Putzi, el pianista de Hitler que susurró a Roosevelt los secretos del nazismo

Thomas Snégaroff novela la azarosa vida de Ernst Hanfstaengl, confidente del líder nazi que acabó contando sus secretos al presidente de EE UU

El día a día de Hitler
El día a día de Hitler

Estuvo en lugares donde se tomaron decisiones que cambiaron el curso de la historia antes y después de la II Guerra Mundial. Tocó el piano para Hitler y compartió muchos de sus secretos, que acabaría revelando al presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt. Pero aun así, la figura de Ernst Hanfstaengl (Múnich, 1887-1975) seguía en la penumbra. El periodista e historiador francés Thomas Snégaroff (48 años) la ilumina ahora novelando su azarosa vida en 'Putzi. El confidente de Hitler' (Seix Barral), trazando, de paso, un fresco de la Europa de aquellos años.

Considerado por unos "un traidor" y por otros un "artesano del mal", Hanfstaengl era un hombretón de dos metros de altura. Pero, paradójicamente, su apodo, Putzi, significa 'hombrecito', 'poco' o 'bonito' en bávaro. Hijo de padre alemán y madre estadounidense, estudió en Harvard, dirigió en la Nueva York bohemia el negocio de arte de su acaudalada familia y fue amante de la escritora Djuna Barnes.

De vuelta a Alemania, estuvo muy cerca de Hitler desde el origen del movimiento nazi en los años 20 en Múnich. Caído en desgracia tres lustros después, tuvo la habilidad de pasarse al bando contrario, cruzar de nuevo el Atlántico y convertirse en informante del presidente norteamericano.

"Nunca quedará claro si fue un villano o un héroe. Pasó a la historia del nazismo como un enigma, aunque sabemos qué papel jugó en el ascenso de Hitler al poder en la República de Weimar", dice Snégaroff, que dio con el "camaleónico" personaje, amigo de Hearts, Thomas Mann o Chaplin, al documentarse sobre el nazismo en Estados Unidos y la internacional fascista. Quedó "fascinado", al averiguar "que había susurrado tanto al oído de Hitler como al de Roosevelt".

Putzi vio en Hitler "a un agente de reconciliación entre sus dos mundos", según el escritor francés. En el inicio del nazismo, "aportó a Hitler dinero y conexiones con redes financieras muy importantes que permitieron convertir la revista del partido nazi en una máquina de guerra gracias a la propaganda".

Tras el fallido 'putsch' orquestado en una cervecería de Múnich en 1923, Putzi confortó a Hitler en sus peores horas. Le visitó en la cárcel, le proporcionó libros de autores americanos y financió la publicación de 'Mein Kampf'. Compuso el himno de los camisas pardas y el de las juventudes nazis, fue su jefe de propaganda y se le atribuye la paternidad del saludo 'Sieg Heil'. "Helene, la mujer de Putzi, evitó que Hitler se suicidara pegándose un tiro al convencerle de que el mundo dependía de él", explica Snégaroff.

Pero antes que por ideología, la profunda conexión que Putzi estableció con Hilter se cimentó en la música de Richard Wagner que Hanfstaengl, consumado pianista, interpretaba en su casa cuando el futuro genocida le visitaba. "Wagner fue un gran ideólogo del supremacismo ario y el antisemitismo, y Putzi aportó a Hitler un vínculo ideológico", destaca el periodista.

La proximidad de Putzi a Hitler hizo que otros jerarcas nazis como Joseph Goebbels "lo percibiera como un rival y le llamara despectivamente bufón". Goebbels trató de eliminarlo y propició que Putzi cayera en desgracia y abandonara Alemania en 1937.

Huyó a EEUU y acabó colaborando con Roosevelt. "Hanfstaengl no tenía una ideología definida, pero el vínculo con Hitler era muy potente. Tanto, que incluso en el exilio, espera una palabra afectiva del dictador nazi para regresar al lado de quien en todo momento consideró como un gran líder", destaca Snégaroff. "Fue la única persona que trabajó personalmente para Hitler y le susurró al oído, pero también lo haría al oído de Roosevet, contándole lo que sabía del líder nazi", reitera. Intimidades como que Hitler era asexual, que le gustaba atraer a las mujeres pero le asqueaba el contacto con el cuerpo femenino.

"Su complicidad con Roosevelt pareció colocarlo en el lado bueno de la historia y le salvó durante la desnazificación, aunque podría haber ocurrido todo lo contrario", dice Snégaroff. "No fue ni un agente del mal ni un payaso", opina el escritor francés, que se inclina por definir al controvertido Putzi como un "ideólogo en la sombra, un hábil marionetista que movió los hilos que le ataron al Führer mientras pudo".

Especializado en temas relacionados con EE UU, biógrafo de Kennedy y Clinton, Snégaroff optó por la novela para eludir la rigidez de un ensayo. «Al novelista le gustan más las coincidencias y el azar, que se convierte en su gran tesoro. Como decía Walter Benjamin, en la novela se ve la mano del artesano, y yo necesitaba novelar para contar esta historia, porque en la trayectoria de Hanfstaengl hay hilos que un historiador no hubiera podido seguir hasta el final», se justifica.

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