LITERATURA. ARTES & LETRAS

Evocación y retrato del narrador oscense Javier Tomeo: una habitación liberada

Una mirada sobre la obra, los temas y la personalidad del narrador de Quicena, autor de libros como 'Amado monstruo', que deslumbró en Europa

Javier Tomeo, en 2012, el año anterior a su muerte en Barcelona.
Javier Tomeo, en 2012, el año anterior a su muerte en Barcelona.
Heraldol/Efe.

Lupi trajo aquel libro a su casa en Barcelona, a finales de los años setenta, ‘El cazador’. Nos quedamos alucinados leyendo aquella invención. El hombre que no quería salir de su habitación y se defendía del mundo exterior apostando soldados de plomo.

Y aquel libro lejano siempre siguió en mí. Y luego ‘Amado monstruo’. El personaje que está fascinado por su madre y se lo dice al jefe de la empresa en una entrevista de trabajo. Y el jefe le dice que no le da el trabajo, que debe volver con su madre. Porque al jefe también le pasaba lo mismo.

Pero cómo sabía ese tipo inventar cosas y escribirlas, desde luego. Por encima de modas, por encima de reglas y escuelas. Mal que le pesara al realismo social, y al experimentalismo con el lenguaje, y a lo que fuera. Él tenía su camino y lo terminó imponiendo. Pero qué perversamente literario era, que malvadamente lúcido. Como usaba la imaginación, la perversidad. Como lo indicaba todo a través de sus delirios. Cómo nos señalaba cosas con la literatura, con la imaginación. Cómo pervertía con lucidez el hablar, el escribir

Y ‘Los enemigos’, esos dos individuos que escapan por todas partes y creen que el mundo entero les persigue. Y ven signos de hostilidad en todas partes. Como nos contagia la angustia de ellos, la incertidumbre. El nerviosismo kafkiano. Y ‘El discutido testamento’, cómo nos sume una vez más en la incertidumbre. En las distintas versiones, en lo que es verdad o no es verdad. En lo que los abogados manipulan con la palabra, en lo que se pierden entre las retóricas. En el mundo evaporado en las burocracias y las declaraciones.

Javier Tomeo se encerró como su personaje en su habitación, contra un mundo estúpido, contra los prejuicios sociales y literarios. Contra las concepciones obligadas de la literatura, ya fueran unas o las contrarias

O ‘El mayordomo miope’. Ese mundo visto por un mayordomo que apenas ve a su alrededor. Ese mundo fulminado y convertido en equívocos y en despistes. Ese mundo donde apenas se sujetan las cosas, y cada una se vuelve emocionada y perdida.

Contra el realismo social

Este tipo, Javier Tomeo (Quicena, Huesca, 1932-Barcelona, 2013), no hacía caso. Era un tipo contundente, tenía una gran papada, tenía la cara cuadrada. Y hacía lo mismo con las palabras, las soltaba de manera contundente y perdida. Sí, es una paradoja, pero toda su obra consiste en una lúcida paradoja. Y rompió toda aquella zarandaja el realismo, de la crítica social. Él lo vio, si la literatura tenía que abrirnos la cabeza tenía que adentrarse en la fantasía, en la libertad. En la obsesión inconsciente. En las imágenes que nos abren. Tenía que esconderse en su cuarto y que no le dieran el coñazo. Para colmo su cuarto era su libertad.

Javier Tomeo publicó sus libros en varias editoriales: Anagrama, sobre todo, Planeta, Xordica, Páginas de Espuma...
Javier Tomeo publicó sus libros en varias editoriales: Anagrama, sobre todo, Planeta, Xordica, Páginas de Espuma...
Esther Casas/Heraldo.

Y a través del tiempo sigue su rumbo, sin andarse con zarandajas. Ni quiere experimentos macabeos ni quiere almíbares. Solo quiere envenenarnos. Es una pena que haya muerto, eso parece tan kafkiano como sus libros.

Y recuerdo esas palomas asquerosas, tan poco místicas, tan poco mensajeras de paz de ‘La ciudad de las palomas’. Me sigue pervirtiendo, me sigue estimulando. Siempre me gustó su desfachatez, su soltura. Tenía algo del genio, aunque no se lo tomara en serio.

¿Dónde estará aquella primera edición de ‘El cazador’? Lupi la llevó a aquel piso a finales de los años setenta, no sé dónde la encontró, pero no sé qué hizo con ella después. A menudo pienso qué sería de aquella primera edición de ‘El cazador’, en una editorial desconocida, que nos dejó deslumbrados y acontecidos.

Tomeo empezó publicando en no sé qué sitios y consiguió publicar en Anagrama. Yo también quiero publicar en Anagrama. Javier Tomeo me gusta mucho más que otros autores de esa editorial, me parece digno de Anagrama. Me gusta mucho más que ese pesado Alan Pauls. Una vez lo estaba leyendo durante un viaje por Persia y me parecía interminable, me imponía largas tajadas sufridas para acabarlo.

El cuarto y los soldaditos

Javier Tomeo se encerró como su personaje en su habitación, contra un mundo estúpido, contra los prejuicios sociales y literarios. Contra las concepciones obligadas de la literatura, ya fueran unas o las contrarias. Se encerró en su cuarto y logró preservarse a sí mismo. Y se enfrentó al mundo con soldaditos de plomo o de palabras.

Yo también me encierro a menudo en mi habitación, no dejo que cruce cualquiera la puerta. Una temporada en Compostela me metía en la cama con Charles Bukowski y un vaso de vino. Pero también me encierro con Marcel Proust y Javier Tomeo. Pero no lo tengo tan claro como él, en mi habitación entran bastantes confusiones.

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