Más que terror, morriña: se cumplen dos décadas desde el nacimiento del Obuxo Fest en Javierrelatre

Ángel Martínez, su fundador, analiza la trayectoria de esta cita anual con el miedo y el surrealismo en el séptimo arte, a la que quiere poner un lazo nostálgico este año que sirva también de telón.

ángel Martínez, fundador del Obuxo Fest.
ángel Martínez, fundador del Obuxo Fest.
H. A.

Ángel Martínez se inventó el Obuxo. El realizador aragonés, devoto del surrealismo y el terror fílmicos, siempre se ha movido en el ‘underground’ del sector, por decantación y convencimiento; cortos como ‘Chicaman’ o ‘The Killers’ jalonan su trayectoria, además del documental ‘Rockasetas’. Más allá de sus aportes como creador cinematográfico, la creación de ese festival de cine irrepetible en Javierrelatre, localidad enmarcada en el municipio oscense de Caldearenas, le garantiza un sitial en el imaginario colectivo del séptimo arte local.

Las historias sobre el Obuxo siguen corriendo por los mentideros fílmicos, y son varias las razones: hay unas cuantas impublicables, otras que epatarían a cualquier burgués aun salvando por los pelos las normas básicas del decoro y, como suele ocurrir, muchas inventadas, que no han hecho sino agrandar la historia real. Además, no hace tanto que terminó su andadura, y tampoco resulta tan lejana la primera luz verde (verde oscura) al contubernio en cuestión: octubre de 2002, hace casi 20 años.

“En Zaragoza estaba la Noche de Walpurgis en la sala Venecia -como la pintura de Barbasán, como la película de Klimovsky y Paul Naschy- que organizaba la gente del Gallinero en el festival de Zaragoza; Jonás Pérez y Risi, de hecho, me echaron una mano en la primera edición del Obuxo con los diseños y el material de proyección; recuerdo que también vino Alberto Calvo, que pintó murales por el pueblo. Estuvo bien, pero pasamos frío: al año siguiente ya lo movimos a agosto”.

La cosa no era sencilla. “Caldearenas -recuerda Ángel- era un pueblo de 50 habitantes sin infraestructura hotelera, con un bar y una panadería. ¡Y montamos un festival! Ahora hay muchos por los pueblos, pero entonces casi no había en Aragón ni en España en lugares tan pequeños. Entonces vino la repercusión por un asunto muy puntual: que acampábamos en el antiguo cementerio. Fue una publicidad increíble a nivel nacional, para mal pero para bien, ya me entiendes. No nos parecía nada terrible: el espacio ya no era camposanto, el nuevo estaba más arriba, pero el follón se lió… y empezó a venir gente de todas partes”.

Ángel pasó por los talleres de cine de Bigas Luna. “Allí coincidí con gente que los aprovechó bien como Paula Ortiz, Pilar Palomero, Fernando Vera, Javi Calvo o Alvaro Mazarrasa -ríe- y también estaba Vivi Cuenca, de Madrid, que acabó dirigiendo otro año el Obuxo”.

Ensayos y errores

Ángel usa el plural al hablar del un-dos que supone el ejercicio de ensayo y error. Humildad sí, franqueza sobre todo. “Al principio no tenía ni idea de lo que significaba organizar algo así; con los ensayos vinieron los errores, y luego algún acierto. El mayor logro para mí fue seguir haciendo un festival muy de pueblo, con apoyos pero sin estructuras formales, no me gusta la gentrificación. Entiendo que los festivales se crearon para dar salida a las películas ‘underground’, pero ahora mismo ya han dejado de tener ese sentido con plataformas como Vimeo o Youtube, que ya cubren esa necesidad con calidad suficiente. Dejo aparte el circuito comercial, que es otro contexto”.

En el Obuxo, la entrada y la acampada eran gratuitas, y había comida popular. También gente que se hizo popular con el paso de los años. “Vinieron directores como Nacho Vigalondo, por ejemplo, y Chema García, Santiago Alvarado… también te digo que los consagrados en el mundo del corto recibían el mismo trato que los demás, todos acampados y con naturalidad. Tuvimos a las hermanas de Robert Rodríguez, que andaban de gira europea con su grupo: Patricia Vonne causó impresión porque siendo rockera y de Austin le gustaba sacar las castañuelas y enseñarnos en mitad de una canción que había aprendido a bailar flamenco”.

Los recuerdos de aquellas noches oscuras y tan luminosas brotan a borbotones en el discurso de Ángel. “Los videominutos funcionaron muy bien (debajo, 'Pajarita condensada' de Jorge Pardo, 2015). También estuvo el dibujante Darío Adanti, al director y guionista Pedro Temboury, el de ‘Kárate a muerte en Torremolinos’... bueno, y el mismísimo Jess Franco presentó el primer año una peli de vampiras trapecistas; no pudo subir al pueblo por la cuestas, estaba ya mal de las piernas, pero en noviembre de ese año sí nos vimos con él en Zaragoza, en el festival, y se le hizo un homenaje”.

Anécdotas mil

A Ángel, el Obuxo le ha marcado la vida hasta por omisión. “Mis hijas nacieron en el 2007 durante un Obuxo, así que ese año no pude ir. María Rubio dirigió tres años e festival a partir de 2010, y le dio mucha vida con la presencia de grandes guionistas y gente del cómic. En 2014 entré yo de nuevo, con los aportes de Daniel Pérez, que trajo a Santiago Alvarado por ejemplo. Seguí hasta 2018 y ya lo dejé, aún duró dos ediciones más. Ahora veo complicado que el Obuxo regrese y, personalmente, tampoco le vería mucho sentido, por lo que hemos comentado antes”.

El alcalde de Caldearenas, Primitivo Grasa, recuerda el Obuxo como un hito en la historia local. Ängel explica que se consiguió un entendimiento con las fuerzas vivas del pueblo. “La DPH sí echaba una mano, y con Primi nos coordinábamos para que las fiestas fueran un fin de semana y el Obuxo en el siguiente; al final, lo nuestro era una invasión tolerada en una balsa de aceite, que revolucionaba todo. Recuerdo que Jorge Nebra era el primero que plantaba la tienda y el último que se iba, venía incluso con su madre: un alma del festival. Y Santi Ric, otro fenómeno, revolucionó un año el concurso de disfraces de superhéroes. El actor Jaime Ocaña la lió otro año en ‘la carnívora’ como le llamábamos a la comida popular: se marcó un número teatral de borracho a la hora del café y casi terminan pegándole dos o tres”.

La ilusión de Ángel para este año es una jornada de memorias renovadas en el pueblo, que sirva de bonito lazo (negro, bien bonito) al Obuxo. “Estoy hablando con Primitivo para ver si conseguimos unos fondos mínimos y en una fecha de aquí a octubre preparamos una jornada con comida popular y algún invitado interesante, quizá Chema García o Temboury; además de comer, veremos una película y recordaremos los viejos tiempos”.

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