Virginia Mendoza: “Hay un concepto aragonés que me tiene enamorada, coger un capazo”

La periodista, antropóloga y escritora ciudadrealeña (Valdepeñas, 1987) presenta el 25 de junio en la librería La Pantera Rossa su libro ‘Detendrán mi río’, articulado sobre una historia caspolina

Virginia Mendoza, en la plaza de España de Alcañiz.
Virginia Mendoza, en la plaza de España de Alcañiz.
Javier Vílchez

¿’Perioantropodista’?

El término lo inventó un amigo cuando estudiábamos Antropología, porque yo venía de Periodismo. Me gustó y me lo he quedado.

Vive usted muy llena en la España vacía, y ha escrito sobre ese universo en dos obras distintas.

Sergio del Molino ha abierto una puerta a las personas que vivimos en el entorno rural o nacimos en él. Estoy muy agradecida a su trabajo, porque genera un diálogo necesario. El problema rural nos afecta a todos. Mi trabajo en este concepto es más antropológico, centrado en contar las historias de personas que reflejaban el arraigo de quedarse en el pueblo aunque todos se vayan, y también el desarraigo del que se tiene que ir porque le han expropiado su casa.

Hay carga autobiográfica.

Sí, también me reconcilié conmigo misma en este esfuerzo. Aunque nadie me expulsó de mi pueblo, sí me tuve que ir a los 12 años porque el trabajo de mis padres así lo exigió. Soy de Terrinches, en Ciudad Real, aunque nací en Valdepeñas, que era donde nos llevaban a nacer. He llevado una vida muy nómada; me habría encantado ser como mi abuelo, al que cuando era pequeña vi cavar su propia tumba. Quería asegurarse de que lo enterraban con sus padres y su hermana. Cuando la tuvo preparada se fue a vivir con sus hijas a Benidorm.

Así encontró a mucha gente en España, cuyas historias aparecen en ‘Quién te cerrará los ojos’, como Martín y Sinforosa, de La Estrella, pedanía de Mosqueruela.

Exacto, los últimos del lugar. Vine a Aragón buscando testimonios de personas desplazadas por la construcción de presas. Y fíjate, acabé viviendo en la provincia de Teruel. He trabajado en Oliete y espero que el próximo destino ande cerca; tengo la sensación de que en Aragón está mi sitio. Me ocurrió en Armenia en algún momento del año y medio que pasé allá, pero el sentimiento que tengo aquí ya dura más.

En Zaragoza, donde vivió puntualmente, presentará en breve ‘Detendrán mi río’, un libro en el que manda el desarraigo.

Sí, trabajé en la librería Cálamo. El 25 de junio volveré para presentar esa obra en La Pantera Rossa para Libros del KO; habla de una huerta anegada por el Mar de Aragón, sale la aldea catalana en la que nació la abuela de Messi o el poema que Jesús Moncada escribió a los obreros antes de que derribaran su casa en Mequinenza. 

¿Y Armenia? ¿Qué le llevó allá?

Quería buscar testimonio de los últimos supervivientes del genocidio armenio y escribir un libro sobre el tema. Llegué de madrugada y no me dejaban entrar, porque mi maleta tenía otro nombre en la etiqueta, el de un señor; al final apareció el señor con su maleta y una etiqueta con mi nombre en ella. Recorrí aldeas por muchos puntos del país hasta las fronteras con Georgia y Azerbaiyán, y pude entender aspectos más desconocidos de todo aquél terrible suceso, como las chicas a las que los otomanos tatuaban la cara y usaban como esclavas sexuales, marcadas para humillarlas aún más; el trauma por el bisabuelo asesinado hace un siglo permanece ahí, y la sociedad armenia sigue condicionada por todo aquello.

¿Descubrió algo de usted misma a 5.000 kilómetros de casa?

Sí. Oyendo todas aquello me di cuenta de que la historia que quería contar también estaba en mi propio pueblo, y en otros de España. Me puse a entrevistar a gente de Terrinches y el más mayor de todos me contó que estuvo en la batalla del Ebro; sobrevivió robando un tanque, acabó en Barcelona y cuando volvió al pueblo llevaban un año dándole por muerto. Además, oyó campanas en la iglesia al llegar; se casaba su hermano.

Tiene otro libro listo: ‘Juegos reunidos rurales’.

Me escribieron de Temas de Hoy proponiéndomelo. Al principio dudé, pero quizá sea el trabajo en el que mejor me lo he pasado; tiene un punto amanecista, y me ha servido para meter historias o reflexiones que no había entrado en otros trabajos. Estoy orgullosa de haber incluido insultos propios de mi pueblo, o un juego relacionado con un olivo de Oliete, y hay un concepto aragonés que me tiene enamorada desde la primera vez que lo oí: coger un capazo.

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