Las relaciones de pareja que duran a pesar de años transcurridos, cambios, enfriamientos, problemas cotidianos, cuestiones enquistadas y dificultades dolorosas tienen algo de proeza. Paolo Genovese (‘Perfectos desconocidos’) considera que la circunstancia resulta casi propia de superhéroes, idea a la que se refiere en el título original de ‘Una historia de amor italiana’. El enfoque entrañaba sus riesgos por los derroteros que podía tomar, pero el director sabe llevarlo y sorprender para bien. La película describe las etapas y momentos por los que pasa la unión entre una dibujante y un profesor de Física mostrando el pasado y el presente, fases con una década de por medio. Genovese refleja la idea que le inspira en la serie de cómic en la que trabaja ella y construye la narración sobre el postulado de él de que el tiempo no existe, de ahí que prescinda de lo lineal y apueste por un desarrollo con saltos continuos entre contextos emocionales. La química entre Alessandro Borghi y Jasmine Trinca y el vínculo de sus personajes desprenden un punto de frescura que, junto con la dinámica elegida y la evocación sobre la vida en el marco de lo que une, hacen que la obra sea bastante interesante.

Genovese habla de la magia de la atracción inicial, la complicidad, la entrada en escena de la convivencia, los periodos de atemperamiento, los celos (la figura de la ex, aquí con un recorrido especial), la tentación de la infidelidad en choque con lo que permanece, la aparición de los hijos en los planes y los golpes que se afrontan.

El amago de cambio de tercio introducido mediado el relato conduce a la confusión transitoria del espectador, que luego ve en el juego un inteligente detalle expositivo. El perfil de la carga dramática que aflora hacia el final genera a priori unas dudas que el filme disipa al remover de modo equilibrado. Genovese expresa en este tramo su verdadero discurso sobre el tiempo.