TEBEOS. OCIO Y CULTURA

Julio Gracia: "El cómic fue un vehículo de libertad clave para comprender los años 70 y 80"

El especialista zaragozano publica un estudio de los tebeos de la Transición en España y glosa el foco aragonés con Calpurnio, Royo o Altarriba

Julio A. Gracia Lana ha convertido al cómic en una de sus pasiones.
Julio A. Gracia Lana ha convertido al cómic en una de sus pasiones.
Francisco Jiménez.

Julio A. Gracia Lana (Zaragoza, 1989), doctor en Historia del Arte y colaborador de HERALDO, es el autor de la extensa monografía ‘Las revistas como escuela de vida. Diálogos sobre el cómic adulto (1985-2005)’ (Eolas: Colección Grafikalismos, 2020), coordinador de diversas publicaciones y coordinador de congresos de tebeos, y ahora publica ‘El cómic español de la Transición’ (PUZ, 2022).

¿Qué es, qué quiere ser ‘El cómic español de la Transición. La influencia de la historieta en la cultura contemporánea’, publicado por Prensas de la Universidad de Zaragoza, que se suma a otras monografías suyas sobre el universo del tebeo?  

Un ensayo sobre dos décadas de historia del cómic en España, que muestra una historia diferente: la de los autores que pasaron a trabajar en medios distintos a la historieta pero que llevaron consigo un pedazo, una parte de su trabajo en cómic. De esta manera, las viñetas impregnaron manifestaciones como la pintura, el cine o la ilustración.

“Cómic es un término de origen anglófono. Procede de las ‘comic stips’, las tiras cómicas que salían en los periódicos de Estados Unidos. Sinónimos en español son tebeo e historieta”, explicó en una contraportada de HERALDO. ¿Qué significó el cómic en la transición, cuál fue su cometido?

Fue un vehículo de libertad clave para comprender los años setenta y ochenta. El papel y el dibujo permitían una inmediatez que quizás no fueron capaces de desarrollar de forma tan clara las artes plásticas o el cine. Muchos acontecimientos se reflejaron antes en las viñetas que en otros medios.

Antonio Altarriba (guion) y Luis Royo (dibujo), 'O’Clock', Comix Internacional, 1981.
Antonio Altarriba (guion) y Luis Royo (dibujo), 'O’Clock', Comix Internacional, 1981.
Luis Royo/Toutain editor.

¿Fue un cómic divertido, narrativo, ideológico o erótico, cómo convivieron las distintas líneas?

En el cómic adulto de la Transición convivieron muchas líneas al mismo tiempo, muchas estéticas a la vez. Dentro de la idea de revista de género (que iba del terror a la ciencia ficción), se desarrollaron propuestas autorales muy importantes gracias a firmas como Laura, Beà, Marika Vila o Miguelanxo Prado.

Dice que cómic y libertad fueron un poco sinónimos entonces. ¿En qué sentido?

Libertad de contenidos y libertad para luchar contra un sistema injusto. Sin el auge de las publicaciones en papel no se pueden entender los cambios que trajo consigo la Transición.

Hablemos de focos: Madrid, Barcelona, Zaragoza... ¿Qué destaca?

Barcelona fue sin duda el gran foco editorial (y lo sigue siendo), donde se desarrollaron revistas como ‘El Víbora’, ‘Zona 84’ o ‘Cairo’. Pero Valencia o Madrid fueron también claves. Y en Aragón (con el foco central de Zaragoza) surgieron firmas como Antonio Altarriba, Luis Royo, Strader o Calpurnio.

Calpurnio, Cartel anunciador de Cuttlas Microfilms (años noventa).
Calpurnio, Cartel anunciador de Cuttlas Microfilms (años noventa).
Calpurnio.

Que aún siguen en activo de formas muy diferentes. ¿Qué publicaciones han sido claves y cómo diría que creció el cómic, que al final se dio un batacazo?

La desaparición de las revistas del ‘boom’ del cómic adulto configuró un nuevo ecosistema en el que los autores tuvieron que buscar distintos medios para desarrollar su trabajo. Pero hubo algunas publicaciones que siguieron editándose en los años noventa. Entre ellas, destaca especialmente ‘El Víbora, que no solo permitió que Altarriba, Nazario o Max publicaran en los ochenta, sino que abrió sus páginas una década después a Miguel Ángel Martín o a Mauro Entrialgo.

¿Qué le debemos a la editorial Bruguera?

Muchas cosas. Quizás la principal sea la de haber sido durante décadas una de las grandes productoras de cómic infantil y juvenil, con todo lo que ello suponía para el medio. En los años ochenta su quiebra se dejó sentir en todo el panorama historietístico. Supuso un verdadero golpe. Un antes y un después, del que, tal vez, no nos hemos recuperado todavía.

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