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Susana Modrego, cuando el arte es terapia y forma de vida

La multidisciplinar artista zaragozana propugna un sentido más trascendental del arte, más allá del objeto físico.

La creadora zaragozana Susana Modrego.
La creadora zaragozana Susana Modrego.
S. M.

La zaragozana Susana Modrego (1986) es una creadora total y multidisciplinar. Su actividad incluye la fotografía, el vídeo, el ‘collage’, el dibujo, la pintura, la danza, la ‘performance’, el movimiento...

"Crear, para mí, es una necesidad, un deseo. El acto de crear es un diálogo entre la obra y mi artista interior, mi ‘yo creativo’. La creación artística tiene la capacidad de mostrarte ante ti, te pone delante de tu más puro sentir, esencia, dolor o elixir. A decir verdad, no siento que yo elija la técnica a utilizar cada vez que me pongo a crear. No sabría muy bien qué viene primero y qué va después, quizá la disciplina me elija a mí, ¿por qué no? Es algo que simplemente me viene, sucede", explica.

Un torrente en continua ebullición que tiene en la fotografía su vertiente más publicitada y reconocida. "De alguna manera parece que mi trabajo fotográfico llega más a los demás, le dan más valor o calidad quizá", reconoce.

Las raíces de su vocación se clavan en la infancia con referentes muy cercanos y familiares. "He tenido la gran suerte de crecer entre lienzos y pinceles. A nivel plástico por lo menos, he tenido una grandísima influencia con mi madre, que además de catedrática de Dibujo es pintora. El arte era algo muy accesible para mí desde bien pequeñita", indica.

En esta senda de continua evolución y crecimiento ha desarrollado un sentido más trascendental del arte, más allá del objeto físico. "El camino de la creación me ha llevado a mi profesión y a mi más absoluta transformación personal, la arteterapia. Un auténtico renacer, un verdadero cambio, un despertar a la vida y a la belleza. Una nueva libertad de ser. Mis creaciones diría que son el fruto de mi proceso terapéutico personal como artista. El arte es el único maestro capaz de poner luz en los lugares de sombra", asevera.

Este itinerario ha tenido siete escalas geográficas enriquecedoras que concreta. "Altea, un lugar sólo blanco. Cada instante me cautivaba. Cuenca, escondida y por ello mágica, un lugar al que solo se llega por un olvidado camino. Venecia, húmeda poesía que respira. México inmenso, es tan grande que no puede medirse en ningún tiempo. Berlín, para personas atrevidas, lanzadas y curiosas. Barcelona, desafío tactos conocidos, reinvento abismos, recorridos. Y Zaragoza es piso y comienzo, paso y finales; puntos que cierran, separan, terminan. Llegar de vuelta al mí misma", cierra.

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