NARRATIVA 

Sergio del Molino: "El encanto felipista existe y es un misterio irreductible"

El autor publica 'Un tal González', un ensayo narrativo sobre el expresidente socialista del que dice que "es pétreo y puede ser cruel".

Sergio del Molino presenta su libro el 6 en Madrid y conversará con Ana Blanco.
Sergio del Molino presenta su libro el 6 en Madrid y conversará con Ana Blanco.
Guillermo Mestre.

¿Qué es lo que he llevado a escribir este libro, 'Un tal González' (Alfaguara), que sale a la venta el 6 de octubre? ¿Qué pasó por su cabeza? Da la sensación de usted es un escritor que vive de la realidad, y además de la realidad española y que se ha impuesto la tarea de contar España.

Sí, viene de esa deriva que usted observa. Conforme voy acotando y pensando en este país, y convirtiéndolo en un objeto de reflexión y en una excusa narrativa, llega un momento en que me tropiezo con el gran iceberg de Felipe González. No sé en qué momento. No ocurre un ‘¡Eureka!’ ni una epifanía pero hay un momento en que me convenzo de que no se puede entender España de hoy sin abordar la figura de Felipe González, alrededor de la cual percibo un gran vacío narrativo.

¿Por qué lo dice?

Es una figura omnipresente en la crónica periodística, en parte de la historiografía, pero no hay una novela, no hay una aproximación, no hay una serie… En su dimensión narrativa de personaje no se ha abordado, y creo que por buenas razones sensatas en general. Entiendo que si Felipe González no estuviera vivo sería ya un personaje, pero creo que su propia presencia impone mucho y condiciona mucho la visión que tenemos de él. Y me parece que ese es un escollo que debemos superar. Tenemos que empezar a tratar y a mirar de frente de la figura de Felipe para entender todo lo que somos.

Creo que no lo dice del todo, pero se han encontrado tres veces. ¿Cómo fueron esas citas? ¿Llegó a abrirse él? Parece en cierto modo el flautista de Hamelín, es un seductor innato, en el libro es igual de cercano que marmóreo...

Felipe González es pétreo. Es muy cerrado, no enseña nada que no quiera enseñar, pero ni una micra, sabe no exponerse exponiéndose mucho. Y la verdad es que en el trato con él es muy afable, y cordial, incluso cariñoso, no tengo queja alguna, pero no le sacas nada, no le sacas una frase. No le pillas en un descuido, evidentemente. Si ya es difícil a un político curtido sacarle algo, a Felipe González Márquez hay que olvidarse.

¿Entonces, qué le interesaba de él?

Lo que me interesaba de él era su presencia, no tanto lo que me pudiera contar, que no me va contar nada por muchas horas que hable, no cuenta, y aun le rasqué, pero lo que me interesaba era ponerle cuerpo y carne. Su presencia, su gesto, cómo reacciona ante determinadas palabras, cómo se relaja, cómo baja la guardia. Esas cosas me interesan mucho para poder vestir el personaje. Y por eso hablamos de todo y de nada. Yo no le propuse hacer entrevista. Le propuse hablar sin más.

"Entiendo que si Felipe González no estuviera vivo sería ya un personaje, pero creo que su propia presencia impone mucho y condiciona mucho la visión que tenemos de él. Tenemos que empezar a tratar y a mirar de frente de la figura de Felipe para entender todo lo que somos"

¿Le grababa?

Sí, una vez que habíamos empezado, una vez que llevábamos un rato. Le pedía permiso. No de entrada.

Habla varias veces del encanto felipista, ¿Lo ha descubierto?

No. Hay un misterio irreductible. Creo que tiene algo que ni él sabe lo que es. Sabe usarlo pero no lo sabe ni él que tiene que ver con su forma de hablar y con la manera en que apabulla, porque apabulla, y apabulla mucho, y cómo llena él la habitación de palabras, pero hay algo intangible, hay algo que creo que ni él ha meditado sobre ello y que sabe utilizarlo muy bien, de una forma muy instintiva. Los alemanes de Willy Brandt, en los años 70, le decían a Alfonso Guerra que qué suerte tenían de tener alguien así. “A nosotros fabricar alguien así nos costaría veinte años. Vosotros lo tenéis de forma natural”. Y es verdad: es uno de los poquísimos ejemplos del mundo de un carisma tan especial que creo que es un misterio. No sabe por qué produce eso, pero lo produce. Entra en una habitación y todo el mundo quiere contentarle, quiere agradarle, de alguna forma. Y eso es alucinante.

Sin embargo, la sensación que tengo, es que le surgen enemigos: en el libro hay varios antagonistas (Luis Gómez Llorente, Pablo Castellano...), pero especialmente Alfonso Guerra, que es su amigo y no es su amigo. Alguien dice que no eran amigos. Son fieles el uno al otro pero hay un momento en que se traicionan… O eligen caminos separados.

