Andrey Baranov: violín arrebatador
Se hizo el amo de un momento ‘di bravura’ arrebatador. El violinista Andrey Baranov interpretaba el ‘Concierto nº 2’ de N. Paganini y llegaba al clímax interpretativo en la ‘cadenza’ que, para su primer movimiento, compuso el violinista Salvatore Accardo. Baranov había exhibido desde el principio escuela erguida y elegante, aplomo y dominio poderoso, unido una la relajación muscular que recordaba a la de su admirado David Oistrakh, de quien solo difiere en su tipo de ‘vibrato’, esencialmente de muñeca. Acto seguido, en el adagio Andrey Baranov lució ese ataque muy vertical del arco sobre la cuarta cuerda (la más grave), explayándose en un fraseo de tono deliciosamente homogéneo y muy cercano al sonido orgánico y carnoso, imbuido del genio italiano, del mencionado Accardo quien, a día de hoy, sigue imbatido en la interpretación de la música violinística del italiano Paganini.
No obstante, como todo violinista sabe, el momento más esperado estaba por llegar porque el tercer movimiento de este concierto es ni más ni menos que ‘La campanella’, tan temible y espectacular que es habitualmente interpretada como pieza independiente y donde el violinista de San Petersburgo estuvo magistral, cuajando la interpretación violinística más grandiosa que uno haya visto aquí desde hace dos décadas.
La Orquesta Reino de Aragón completó este concierto de clausura de la Temporada de Grandes Conciertos del Auditorio con la ‘Sinfonía fantástica’, de H. Berlioz. Ricardo Casero, con gesto directivo bien marcado, lanzó a sus ochenta músicos a una interpretación equilibrada y muy bien dotada de planos sonoros, en general, con abundantes momentos de grandeza artística, incluidos los efectos en ‘col-legno’ de la cuerda y del oboe y el campanólogo ‘off-stage’. Apoteósico ese lleno orquestal final en fortísimo.
