leyendas y personajes

El Coloso de Cretas, artista y juncal

Hemingway se burló de él y cuando le vio torear le puso su nombre a su primer hijo.

Foto de los años 20 de Nicanor Villalta.
Foto de los años 20 de Nicanor Villalta.
H. A.

Si a uno lo llaman el Rey del Volapié, el Coloso de Cretas o el Mago de la Muleta, será por algo. Así definían en España, México y Venezuela los críticos taurinos a la figura de Nicanor Villalta Serres, uno de los diestros más singulares del toreo, gigante y juncal. Él, pundonoroso hasta lo indecible y sincero en su entrega, vehemente, logró hacer olvidar sus dificultades. El periodista Vicente Zabala quiso saber qué había sido lo más destacado de su trayectoria, y Nicanor dijo: "Llegar a ser un torero importante, que alternó con todas las figuras de su tiempo superando el tremendo obstáculo físico, tan difícil de armonizar con el arte". Su estatura le costó la burla inicial de Ernest Hemingway en su novela ‘Muerte en la tarde’, "valeroso poste de telégrafos aragonés", le dijo. Cuando lo vio torear, cambió de parecer y le puso a su primer hijo su nombre, John Hadley Nicanor, como recuerdan Rafael Dupouy Gómez y Juan Villalba.

Nicanor Villalta nació en Cretas (Teruel) en 1897. Su padre, Joaquín, también fue novillero y banderillero, alias ‘Castillejos’. Se retiró del albero en 1908 y se trasladó a México con su familia. El joven Nicanor (se recuerda siempre que le debe su nombre a Nicanor Villa, ‘Villita’, gran amigo de su padre) trabajó en un rancho como pastor de ovejas y de cabras. Ya en el año 1918 se presentó como novillero en Veracruz y en Querétaro. Los Villalta se trasladaron a España y el 13 de junio de 1919 compareció en Zaragoza, donde se retirará 24 años más tarde, un 17 de octubre de 1943. Como novillero realizó más de 40 corridas, y tras su debut en Madrid, el 2 de abril de 1922, no tardará en convertirse en matador de toros. Lo hará un 6 de agosto de ese mismo año en la plaza de San Sebastián, con el mexicano Luis Freg de padrino y Marcial y Pablo Lalanda de testigos. Confirmó la alternativa en Madrid el 27 de septiembre, y ahí comenzaba la carrera de un torero peculiar, reconocible por su altura, por su entrega, por su sentido del sacrificio y por su autenticidad. Y no solo eso; fundamentaba su fama en habilidades que todos elogiaron: era el maestro del natural y del muletazo e inspiró el término ‘villaltina’, un virtuoso absoluto del volapié (la entrada a matar con el toro parado) y de la estocada; Cossío escribió que nadie lo hacía como él. Era carismático y querido, afable, con una sonrisa constante.

En 1925 y 1928 toreó 55 corridas; en la plaza de Madrid logró 54 orejas y 3 rabos, todo un récord. En 1923 ganó la ‘Oreja de la Oro’ de la corrida de la Beneficencia y la entregó al joyero del Pilar. Posee un busto en el coso de la Misericordia y en las Ventas de Madrid. Participó en dos películas, ‘El suceso de anoche’ (1929) de León Artola, y ‘Juguetes rotos’ (1966) de Manolo Summers, donde mató su último astado a los 68 años.

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