Cinco verdades básicas sobre el cuidado de los bonsáis

Vicente Sánchez, presidente de la Asociación Zaragoza Bonsái, resume su credo personal en una actividad que, como recuerda, tiene que ver con un ser vivo

Bonsái de olivo recto informal de 50 años de edad, expuesto en el patio del Museo de Zaragoza hasta el 23 de octubre.
Bonsái de olivo recto informal de 50 años de edad, expuesto en el patio del Museo de Zaragoza hasta el 23 de octubre.
H. A.

La muestra de bonsáis que alberga esta semana el Museo de Zaragoza, completada por una exposición de arte japonés, abre una nueva ventana para aficionados y neófitos  al mundo de estos pequeños árboles y los cuidados que requiere. Vicente Sánchez, presidente de la asociación Zaragoza Bonsái, tiene muy claros unos cuantos conceptos al respecto de la actividad que le apasiona.  

A modo de introducción, Sánchez apunta que el cuidado de bonsáis no es una mera afición. “Es importante dejar claro que para cuidar adecuadamente un bonsái se debe sentir un amor profundo por la naturaleza. Hablamos de un ser vivo, que requiere sensibilidad. Otra cosa: no hay bonsáis de exterior o interior. Todos los árboles son de exterior, el asunto es cuidarlo”. 

El presidente de Zaragoza Bonsái explica que hay distintas técnicas para los correctos cuidados de los bonsáis. "También recuperamos árboles que nacen naturalmente en cunetas o pistas; pedimos los permisos correspondientes, los ponemos en macetas y procedemos a su cuidado con los criterios del bonsái; el proceso puede durar 10 ó 15 años hasta que toman la forma de las piezas que pueden verse estos días en el Museo”.

Las cinco verdades de los bonsáis

  • No hay semillas de bonsái. Son árboles que crecerían de manera natural en un espacio abierto, desde un olmo a un olivo, un pino o muchos otros. No hay un árbol bonsái, sino un olmo bonsái o una sabina bonsái. 
  • La luz natural, fundamental. Lo ideal es hacerlo en exterior, o bien en un punto iluminado con luz natural si es interior”.
  • Combinación de técnicas. Una de ellas es el acodo; se trata de formar nuevos ejemplares a partir de una rama de la planta donante, sin ser separada; se hacen brotar raíces y cuando éstas se desarrollan, se separa la nueva planta. También se pueden emplear esquejes, cortando un trocito de rama y plantándolo, si se trata de una especie que puede enraizar de ese modo.
  • Como un bebé, pero con matices. Este árbol metido en un tiesto tiene todas las necesidades de uno que pueda estar en plena naturaleza, así que hay que abonarlo, regarlo adecuadamente según la especie, podarlo… para que permanezcan pequeños hay que aplicar unas podas especiales que frenan el crecimiento sin afectar a su vitalidad.
  • Cuidados estacionales y multianuales. Al acabar la primavera hay que pinzarlos, por ejemplo, y cada tres o cuatro años se sacan de la maceta para podar las raíces y que no se sature el receptáculo”.
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