LIBROS. OCIO Y CULTURA

José Luis Melero: por querer a todo lo que se mueve en Aragón

El escritor y bibliófilo publica en los cuadernos de La Cadiera una recopilación de artículos de Opinión en HERALDO: 'Apostillas y digresiones'

José Luis Melero, retratado en el Teatro Principal.
José Luis Melero, retratado en el Teatro Principal.
José Miguel Marco.

Si hace veinte años le dijesen a José Luis Melero Rivas (Zaragoza, 1956) que iba a escribir media docena de libros al menos sobre bibliofilia y algunos cientos de artículos de sus amistades, de sus recuerdos, de ese hontanar que no cesa de las cosas de Aragón, el bibliófilo habría puesto el grito en el cielo y habría dicho: “No. No. Lo mío es leer. Lo mío es la curiosidad”.

Pepe Melero es metódico pulcro, mitómano, como se ve jueves tras jueves en sus artículos de ‘Fábulas con libros’ en ‘Artes & Letras’ de HERALDO, pero también los que publica el primero de cada mes en las páginas de opinión o esos que le dictan sus arrebatos: sale a llamarle la atención a Javier Lambán por el uso del himno de España, explica que la Romareda es nuestro escenario de los sueños, defiende la tierra y los suyos.

A todos esos libros, ahora José Luis Melero suma otro: ‘Apostillas y digresiones’, una de las publicaciones de La Cadiera, la 655 el bibliófilo se siente cómodo en las instituciones aragonesas con abolengo y las mima y se deja mimar , que es un libro delicioso de cosas menudas y no tan menudas: retrata con inmenso cariño a Felicitas Saz, la mujer del campesino sabio Alberto Alegre y madre de Luis Alegre; glosa a Juan Moneva y Puyol, “fue un aragonesista cabal, enamorado hasta las cachas de su tierra, que defendió nuestro derecho foral y que abominó del baturrismo, del excesivo pilarismo y de la jota como mito popular”; retrata a su amigo, el gran poeta Rosendo Tello, “no hay otro poeta por estas tierras con su sentido del ritmo (propio, no es casualidad, de quien ha sido a la vez un músico notable), y sus versos se leen siempre con emoción y recogimiento, casi como si fueran materia religiosa”.

Despide a Rosa María Sardá y evoca a Luis García Berlanga, que solía pasar algunos días en Jaulín; recuerda el paso de Maradona por La Romareda (prefería verlo en los amistosos con el Boca Juniors), y hasta revela que padeció la covid-19 al principio de la pandemia. “Pero no me perdonaría quejarme: hay muchos que no podrán escribir un artículo como éste”. 

Además, claro, están esas pinceladas de erudición (sobre libros, revistas, periódicos, autores...) y pasión: hace retratos de cercanía de Joan Manuel Serrat y Miguel Labordeta (al que no llegó a conocer; en cambio, fue uno de los grandes amigos de José Antonio), la devoción que siente por la calle cubierta de Mariano Lucas, que le recuerda la Zaragoza histórica de Los Sitios, o reivindica el legado histórico y simbólico de San Juan de la Peña. Y ahí hallará el curioso esta confesión: “Nada de Aragón me es ajeno y sufro por ello con la habitual desidia del país para con sus cosas”.

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