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Muere en Zaragoza el pintor, crítico de arte y gestor cultural José Luis Lasala

Perteneció al grupo Azuda-40, avanzó sus memorias en el arte en HERALDO y dirigió la Obra Cultural de Ibercaja durante dos décadas

Retrato de José Luis Lasala en vísperas de su jubilación de Ibercaja, en 2010.
Retrato de José Luis Lasala en vísperas de su jubilación de Ibercaja, en 2010.
Oliver Duch.

Ha fallecido el pintor, crítico de arte y gestor cultural José Luis Lasala (Zaragoza, 1945-2022) durante dos décadas en la Obra Cultural de Ibercaja, de la que fue responsable durante algunos años, en la que la apuesta por el arte contemporáneo fue más decidida, en los años 90 y primera década del siglo XXI. José Luis Lasala, que escribió crítica de arte en ‘Andalán’ y otros medios como HERALDO, formó parte del grupo Azuda-40, un colectivo de ocho artistas que animó el catedrático y orientalista Federico Torralba y que estaba formado por Natalio Bayo, José Luis Cano, Pascual Blanco, Vicente Dolader, José Ignacio Baqué, Pedro Giralt, Antonio Fortún y el propio Lasala.

Empleado de Ibercaja, luego director de una oficina en el paseo de Sagasta, de allí dio el salto a la gestión cultural de Ibercaja, y con él y con su estrecho colaborador en materia artística Gonzalo de Diego, la caja de ahorros trajo a Zaragoza la obra de Alberto Giacometti, Cartier-Bresson, Picasso, Sorolla, Fortuny, Denise Colomb, Pierre Soulages, etc. Fue decisivo en la nueva política editorial de la entidad de ahorro, con la creación de colecciones como Boira, y en la organización de ciclos de cine y gastronomía, en este caso con la inestimable colaboración de Alberto Sánchez. Animó la colección Xordiqueta de aragoneses ilustres, que escribía y dibujaba José Luis Cano, para Xordica, y fue clave en la política de itinerancias de Ibercaja por distintas ciudades aragonesas y españolas como Logroño, Valencia y Soria.

Pero José Luis Lasala, que era un apasionado lector y un estudioso constante de la estética del arte y de los artistas, se sentía ante todo pintor. Un pintor autodidacta, que empezó siendo un pintor crítico y pasó a una orientación más artística. Un pintor esencialmente abstracto, influenciado por Antoni Tàpies y Mark Rothko, su auténtico dios, como lo fueron desde Aragón Santiago Lagunas y Fermín Aguayo. Gran viajero, casi siempre con su novia primero y luego esposa Angelines Royo, le interesaba mucho el patrimonio de Europa, de España y de Aragón, y en los 80, con sus característica pintura, sutil, diluida, con chorretones al modo de Pollock, hizo una serie vagamente figurativa, como se vio en una de las exposiciones de su vida, 'La realidad y el deseo' en la Lonja de Zaragoza. Pero el grueso de su obra, y de sus exposiciones es abstracto. Y en cierto modo esencialmente lírico.

"Hay que ser permeable: lo peor que te puede ocurrir es creer que lo sabes todo. Entonces te conviertes en un personaje que produce efectos endogámicos y eso es muy peligroso porque trabajas para ti mismo y no para un proyecto”

Poco después de la muerte de su esposa, Angelines Royo, y tras su jubilación, se encerró en su casa-estudio de San Mateo de Gállego, que diseñó el arquitecto José Manuel Pérez Latorre, y le rindió un gran homenaje. La exposición se presentó en el antiguo Museo Camón Aznar, hoy Museo Goya de Ibercaja, bajo el título de ‘La memoria rota’, sin lugar a dudas su exposición más emocionante. Era un gran homenaje de amor y melancolía, un exorcismo hecho belleza donde dominaban los colores rojos.

En su despedida, en 2010, fue entrevistado por HERALDO y decía: “El contacto con la gente y los creadores me enseñó que la mayor gilipollez es el prejuicio. Yo recuerdo que tenía prejuicios: por ejemplo, no podía ver a Joaquín Rodrigo; tuve la oportunidad de conocerlo y me di cuenta de que era un hombre con un impedimento físico que lo hacía muy vulnerable, pero que era una persona y un músico excepcional. Me impresionaron José Saramago, Antonio López, y María Kodama, una mujer deslumbrante que me convenció de que había amado profundamente a Borges”. 

A propósito de su gestión en Ibercaja, explicó que de quien había aprendido más en su trabajo de gestor era de sus compañeros: “De quien más he aprendido ha sido de los compañeros, del amplio equipo de colaboradores: Magdalena Lasala, Gonzalo de Diego, Elena Usán, José María Barceló, Alberto Sánchez, con el que logramos darle protagonismo al cine en Ibercaja y crear modelos y ciclos que utilizan hasta en el Festival de Cine de San Sebastián. He aprendido de la gente exterior, de los creadores. Hay que ser permeable: lo peor que te puede ocurrir es creer que lo sabes todo. Entonces te conviertes en un personaje que produce efectos endogámicos y eso es muy peligroso porque trabajas para ti mismo y no para un proyecto”.

En 2019, donó su colección de obra gráfica contemporánea, de más de 350 piezas, a la localidad turolense de Puertomingalvo, cuya sala de exposiciones gestiona su entrañable amigo Ricardo García Prats, crítico habitual de HERALDO. Uno de los cuadros de ‘La memoria rota’ se tituló ‘El silencio es un estruendo a mi alrededor’. En los últimos años, José Luis Lasala que avanzó muchas páginas de sus memorias en el suplemento ‘Artes & Letras’ de HERALDO, optó por el silencio, la soledad y la vuelta a sí mismo. Nunca pudo soportar la muerte de la mujer de su vida, Angelines Royo.

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