La gran relación del libro, no sé si de antagonismo, es Alfonso Guerra, y también la gran desilusión. La relación se tuerce y el amigo se vuelve un poco antagonista, pero nunca llegan a ser enemigos a pesar de las luchas encarnizadas que había en el PSOE. Creo que siempre se han estado mirando de reojo el uno al otro. No se entiende el uno sin el otro. Cuando se separan es como si le faltara al otro una parte. Pero yo creo que Felipe González ha llevado mucho mejor esa ausencia. Alfonso Guerra no lo ha superado.

Hay un momento que, realmente, aunque hace una crónica realista inventándose cosas posibles, diálogos y situaciones probables, habla del héroe como si Felipe González en el fondo fuese, casi a su pesar, la encarnación de un héroe de la política.

Es que eso es como se ha vendido la historia, pero no lo ha hecho él. La han vendido los felipistas. Las biografías de González, escritas a favor, cuentan el camino del héroe desde los orígenes mismos, el hijo de un vaquero, todo está lleno de una mitología heroica y creo que no encaja. Ninguna vida encaja, pero si la cuentas así no se entiende nada. Creo que Felipe González no es un héroe arquetípico cuya vida se vaya siguiendo las etapas del camino del héroe.

"Los alemanes de Willy Brandt le decían en los años 70 a Alfonso Guerra que qué suerte tenían de tener alguien así. 'A nosotros fabricar alguien así nos costaría veinte años. Vosotros lo tenéis de forma natural'"

Destaca la cita de su madre con la vidente, que le dice que su hijo será un héroe de España. E insiste dos veces en ello.

Es que cuando lo subrayan de tal forma (eso lo contaba Alfonso Palomares en la biografía más hagiográfica de todas, la más fantástica), cuando empiezas con esas huellas estás subrayando mucho el carácter heroico y griego. Y él no promovió ese mito, pero se ha dejado hacer muy a gusto.

Reflexiona usted sobre él, parece que no quiere ser nada, que no es ambicioso, pero al final ahí está y resulta casi invencible.

Bueno, por eso digo al principio que es una coquetería que él cuenta. Tiende a contar su vida como una fatalidad. Por las circunstancias de la historia y de su vida le vino esto, que no pidió y ha intentado llevar la carga de responsabilidad y compromiso como mejor ha sabido y ha podido. Y eso es un camelo. Evidentemente hay una historia de ambición. Lo que intenté ver es que hay unas casualidades que le llevan por un camino que lo mejor no pensó cuando era joven. No creo que él toda su vida la haya encaminado a ser presidente de Gobierno ni a ser el gran líder socialista que luego fue, pero sí creo que hubo ambición y que puso mucho de su parte. El momento de quiebro es cuando él habla ante Rodolfo Llopis en 1969 en Bayona. Es el momento decisivo en que pone toda la carne en el asador para ser lo que va a ser y asume un compromiso…

Lo humilló entonces y lo haría en 1972.

Sí, en 1969 y en 1972. Hay una mezcla de los dos puntos de vista o perspectivas: los que representan a Felipe como alguien maquiavélico, que hace todo por conseguir el poder y que todos sus gestos están exquisitamente calculados para conservar el poder, y luego conservarlo. Creo que es un relato que no se ajusta a la verdad, y tampoco se ajusta el relato felipista de que le cayó encima la responsabilidad del poder pero también hay una ambición poderosa y firme. Felipe González es tan ambicioso y está tan seguro de sí mismo que está dispuesto a perderlo todo muchas veces. Está siempre diciendo que se va, renunciando, dimitiendo, esa apuesta del todo o nada, solo la puede mantener alguien tremendamente ambicioso. Y seguro.

"Creo que siempre Guerra y González se han estado mirando de reojo el uno al otro. No se entiende el uno sin el otro. Cuando se separan es como si le faltara al otro una parte. Pero yo creo que Felipe González ha llevado mucho mejor esa ausencia. Alfonso Guerra no lo ha superado"

¿Se siente usted hijo del régimen del 78?

Por supuesto. Y lo defiendo. Estamos aquí, somos lo que somos por esa defensa de la democracia, por la idea de la modernización y por Felipe González, con sus luces y sombras, que las hay…

Decepciona su actitud, ese mirar hacia otra parte, cuando los guerristas volvieron la espalda y denunciaron a Pilar Miró.

Felipe González podía ser cruel. Incluso muy cruel. Y quizá ese es uno de los grandes momentos. Hay que recordar que Pilar Miró fue absuelta. En cualquier caso subió al poder por su personalidad, por el clima del país y creo que porque España, en aquel momento, tenía algo de candor. González no quiere hablar ni de terrorismo ni de corrupción.

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