El Centro de Historias cita a los 'cisnes' aragoneses
Inaugura una exposición que recorre la historia de la danza clásica en Zaragoza, desde María de Ávila a nuestros días
En 1948 María de Ávila renunció a su puesto de primera bailarina del Teatro del Liceo, a su trabajo como profesora en el Institut del Teatre y a una gira que tenía prevista por Estados Unidos y se casó con el ingeniero zaragozano José María García Gil. Abandonaba los escenarios. Dos años más tarde abriría una academia de danza clásica en el Coso zaragozano (luego se trasladaría a la calle de Francisco de Vitoria) y el panorama del ballet en Zaragoza cambió por completo: pasó de la nada casi absoluta a convertirse en referencia nacional e internacional. Y todo gracias a ella, a sus alumnos, y al caldo de cultivo que se generó. Buena parte de las primeras estrellas del ballet internacional de los últimos años han nacido o crecido en Zaragoza, cosa que no se ha ponderado lo suficiente. "Cuántos países darían lo que se les pidiese por tener una maestra como María de Ávila", llegó a asegurar en su día Maurice Béjart.
El resumen y la puesta en valor de todo lo que ha sido la danza en Zaragoza en los últimos años lo hace ahora 'Cisnes. Cien años de danza clásica en Zaragoza', una exposición que acaba de inaugurar el Centro de Historias en su primera planta y que podrá visitarse hasta el 8 de enero. "Zaragoza tendría que ser la gran ciudad de la danza -reclamaba este viernes Ana Rioja, comisaria de la exposición-. Numerosas estrellas, que han bailado y bailan para los mejores coreógrafos del mundo, tienen el sello de haberse formado en el estudio de María de Ávila, o de Lola, su hija y heredera de toda esta tradición. Los ocho profesores que dan clases en el Conservatorio Profesional de Danza han pasado por allí, lo que prueba la importancia de ese legado. Esta exposición, además, es un homenaje a esos 'cisnes', primeras figuras de la danza que nos han hecho más libres y nos han llenado de belleza, que en la mayoría de los casos han tenido que irse para continuar con sus carreras y que, de esta manera, regresan un poco a casa. En la exposición están representados más de 150 bailarines".
La idea original partió de la historiadora del arte Beatriz Lucea, que en plena pandemia vio que se cumplía el centenario del María de Ávila y que la efeméride iba a pasar inadvertida. Al empezar a trabajar en la exposición (se ha ocupado de la museografía), el concepto se amplió hasta configurar una historia del ballet en Zaragoza. Ana Rioja y Beatriz Lucea, con Anto Moreno en la dirección de arte, han logrado una exposición redonda, llena de curiosidades y sorpresas, y a la que el montaje, riguroso en lo científico, exprime con inteligencia las posibilidades de cada pieza.
El recorrido se inicia con María de Ávila, de la que se presentan fotografías históricas (en una está la primera de las generaciones acuñada en su estudio, con Cristina Miñana, Carmen Roche, Ana Laguna, Lola de Ávila, Ana María Górriz, Carmen de la Figuera y Emilia Baylo siendo aún muy niñas), carteles y programas, junto a objetos de uso personal, como la blusa que vistió en el homenaje que se le rindió en el Principal, sus icónicas gafas, o incluso se recrea el famoso coletero que tenía en su estudio. Y en un tramo del recorrido se percibe su aroma característico gracias a un fular impregnado del perfume que siempre usó, 'Opium' de Yves Saint Laurent. En una pantalla de televisión, además, se emite un tráiler del documental que Miguel Lobera estrenará próximamente sobre María de Ávila. Se ocupa este apartado también de su hija Lola, del que se expone uno de los tutús que llevó en un festival de fin de curso.
El segundo de los espacios está dedicado a las escuelas (Emila Baylo, Carmen de la Figuera, ESARC, Coppelia Danza, Arantxa Argüelles, Antonio Almenara y Carmen Aldana) y compañías de danza clásica de Zaragoza, con especial atención al Ballet de Zaragoza, para acabar el recorrido con La Mov. Hay también un vídeo con piezas de distintas representaciones, pero la pieza estelar es un 'bosque' con distintos tutús y vestuarios empleados por el Ballet de Zaragoza, cancelado en 2005.
Y el tercero de los espacios está dedicado básicamente a los bailarines: Ana María Górriz, Dores André, Víctor Ullate, Diego Cruz... Las fotografías son impresionantes, pero en cada vitrina, a cada paso, está al acecho una sorpresa: se exponen tutús como los que vistieron Trinidad Sevillano en 'El corsario', Arantxa Argüelles en 'Don Quijote' o Violeta Gastón en 'Esmeralda', un sillón de Jorge Gay para la escenografía de 'El trovador'; bocetos originales de Antonio Saura, José Luis Cano o Pepe Cerdá para distintas obras; una camisola de Víctor Ullate; o unas zapatillas exhaustas con las que María Ángeles Bescós bailó 'Romeo and Juliet (Three harlots)' en el Convent Garden junto al Royal Ballet de Londres. O más: la tabla que Antonio Almenara diseñó para dar forma a los arcos de los pies (planos y valgos) del entonces niño Gonzalo Preciado, mucho antes de que este se convirtiera en el primer español en ser primera figura del Ballet de Letonia. Y más: la exposición, de mirada amplia y limpia, prácticamente concluye su recorrido en una vitrina dedicada a Miguel Ángel Berna. En ella se muestran las famosas castañuelas de metacrilato que le hizo su padre. Al lado, una pieza menos conocida: las castañuelas metálicas con las que Vicente Escudero bailó en 1939 'El amor brujo'.
"Zaragoza, a día de hoy sigue generando grandísimos bailarines y exportándolos a todo el mundo -concluía este viernes Beatriz Lucea-. Por eso era necesaria esta exposición, que hemos querido que sea muy teatral en su puesta en escena, porque no en vano estamos en el mundo del teatro, la luz y la música". El ayuntamiento de Zaragoza trabaja ya en un completo programa de actividades complementarias sobra la danza para acompañar esta exposición de 'Cisnes'.
