Cuando un director con posición en la industria apuesta por el talento ajeno y ejerce de padrino y productor de un primer proyecto suele ser indicativo de que el profesional promocionado exhibe maneras. ‘Jaula’, como en su día ‘Musarañas’ o ‘Errementari’, tiene el reclamo y la garantía del ‘Álex de la Iglesia presenta’ lucido en el cartel y los créditos iniciales. La película de Ignacio Tatay parte de una situación potente por el trauma manifestado, sus ecos de terror y el enigma que encierra, la del hallazgo y acogida de una niña con problemas que solo está calmada si se encuentra dentro de un cuadrado dibujado con tiza en el suelo. Su vida se desarrolla en esa zona de seguridad, y si se siente amenazada responde con violencia.

Al principio lo mostrado no termina de convencer, barrera disipada una vez el tratamiento coge forma. El interés fluye por el cauce psicológico canalizado en la descripción del vínculo entre la menor y la mujer que se vuelca para ayudarla y del retrato de esta nueva madre, encarnada por Elena Anaya. La fuerza narrativa de la secuencia en la que adapta su casa al condicionante de la tiza, los momentos de angustia y tensión y el camino expositivo tomado después corroboran el buen debut de Tatay, respaldado por la consagrada guionista zaragozana Isabel Peña.

En la evolución de la protagonista se perciben las heridas previas, la obsesión, la inmersión y la distancia que pone frente a los demás cuando le señalan la evidencia de que la acogida no funciona. El hecho de que busque respuestas por su cuenta propicia que el relato cambie en el último tercio, giro que pone en el foco un detalle ambiental que antes había llamado la atención. Aunque la fórmula aplicada se transparenta, el viraje resulta atrayente por el riesgo que implica, por el tono y la plasmación de Tatay, por el detenimiento en unas explicaciones que modifican la perspectiva y por el perfil introducido entonces.