La formidable baronesa Wilson y su deslumbrante vida

Pura Fernández, la directora de publicaciones del CSIC, ha elegido ese título en alusión a la colección de relojes que hizo la baronesa y que le valió para, vendiéndolos en periodos de dificultades, ir sobreviviendo.

La directora de publicaciones del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Pura Fernández, ha rescatado con '365 relojes' (Taurus), la vida de Emilia Serrano García, la Baronesa Wilson.
La directora de publicaciones del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Pura Fernández, ha rescatado con '365 relojes' (Taurus), la vida de Emilia Serrano García, la Baronesa Wilson.
EFE

Fue traductora y representante de Alejandro Dumas, amante de Zorrilla, con quien tuvo una hija, amiga de Lamartine y de George Sand, empresaria periodística y protegida del presidente mexicano Porfirio Díaz, pese a lo cual Emilia Serrano García, la baronesa Wilson, cayó en un olvido del que la ha rescatado Pura Fernández con la biografía titulada "365 relojes" (Taurus).

La directora de publicaciones del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Pura Fernández, que ha dirigido numerosos estudios de investigación sobre historia cultural de literatura, ha elegido ese título en alusión a la colección de relojes que hizo la baronesa y que le valió para, vendiéndolos en periodos de dificultades, ir sobreviviendo, además de saber la hora de los muchos países de América y Europa que fue visitando.

Sobre si el título de la baronesa era apócrifo, la autora ha señalado que, en efecto, fue "una completa invención que, en un inicio, cuadraba con cierta convención literaria cuando se hacía crónica social o cuentos moralizantes".

La idea surgió en París, cuando Emilia Serrano dirigía su revista de modas 'La Caprichosa', y la puso en circulación un amigo para darle glamour y misterio a una joven extranjera que frecuentaba tertulias con figuras como Lamartine o George Sand. Algo tuvo que ver que se asociara con un conocido diplomático y masón, con título también falso, el barón de Guillemot.

De la inventiva de la baronesa, Fernández ha añadido en entrevista con EFE que "en realidad, toda su biografía fue una fabulosa construcción en la que entreveraba elementos reales con el ideal de lo que debería ser una mujer del siglo XIX que aspiraba ser escritora".

"Al tiempo que defendía la educación y la profesionalización femeninas, que viajaba por Europa y América, era consciente de que la principal amenaza para una mujer era -y es- su consideración moral y su vida privada, de ahí sus falsos matrimonios, por ejemplo", ha comentado.

De la labor en América de la baronesa, ha asegurado que "construyó grandes redes culturales iberoamericanas a través de sus revistas y desarrolló un vasto programa de diplomacia cultural y literaria, difundiendo y defendiendo el pasado arqueológico e histórico de los países americanos y su realidad contemporánea, para combatir la imagen de atraso o de barbarie que pudiera asociarse con ellos".

También "fomentó la disciplina americanista y las relaciones comerciales y turísticas. Procuró el diálogo entre la antigua metrópoli y las nuevas repúblicas, por lo que vivió situaciones difíciles al defender la independencia de Cuba y de Puerto Rico".

La baronesa fue una mujer de marcado carácter que hizo de la tenacidad, la voluntad y la confianza en sí misma su principal virtud, si bien su biógrafa ha asegurado que también destacó por una extraordinaria curiosidad y ambición de conocimiento, mientras que la pasión de su vida fue "la necesidad de libertad y de ampliar los estrechos márgenes impuestos a las vidas femeninas".

La relación de Emilia Serrano con José Zorrilla, el poeta y dramaturgo más célebre de la época en lengua española, supuso una inflexión definitiva en su biografía:

"Zorrilla, que huía de un matrimonio desgraciado, se había instalado en París para intentar salir de su precaria situación económica. Su intensa vida cultural debió abrir muchas puertas a la inquieta Emilia, además de concienciarla de la necesidad de velar por los derechos de autoría y de familiarizarla con el uso de los seudónimos, pues Zorrilla la ocultaba bajo el nombre de Leila. Pero sobre todo la obligó a fabular una historia personal que ocultara la realidad del nacimiento de su hija Margarita Aurora en 1854."

A Alejandro Dumas lo conoció a finales de la década de 1850 en París, fue su amigo y consejero. El novelista la distinguió como su traductora y gestora de los derechos de algunas de sus obras de teatro; Dumas admiraba el dinamismo y la ambición de la baronesa, quien se enorgullecía de haber logrado que el maestro francés cambiara su negativa visión de España

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