el patrimonio aragonés emigrado

Erik el Belga y el mueble de madera más antiguo de la Península Ibérica

El ladrón de patrimonio histórico español más importante del siglo XX falleció hace un par de años sin contar dónde acabaron todos los trozos de la silla de San Ramón de Roda de Isábena, una joya del siglo IX que su banda troceó y vendió.

La silla de San Ramón, de Roda de Isábena, tal y como se expone en la actualidad.
La silla de San Ramón, de Roda de Isábena, tal y como se expone en la actualidad.
Laura Uranga

En la madrugada del 7 de diciembre de 1979, Erik el Belga y su banda asaltaron el museo de la catedral de Roda de Isábena.

Se llevaron un cuantioso botín: la arquilla de San Valero, dos mitras y dos báculos episcopales del siglo XII; un tapiz, una campana del siglo XIV; varios cuadros de los siglos XVI y XVII; telas y sudarios de los siglos X y XII de origen visigótico y árabe; utensilios de plata góticos; dos casullas del siglo XVI; un libro de coro en pergamino; una cruz de madera tallada del siglo XVII; una imagen de la Virgen del siglo XVIII; dos peines de marfil del siglo XII...

Aunque el golpe había sido calculado y organizado hasta el más mínimo detalle, pareció que la banda tuvo que huir un tanto precipitadamente porque fuera del edificio dejó abandonadas algunas tallas religiosas

Entre el material robado estaba la que entonces se consideraba como «una reliquia celta única en el mundo, el mueble de madera más antiguo de la Península Ibérica», la silla de San Ramón. Era un asiento de tijera tallado en madera en el siglo IX y que fue usado por el obispo San Ramón de Roda de Isábena. Al parecer, de origen vikingo.

«Lo de Roda fue un encargo, pero un trabajo como cualquier otro. Hubo que planificarlo bien porque era muy complicado –aseguraría años más tarde el ladrón a HERALDO–. Hubo que estudiar muy bien la salida».

Las circunstancias por las que pasó la silla de San Ramón no están aún del todo claras. Al parecer, la banda de Erik el Belga la troceó para facilitar su venta y, en 1985, cuando detuvieron al famoso ladrón, quemó algunas partes y mandó las cenizas al ministro de Cultura para intentar coaccionarle y obligarle a poner en libertad al ladrón.

El propio Erik, que falleció hace un par de años, entregó tiempo después algunos fragmentos, y aseguraba que conocía un coleccionista alemán que había poseído otros seis más, entre ellos una articulación, pero que había fallecido y les había perdido la pista.

El caso es que los trozos que se han logrado recuperar hasta ahora se exhiben sobre una estructura de metacrilato que evoca a la silla original y evidencian, como ninguna otra pieza, la absoluta falta de escrúpulos de los ladrones de arte.

De lo que la banda se llevó de Roda de Isábena se ha recuperado muy poco: apenas un 35% de la silla de San Ramón y varios de los esmaltes de la arqueta de San Valero. En 2012 una historiadora del arte descubrió en Estados Unidos un tapiz del siglo XVI robado de la catedral y que representaba a la Virgen María y a San Vicente. Las autoridades norteamericanas lo devolvieron un año más tarde. Quizá en los próximos años ‘aparezcan’ más obras robadas, pero habrá que luchar por recuperarlas.

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