el periodismo) no he sido capaz. Además, he vivido en Vitoria y durante más de 30 años he trabajado en Bilbao.

Hemos leído algunos libros sobre Euskadi: Atxaga, Ramiro Pinilla, Edurne Portela, ‘Patria’ de Fernando Aramburu… ¿Cuál es su percepción: el pueblo vasco fue víctima y también una parte protegió, de alguna manera, a la banda terrorista ETA?

Esa es una realidad: ETA no hubiera durado el tiempo que duró sin el apoyo de un sector de la sociedad vasca que le amparaba y que le amparó. Y de alguna forma uno de los enigmas que está ahí pendiente es saber cómo fue posible que una minoría se impusiera mediante la violencia a la mayoría, mediante un terror aplicado no a todos, pero sí selectivamente. Ese es un enigma que lo tienen que resolver los historiadores.

En el fondo, usted, desde otro punto de vista, como telón de fondo y sin citar a ETA, aborda ese asunto.

Me obsesionó mientras ejercía el periodismo, donde hice un poco de todo, en varios medios y en ‘El País’. A la hora de escribir la novela no quise en absoluto explicar cómo había sido la violencia en Euskadi. No hablo de ETA, ni la cito, quería centrarlo en la historia central: quería hacer una tragedia clásica de amor.

¿Una historia clásica?

Sí. Casi clásica. Quería poner a dos personas, zarandeadas por fuerzas que no terminan de controlar, y que las llevan a situaciones extremas: por un lado al crimen, en el caso de Luke, y por otro lado al amor, sabiendo que tiene su riesgo, en el caso de Marisol, y luego al amor imposible porque está ahí el secreto de un crimen cometido y ocultado. Y lo sitúo en otro contexto que sí conocía bien, que es el de la otra tragedia, esa a la que alude usted.

En cualquier caso, en un relato así no es fácil escapar de ese clima de terror.

Claro que no, pero no quería explicar la violencia terrorista, otra cosa es que al final eso aflora y a los lectores les llama la atención porque no lo han conocido con ese detalle. El hecho de no nombrar a ETA ni poner los topónimos era para fijar la mirada del lector en ese conflicto y que no se distrajera. No sé si lo consigo.

¿Ha tenido novelas concretas en la cabeza, libros que le ofrecieran claves de composición?

Sí, quise plantear ese conflicto moral que se plantea alguien que se ha visto arrastrado al crimen. Luke ha sido consciente y después intenta redimirse pero de forma imperfecta porque quiere hacerlo sin arrostrar la penitencia… Al mismo tiempo, Marisol es un personaje doblemente trágico porque pierde a su marido, un teniente de la Guardia Civil, y se enamora, sin saberlo, de la persona que lo mató… Quise centrarme en la tragedia y en ese conflicto moral, que es más por parte de él que de ella. Uno sabe y la otra no. Luke no se atreve a dar el último paso porque sabe que confesar el crimen supone perder para siempre a Marisol.

¿Autores, novelas, memorias?

No sabría decirle. Escribí el libro muy a ciegas. Y desarrollé eso que tenía casi como un enunciado: "Qué pasaría si un terrorista arrepentido se enamorase de la mujer de un hombre al que había asesinado". Ha sido un desafío.

El tema ni es fácil ni parece una frivolidad.

No. Creo que algo he experimentado en la forma: en el primer capítulo voy a contar más o menos la historia, y a partir de esa entrada voy a retroceder haciendo una especie de ‘flash back’, donde se entrelazan las vivencias de los dos. Y en el segundo y tercer capítulo, les di voz a cada uno, en un juego de perspectivas.

Sí, sería consciente de que podía suscitar susceptibilidades…

Si tenía cierto miedo de que no fuera entendido por las víctimas, que bastante han sufrido ya. Tras una primera lectura, un amigo me tranquilizó. En Barcelona, con Jordi Amat, me presentó la novela Rosa Lluch, la hija de Ernest Lluch, y me quitó las dudas cuando me dijo que se había sentido muy representada por la novela. 

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