Pablo Alborán, animal de escena, se recena al público zaragozano en la sala Mozart

El artista malagueño arrasó este domingo en el primero de sus dos conciertos zaragozanos de esta gira por teatros y auditorios. El segundo es este lunes (21.00)

Pablo Alborán aún andaba por los 25 años la última vez que actuó en Zaragoza. Como ocurrió ayer (hoy repite), su cumpleaños estaba a la vuelta de la esquina, aunque esta vez las circunstancias le han llevado a ajustar tanto el asunto de las velitas que le toca soplarlas mañana martes; le caen los 33, la edad de Cristo, con su carrera en plenitud y la fidelidad intacta desde su amplia base de fans a los dos lados del Atlántico. Este domingo, un mes después de lo anunciado allá por otoño (debido al covid), se reencontraba con la afición zaragozana, y no decepcionó al público presente: las plateas y anfiteatros de la Mozart estaban a rebosar (90% de público femenino) y el clic con el artista se oyó, estruendoso y quedo a un tiempo, desde la primera estrofa.

Alborán arrancó un cuarto de hora tarde (21.15) a guitarra y voz los dos primeros temas, comenzando por ‘Hablemos de amor’. En ese mismo tema, mechados entre las notas, ya se escucharon los primeros ‘guapo, guapo’, que menudearon igualmente en el siguiente, ‘Desencuentro’; el malagueño se come el escenario a cucharadas, deja colgando los versos con la suficiencia de los grandes, domina la respiración y sostiene las notas con una facilidad insultante sin deshilachar sus canciones artesanas. 

Por si fuera poco, domina el cuerpo a cuerpo con las butacas. “Deseaba veros de cerca, poder mirarnos a los ojos… y pasado mañana es mi cumple”, reveló, antes de que todo el auditorio le canta el cumpleaños feliz.

Al piano, el bardo andaluz se crece. ‘Ecos’ sonó rotunda, oda al desamor en la que calzó ‘Zaragoza’ por segunda vez en tres canciones: se las sabe todas. Siguió ‘Que siempre sea verano’ y en las primeras estrofas perdió el hilo, o eso dijo; el tipo bromea y le queda bien, casi da rabia, es el antónimo del que cuesta el chiste bueno y ofende: el suyo es regulero, y todo el mundo ríe la gracia. 

En cada charleta con la audiencia se palpaba la rendición incondicional de sus fans ante el buen chaval que sigue siendo esta superestrella de la canción, el mismo que respetó un contrato de debutante en un pub zaragozano (el Drinks & Pool) ofrecido en febrero de 2011 y firmado en otoño de 2010, justo antes de que la salida de su disco lanzase su caché a la estratosfera.

Con ‘Tanto’, coreado a unísono por el respetable, se acabó el concierto en solitario: entraba la banda, dos guitarras y un batería-percusionista que colaboraron a dar lustre a ‘Miedo’ y ‘La escalera’ antes de que dos fans de la primera fila le regalasen flores y una tercera le anudase el cachirulo de rigor al cuello, que el artista lució durante buena parte de la noche.

Va sobrado

Tras el interludio empático llegó un pedacito a capella y sin amplificación de ‘Tu refugio’ antes de que la banda diese réplica a su líder en ‘Saturno’, ‘Castillos de arena’, ‘Pasos de cero’ o ‘Si hubieras querido’. ‘Perdóname’ o ‘De carne y hueso’ precedieron a una lucida ‘Dicen’, con una progresión de guitarra que recordaba al ‘Wicked Game’ de Chris Isaak y una rítmica que parecía inspirada en ‘The Way It Is’ de Bruce Hornsby, pero aflamencado: toma ya.

En la recta final fue con todo: desgranó ‘Volvería’ antes de revelar que está grabando disco, puso el auditorio patas arriba con ‘Solamente tú’, siguió con ‘Prometo’ -ahí se gustó, pero sus alardes no agreden: al contrario-, ‘Dicen’, ‘Tabú’ y el cierre con ‘La fiesta’. En el primer bis, bombazo: su amiga Vanessa Martín estaba en el público y no, no salió a cantar, porque Alborán le sacó de la encerrona con galanura. Fin, ovación y hoy, vuelta al mismo ruedo; el mismo vate, a la misma hora. Un crack.

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