música y arte

¿Y si las notas fueran colores? El Bravo Café llena de música mexicana su fachada

El músico y docente Mauro Albero aplica la sinestesia que experimenta a la hora de decorar este restaurante de la zaragozana calle Tarragona, especializado en cocina del Valle de Bravo.

Mauro Albero, el pasado jueves, pintando la fachada del Bravo Café.
Mauro Albero, el pasado jueves, pintando la fachada del Bravo Café.
Guillermo Mestre

Mauro Albero es músico y docente; desde hace años vierte su pulsión creativa en los pentagramas, la interpreta con baquetas y teclados, enseña en secundaria (y en clases privadas) a que los peques amen la música y, por si fuera poco, pinta. Este zaragozano del 86, además, tiene una cualidad muy llamativa que le ayuda a relacionar sus diferentes campos de expresión: la sinestesia. Con ella como guía, se ha encargado de decorar esta semana la fachada del Bravo Café de Zaragoza (Tarragona, 12), cafetería y restaurante mexicano especializado en las deliciosas recetas traídas por Claudia Sigala desde el Valle de Bravo, y que regenta el músico de Niños del Brasil Antonio Estación.

Por cierto, no es una patología que afecte a la salud. “A grandes rasgos -apunta Mauro- puede decirse que la sinestesia es una mezcla de sentidos. Tiene diversos grados de intensidad; el mío se ha quedado en la relación de ideas, letras o notas con colores, de manera automática. Siempre son los mismos colores cuando hablamos de una letra concreta, o el mismo color para cierto acorde. Hay gente que lo tiene y no lo sabe, y otros se dan cuenta con 20 años, como me pasó a mí". 

No se ha identificado con precisión el detonante que dispara la aparición de la sinestesia, aunque la hipótesis más común es que cuando nacemos tenemos todos los sentidos mezclados, sentidos que se van separando con el paso del tiempo. "Sin embargo -apunta en zaragozano- cuando te bombardean mucho con estímulos orales y musicales, algo que hicieron mis hermanos conmigo, parece que se queda alguna conexión”.

Entenderlo todo de golpe

La iluminación (sin caída del caballo ni voz divina pidiendo explicaciones: no se llama Saulo) le llegó a Albero en las aulas universitarias. “Hablaban de un compositor ruso que vivió pocos años entre los siglos XIX y XX, Scriabin, y de su sinestesia. En los conciertos metía luces y las relacionaba con la música. Yo levanté la mano y dije que me pasaba eso mismo, y desde pequeño, y no le había dado importancia porque creía que lo de relacionar ideas con colores le pasaba a todo el mundo. Resulta que solamente le pasa al 4% de la población, incluyendo por cierto a algún alumno mío de piano, que enseguida identificó el tema cuando se lo comenté”.

Mauro Albero tiene el grado profesional de piano y estudió Musicología en el Conservatorio Superior de Aragón. Actualmente es profesor de secundaria en la rama de música en tres colegios zaragozanos: La Milagrosa, San Antonio y Montearagón. Como estudiante, Albero se benefició notablemente de la sinestesia que experimentaba. “Me servía para identificar las notas más rápido; al oír un mí me venía el color verde a la cabeza, por ejemplo. Y no tengo oído absoluto, eso es otra cosa”.

La siguiente pregunta se cae del saco de las preguntas a toda velocidad; cuando en vez de letras sean palabras enteras, y en vez de notas una sinfonía completa, ¿qué color predomina? ¿O es una sucesión rapidísima de colores que, por lógica cromática, acabaría tendiendo al negro? “A ver, si escucho la ‘Sinfonía del Nuevo Mundo’ de Dvorak, me van viniendo las tonalidades sonoras, y la que más predomine es la que da el color a la pieza. Cada letra tiene su matiz, aunque algunas son parecidas y otras más difusas. La jota es una letra que está entre el morado y el marrón, pero la ‘a’ es rojísima. También sé de gente que relaciona una palabra con un sabor u olor, pero son casos mucho menos comunes, uno entre un millón”.

