Sigue pendiente que salgan adelante más proyectos y de forma más continuada, si bien la animación española ha dado pasos significativos. Uno de ellos fue ‘Las aventuras de Tadeo Jones’ (2012), película sobre un torpe peón de la construcción apasionado de la arqueología que vivía la experiencia con la que siempre había soñado. Su recorrido en taquilla motivó una secuela, ‘Tadeo Jones 2. El secreto del rey Midas’ (2017). Entretenidas y más que dignas, ambas propuestas evocaban y promovían con honestidad el espíritu del clásico cine de aventuras, base que ‘Tadeo Jones 3. La tabla esmeralda’ retoma y acompaña de alicientes. Los detalles de ambientación exhiben la evolución y el enriquecimiento visual de la obra, como las anteriores dirigida por Enrique Gato. Esta plasmación, la vistosidad de la historia y el hecho de que la narración fluya más depurada hacen que sea la entrega más lograda y entonada.

En comparación con lo ofrecido previamente, el relato prescinde, por fin, de los chistes tópicos complementarios que afeaban el tratamiento cómico y minimiza asimismo los guiños facilones. El juego que dan la peculiaridad de Momia y su vínculo con Tadeo vuelven a centrar la vía humorística junto al don del protagonista para meterse en problemas. A la misma también contribuyen los gags y las situaciones en torno a las transformaciones que provoca una maldición. Esta afecta al monstruo inca y a las mascotas (el perrito y el loro mudo) cuando el arqueólogo amateur, cansado de no poder revelar sus vivencias y de la desconsideración de los profesionales del sector, inicia por su cuenta una búsqueda con la que reivindicarse.

El estado anímico de la antigua faraona, una de las dos incorporaciones femeninas secundarias, lleva aparejado un interesante apunte acerca del olvido de la mujer en la Historia que se escribe. No obstante, el discurso principal, como enfatiza el tramo final, se refiere a la amistad.