el patrimonio aragonés emigrado

Rómulo, Remo y la loba capit0lina también estuvieron en Zaragoza

El Museo del Louvre guarda en sus almacenes un raro pasador de riendas de carro romano que procede de la capital aragonesa.

Pasador de riendas de un carro romano de procede de Zaragoza.
Pasador de riendas de un carro romano de procede de Zaragoza.
Museo del Louvre

Las leyendas y los mitos nacieron para disolver las nubes del misterio que envuelve nuestras vidas cotidianas. 

La cultura romana se asienta en una leyenda, la de Rómulo y Remo, cuyas raíces tienen numerosas derivadas, pero que podría comenzar con el dios de la guerra, Marte, que se enamora de una joven con la que tiene dos hijos, Rómulo y Remo. Amulio, el rey de Alba Longa, la ciudad del Lacio que encabeza la Liga Latina, no quiere rivales para su trono y los manda asesinar. Pero el sicario que recibe la orden no puede cumplirla y los abandona a su suerte en el río Tíber. La cesta en la que surcan las aguas para en un pantano y allí son cuidados y alimentados por una loba, que los amamanta, y por un pájaro carpintero, los animales sagrados de Marte. Un pastor cría luego a los niños, que, años después, conocedores de lo que ha pasado, matan a Amulio, reponen en el trono a su abuelo y deciden fundar una ciudad.

La historia de Rómulo y Remo tiene muchas páginas más; algunas cainitas, otras asimismo legendarias, como el rapto de las sabinas; y otras que entroncan con un imaginario colectivo que ha acompañado al hombre desde siempre y que hace héroes a personajes salvados y criados por animales. Ese mito del niño salvaje, cuidado a menudo por lobos, pero también por osos, monos o gacelas, nos ha acompañado casi hasta nuestros días.

Pero el mito de Rómulo y Remo fue muy importante en la cultura romana. Tanto, que gozó de numerosas representaciones en esa Caesaragusta que llegó a estar habitada por más de 20.000 almas.

Una de las menos conocidas es un pasador de riendas de carro romano que se conserva en el Louvre. El principal museo parisino posee, entre los fondos de su departamento de antigüedades griegas, etruscas y romanas, una importante colección de ‘gaines de suspension’ o pasadores de riendas de carro. Uno, quizá el más bello, procede de Zaragoza, aunque el museo no ofrece excesivos datos sobre la pieza. Realizado en bronce, presenta a la loba, con la cabeza vuelta hacia a los gemelos, que se alimentan de sus pechos.

¿Cómo llegó la pieza a los almacenes del principal museo parisino? La ficha catalográfica da alguna pista con las dos palabras que figuran en el apartado de «coleccionista/propietario anterior/comisario/arqueólogo/donante». Esas palabras son «Lafora Calatayud». Y no apuntan a la capital bilbilitana, sino que se trata de los dos apellidos de Juan Lafora Calatayud, anticuario madrileño que a principios del siglo XX vendía arte y patrimonio por doquier. El Louvre, que no ha expuesto nunca la pieza, la adquirió, junto a otras, en 1907.

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