En cuanto a las notas, Albero las repasa una a una, todas con su color respectivo. “El do es negro; el re marrón tirando a mostaza; el mí es verde, intenso; el fa, rojo suave tirando a rosa; el sol, marrón oscuro; el la es un rojo intenso y el sí, según contextos, tira hacia el amarillo o el azul. Luego entrarían más matices con los bemoles y los sostenidos. En su día pensé que quizá mis composiciones estaban mediatizadas por los colores; compongo mucho en do menor, que me da un verde oscuro, y ése es mi color preferido. El 13 es mi número favorito, y también es verde. Por otro lado, trato de evitar los síes porque no me gusta el color amarillo”. Dato importante; los colores son subjetivos, no todos los que experimentan sinestesia identifican los mismos colores con las mismas notas.

Mauro Albero, frente a la parte del mural que corresponde a la canción '2 veces', de Ariel Camacho.
Mauro Albero, frente a la parte del mural que corresponde a la canción '2 veces', de Ariel Camacho.
Guillermo Mestre

México en la fachada y en la cocina

El mural que ha desarrollado en el Bravo Café tiene México como inspiración. Los colores están relacionados con tres canciones. “Al oírlas, como comentaba antes, salen muchos colores, pero algunos predominan y son los escogidos para definir la canción. Pinto cuadrados de esos colores, los distribuyo de una manera que quede atractiva y paso a un segundo proceso: escuchar la letra para inspirar un dibujo simple en trazos negros sobre esos cuadrados, o bien me centro en motivos que tengan que ver con la temática escogida por el lugar. En este caso hay un cerro, una calavera y un cactus. A Antonio le pareció bien el concepto, y así lo he hecho”.

Las canciones traducidas a colores en la fachada del Bravo son 'Te metiste', de Ariel Camacho, ‘El alacrán’ de La Barranca y una del grupo Zoé, con ‘Labios rotos’; ésa es verde, por cierto. “Le pasé unas cuantas -comenta Antonio Estación- incluyendo bandas y artistas de todo tipo, actuales y antiguos, más conocidos y menos, y eligió esas tres. Camacho es puro folclor de Sinaloa, hubiera sido aún más grande si un accidente de tráfico no se lo hubiese llevado con 22 años hace ahora siete. Con Los Plebes del Rancho dejó un disco maravilloso. Zoé son Zoé, para mí el mejor grupo mexicano de los últimos 20 años. Mauro venía a la Estación del Silencio desde chiquillo; ha sido un placer contar con su talento para muralizar la fachada”.

Scriabin, Messiaen y Kandinsky

El mentado Alexander Scriabin revelaba datos curiosísimos con la música de otros. Por ejemplo, la música de Beethoven no solía evocarle color alguno, mientras que Rimsky-Korsakov le traía una explosión cromática. El galo Messiaen, por su parte, también tenía sinestesia, y muy acusada: se sabe que llegaba incluso a invertir los términos, yendo del color a la música y dotando al elemento cromático de una importancia mayor que el ritmo. Se cuenta que en un viaje a Estados Unidos visitó el Cañón del Colorado y de ahí nació “Des canyons aux étoiles”, una de las pocas obras musicales de la historia inspirada en los colores y el canto de los pájaros.

El pintor Vassily Kandinsky también tenía sinestesia. En una representación de Lohengrin en Moscú dijo que “los violines, los contrabajos, y muy especialmente los instrumentos de viento personificaban entonces para mí toda la fuerza de las horas del crepúsculo. Mentalmente veía todos mis colores, los tenía ante mis ojos”.  

El abuelo tenor

Pascual Albero compartió lugar en el mundo con su nieto Mauro durante 13 años. “Me siento muy afortunado por ello, nos llevábamos 80 años. Fue un tenor aragonés que salió de un pueblo pequeño de Teruel, Alcaine; entró en el Orfeón Zaragozano cantando jotas, y estando de gira por Barcelona decidió echar raíces allá. Comenzó su carrera en la zarzuela, trabajó muchísimo con compositores de prestigio como el maestro Luna, pero llegó la guerra, la escasez y el final de su carrera como profesional; fue contable el resto de su vida, aunque nunca dejó de cantar por afición”.

Mauro Albero fue cofundador hace unos años el grupo The Fractal Sound, que contaba con el mismísimo Cachi Torres entre sus devotos; también toca el teclado con el oscense Pecker y la batería con Los Modos. “También toqué muchos años con Chico Raro, con Louisiana en su día y ahora he grabado algunas canciones con David Albalá, de The Biomechanical Toy. Cuando las tenga totalmente acabadas, las pintaré; mi idea es sacar un vinilo con esos dibujos en las portadas, y las litografías hechas a acuarela”.

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