'No te preocupes, querida': detrás de lo maravilloso
Las polémicas acerca de lo sucedido en los rodajes cobran una dimensión que marca las películas, asociadas por defecto a esas circunstancias en detrimento de los alicientes cinematográficos que puedan presentar. De ‘No te preocupes, querida’ se ha hablado de un despido, tensiones, discusiones, un romance, un divorcio…, embarrado cauce que hizo fijar el foco en las actitudes de los miembros del equipo durante la promoción en Venecia. Apartado ese ruido, el segundo trabajo como directora de la actriz Olivia Wilde se adscribe a lo interesante y apreciable. Aunque el tratamiento queda algo descompensado, Wilde, que además se reserva un papel secundario, deja detalles de composición y de tono en una historia que bebe de la imagen de aparente felicidad de las familias en la sociedad estadounidense de los años 50, con los hombres yendo a la oficina y las mujeres contentas en casa. Un planteamiento llevado hacia el ‘thriller’, marco en el que se apoya en lo que desprenden sus elementos reconocibles y en el talento y el magnetismo de Florence Pugh.
El relato se construye sobre la alusión a lo que hay detrás de lo maravilloso e ideal, en este caso lo que esconde el proyecto que motivó la creación de un área residencial en pleno desierto. Las evocaciones transmitidas giran en torno a la prosperidad condicionada a la única regla que debe cumplirse, al compromiso comunitario, a la figura del líder enigmático y convincente y al cambio y a la extrañeza que siente la protagonista.
Cuando la joven empieza a sufrir alucinaciones y a tener un comportamiento errático (destaca la escena en la que se cubre la cabeza con film transparente) surgen el recelo, las amenazas sutiles y directas, la distancia matrimonial y la visión de que está trastornada. La revelación posterior implica rasgos de ciencia ficción (no aprovechados del todo) y trae un discurso tan turbio como juguetón sobre la masculinidad descrita.
