'Goya, el ojo que escucha', un documental que explora los vínculos entre el pintor, Buñuel y la sordera

José Luis López Linares ha presentado en el festival de Cannes la cinta, en la que colabora Jean Claude Carrière y que se estrenará en el Louvre

Jean Claude Carriere, en la casa natal de Goya en Fuendetodos para el rodaje del documental.
Jean Claude Carrière, en la casa natal de Goya en Fuendetodos para el rodaje del documental.
López-Li Films

Luis Buñuel estaba harto de que, por su sordera, le compararan, con Francisco de Goya. Contaba Jean-Claude Carrière, coguionista de muchas de las películas del cineasta calandino, que un día una norteamericana le preguntó al director de cine si era cierto que era sordo y aragonés. Y Buñuel, intuyendo lo que vendría luego, tuvo una de sus salidas de humor surrealista: "Sí, señora, somos tres los aragoneses sordos y famosos: Goya, Beethoven y yo". La anécdota la cuenta el propio Carrière en 'Goya, el ojo que escucha', un documental dirigido por José Luis López-Linares y que se presentó recientemente en el Festival de Cannes. Un documental que constituye la última aparición fílmica de Carrière (1931-2021) y que habla no solo de Goya y de Buñuel, también, y sobre todo, de la sordera.

"La idea de rodar un documental sobre Goya me surgió al constatar que en Francia se trata de una figura aún poco o insuficientemente conocida -relata López-Linares-. Obviamente, no es una figura extraña para los franceses, pero todavía hay muchas cosas que se desconocen de él, muchos lugares comunes. Yo había hecho un documental sobre el Bosco que tuvo bastante repercusión en el país vecino y pensé en la posibilidad de hacer una cinta sobre Goya. Y la mejor forma de hacerlo, de ampliar ese conocimiento, de acercar Goya a un público mayor, era mediante un escritor francés. Yo había trabajado con Carrière ('A propósito de Buñuel', 2000) y le propuse escribir un guión. Rechazó la propuesta y me dijo que prefería colaborar con su presencia, que me contaría delante de la cámara todo lo que sabía y admiraba de Goya".

Y así fue. Para sacar adelante el proyecto se fraguó una coproducción portuguesa, española y francesa (Fado Films, López-Li Films y Mondex et Cie). López-Linares es uno de los mejores directores de documentales de Europa. En su filmografía destacan títulos como '¡Campeones! La Roja', 'Últimos testigos', 'El Bosco, el jardín de los sueños' 'Altamira, el origen del arte' o 'Retrato de Carlos Saura'. Su método de trabajo es peculiar porque muchas veces lo que hace es retratar su propio proceso de aprendizaje respecto a una figura histórica. No trabaja con guiones cerrados.

"Yo siempre parto de algo que me interesa, y luego la película, según se va desarrollando, me va exigiendo que siga su propio camino. Tengo una idea de la gente que debe aparecer, los temas que quiero tratar y los lugares a los que tengo que ir. Pero luego hay cosas que surgen y que te llevan a otras gentes y otros lugares. Con Goya ocurre una cosa, además, y es que resulta absolutamente imposible tocar todas sus facetas. El documental no es biográfico ni sigue un orden cronológico. Es un recorrido por la obra de Goya realizado en 10 días". Un recorrido que arranca en Fuendetodos, en la casa natal del pintor, y que incluye otros escenarios aragoneses, como la Cartuja de Aula Dei.

"Carrière es un hombre muy culto, brillante e inspirador (López-Linares aún habla en presente del autor francés, aunque falleciera  en febrero del año pasado, a los 89 años). La película tiene la frescura que le aporta él. No tenía nada escrito, recorría un museo o una iglesia a su libre albedrío, nosotros ni siquiera sabíamos dónde se iba a parar. Y empezaba a hablar, a contar lo que le sugería un cuadro, a enlazar unas cosas con otras. Y, sí, lógicamente, en la conversación salía constantemente Buñuel, de manera natural". 

Hay un aspecto nuclear en la película, la sordera del pintor, al que no se le había dado toda la importancia que tiene hasta tiempos bien recientes. En 1997, dos investigadores que estaban estudiando a Juan Pablo Bonet, el aragonés que fue pionero en la enseñanza a sordos, descubrieron que una lámina de Goya que hasta entonces se pensaba que era un estudio de dibujo de manos, de los que los pintores hacen frecuentemente a lo largo de su carrera, era, en realidad, la representación gráfica del alfabeto de signos que usaban los sordos en época del pintor. Eso hizo que la figura del artista, incluso su obra, empezara a analizarse con nuevos planteamientos. En un retrato de la duquesa de Alba, por ejemplo, la mujer está haciendo un gesto, como si apuntara a un lugar, y la representación de su mano coincide plenamente con la 'g' de la lámina del lenguaje de signos. Una 'g' de Goya. 

Cuando el pintor aragonés realizó ese retrato, en 1795, se iniciaba en Madrid el primer ensayo de enseñanza a sordomudos en el Colegio de San Fernando. Dos años después Goya pintaría otro retrato de la duquesa, de negro y con mantilla, y en él la mujer apunta con una mano al suelo, y luce dos anillos. En uno de ellos se lee 'Alba' y en el otro 'Goya'. Nuevas investigaciones han indagado en el conocimiento que el pintor tuvo, o  pudo tener, del lenguaje para sordos de su época.

"El lenguaje de signos se inventó en España en el siglo XVII -asegura López-Linares, y seguramente Goya lo conocía y dominaba. Hay que tener en cuenta una cosa importante, y es que, aunque se ha querido comparar la sordera de Goya con la de Buñuel, no tenían nada que ver. El pintor era sordo de verdad y Buñuel da la sensación de que lo era solo para lo que no quería oír". La película está llena de anécdotas y curiosidades contadas por Carrière, que viajó a España por última vez para participar en su rodaje. 

"Cuando falleció no habíamos terminado de rodar -añade el cineasta-, así que tuvimos que recurrir a algunos amigos para terminar la historia", Ahí es donde entra en escena el director oscense Carlos Saura. "Ha hecho una película sobre Goya y lo conoce muy bien. En el fondo todos tenemos una imagen del pintor, una idea que lo sostiene en nuestro imaginario. A Saura lo que siempre le ha llamado la atención es la facilidad que tenía el artista de pintar, casi a un tiempo, las escenas más delicadas y las escenas más violentas. Esa característica, en realidad, es algo muy aragonés". 

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