el patrimonio aragonés emigrado

El retablo de San Martín de Riglos fue descuartizado y vendido a trozos

Desde 1910 a nuestros días, las tablas de esta obra maestra del arte gótico aragonés han pasado al menos por nueve propietarios de cinco países. Dos de ellas estuvieron en la colección de William Randolph Hearst.

Tabla que cerraba la parte superior del retablo de San Martín de Riglos.
Tabla que cerraba la parte superior del retablo de San Martín de Riglos.
National Gallery

Cuando un retablo se deshace sus tablas empiezan a ‘viajar’, van vendiéndose sucesivamente en acuerdos privados o en públicas subastas y ya es prácticamente imposible que vuelvan a reunirse jamás.

Uno de los casos paradigmáticos de esta dispersión lo constituye el retablo gótico de la iglesia de San Martín de Riglos, del que se conocen seis tablas, que han pasado desde 1910 hasta hoy al menos por nueve propietarios de cinco países distintos. Actualmente una de ellas está en la Pinacoteca Nacional de Bolonia, otra en el Museo Nacional de Arte de Cataluña, otra más en la National Gallery de Londres y tres en Estados Unidos, una en la colección de The Barnes Foundation y dos en la del magnate William Randolph Hearst.

Que estas últimas estuvieran adornando el cabecero de la cama del coleccionista impulsó a la investigadora y consultora de comunicación Mercedes Penacho a publicar un libro sobre el caso con la colaboración de Luis Miguel Ortego. ‘Arte aragonés emigrado en el lujo del coleccionismo’ se centraba en el retablo de Riglos pero contaba también el ‘modus operandi’ por el que muchas obras aragonesas acabaron en Estados Unidos. "Utilizamos el retablo gótico que salió de la ermita de San Martín de Riglos para definir un contexto económico, social y cultural a nivel global, en España, Europa y Estados Unidos, este último como mercado principal destinatario de los flujos de arte europeo –señala Penacho–. Se podría ver como un caso de manual de ‘storytelling’, de una historia que nos sirve para definir un contexto".

Un contexto en el que arte antiguo de enorme calidad, desde obras de Goya a retablos del palacio arzobispal de Zaragoza, se vendía al mejor postor y acabaron en manos de los grandes multimillonarios norteamericanos: John Pierpont Morgan, John D. Rockefeller, Henry Clay Frick o William Randolp Hearst.

Sobre el recorrido que hicieron las tablas del retablo de Riglos aún hay muchos puntos oscuros. Se sabe, en cualquier caso, que se vendió hace más de 100 años. En aquella época había en la localidad oscense tres templos y la ermita no era, ni mucho menos, el principal. Penacho no logró identificar al primer comprador, pero sí vio que ya en 1908 una tabla se vendió y acabó en Bolonia. «Este es el caso de un retablo que fue desmembrado y vendidas sus tablas de manera independiente, pues así era más fácil su comercialización, y que fueron pasando de mano en mano por propietarios de distintos países –señala Mercedes Penacho–. Todo ello muestra la pujanza del mercado del arte, la presión que se ejerce en el patrimonio del medio rural especialmente, las formas de venta marcadas por el secretismo y la ocultación, y la falta de estima del patrimonio propio, que acaba en muchas ocasiones en colecciones de magnates y compradores americanos en décadas de desarrollo económico y euforia por el arte medieval».

Dudas sobre la autoría

Prueba de la importancia del retablo la da el hecho de que su autor se define precisamente por él. El llamado ‘maestro de Riglos’ fue un pintor gótico activo entre 1435 y 1460 en el Reino de Aragón, y sobre su identidad y obra llevan años discutiendo los especialistas: su estilo se suele poner como ejemplo del último periodo del gótico aragonés, influido ya por un nuevo realismo derivado de la pintura flamenca del momento.

Pero su identidad es muy debatida por los especialistas. Algunas de sus obras fueron atribuidas al principio a artistas como Pedro de Zuera o el ‘maestro de San Quirce'. En tiempos recientes, el historiador del arte Albert Velasco aseguraba que se trataba de Pedro García de Benabarre cuando trabajaba en el taller de Blasco de Grañén.

Descuartizar un retablo es depreciarlo y, como concluye Mercedes Penacho, "muchas de estas piezas acaban siendo parte de los núcleos artísticos de importantes museos; pero, también, muchas veces se quedan en almacenes al no engarzar en los discursos narrativos de las exposiciones, como ocurre en este caso con la tabla del ático de la Crucifixión del retablo de Riglos, hoy en la National Gallery de Londres".

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