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Raúl Aranda se reencuentra con el toro Saladillo medio siglo después

El matador lloró delante de la cabeza de la res, que ahora preside el bar El Burladero, en El Tubo. Mañana se cumplen 50 años de la histórica puerta grande en Madrid.

Raúl Aranda, emocionado ante Saladillo.
Raúl Aranda, emocionado ante Saladillo.
Guillermo Mestre

"Cuando el toro y la muleta van al mismo son...", resumía sintéticamente la gran Rocío Jurado en la copla que plasma con fidelidad la esencia del toreo. "Oro, plata, sombra y sol,/el gentío y el clamor,/tres monteras, tres capotes/en el redondel/y un clarín que corta el viento/anunciando un toro negro/que da miedo ver. /Chicuelinas de verdad, /tres verónicas sin par/y a caballo con nobleza/lucha el picador/y la música que suena...", eso también es el toreo; pero sobre todo, "cuando el toro y la muleta/van al mismo son". El toro Saladillo y la muleta de Raúl Aranda fueron al mismo son un 15 de mayo de 1972 en la Monumental de Las Ventas de Madrid. Desde ese día, desde hace medio siglo, Saladillo forma parte de la jerarquía patricia del toro, desde el día que el matador aragonés puso en fila india al escalafón taurino mundial. Puerta grande para Raúl Aranda, desde entonces figura máxima del toreo.

Raúl Aranda regresó a Zaragoza con la cabeza disecada del toro, joya de la cabaña brava de los años 70. "Se la regalé a mi gran amigo y prestigioso abogado, José Antonio Ruiz Galbe, por la extraordinaria amistad que nos unía. No sé lo que hizo él con el toro", señaló Aranda. El empresario hostelero Emilio Peña sí supo lo que hizo el letrado Ruiz Galbe. "Hace un tiempo, fui a casa de mi amigo Óscar Ruiz Galbe (hijo de José Antonio) en Panticosa. Allí me dijo Óscar que tenía un toro en la bodega. Mi sorpresa fue mayúscula cuando me di cuenta de que el toro era Saladillo, que es lo máximo en Aragón", apuntó Peña. Meses después, Peña abrió en Zaragoza El Burladero, local de referencia del mundo taurino en la Inmortal Ciudad, sito en la calle Ossau, en El Tubo zaragozano. "Llevé el toro a un taxidermista, lo arreglamos, y ahora Saladillo preside el bar desde el fondo del local", sentenció Peña.

El regreso de Saladillo a la arena de El Burladero llegó a oídos de Raúl Aranda. "Me llamó mi tocayo Raúl y me dijo que se estaba tomando una cervecita junto a Saladillo. No podía creerlo cuando me lo dijo, pero es verdad. Y ahora, en unos días tan señalados como estos (mañana se cumplirá medio siglo del hito), quería reencontrarme con él", dijo Aranda. El diestro llegó al local acompañado de una cuadrilla de postín: Roberto Bermejo, Ricardo Aguín ‘El Molinero’ y el inefable Antoñín Castilla. En la puerta le estaba esperando Emilio Peña. Aranda solicitó un tiempo junto a Saladillo. Al llegar al fondo de El Burladero, rompió a llorar abrazando a Saladillo. Minutos después, comenzó a articular palabra. "El otro toro de la tarde, Panerito, lo tengo en mi casa y no soy capaz de ponerme más de 15 segundos delante de él. Imagínese Saladillo… Lo es todo en mi vida, todo, absolutamente todo. Este toro me dio la gloria", acertó a decir Aranda.

Bermejo terció: "Lo que es Raúl Aranda se resume en dos palabras: el maestro. Y así sigue siendo reconocido en el mundo del toro". El Molinero también se explayó: "Es una referencia para todos los toreros. Fue un orgullo torear con él". Antoñín Castilla culminó la tanda de reconocimientos: "Yo lo metí en esta historia. Éramos dos chavales y nos fuimos a una capea a Illueca como polizones en un tren. Y ya ve, de una capea en Illueca, a la cima del toreo mundial. Muy grande, Aranda".

Raúl Aranda estrecha la mano del empresario Emilio Peña. Detrás, Saladillo.
Raúl Aranda estrecha la mano del empresario Emilio Peña. Detrás, Saladillo.
Guillermo Mestre

El matador ya había salido a hombros de Zaragoza en mayo del 71, cortando dos orejas a una alimaña del Conde de la Corte, formando terna, ahí es nada, con Palomo Linares y Miguel Márquez. Un año después, llegó el gran día en Madrid, con toros de Galache. "Sabía que me jugaba todo. Hacía frío. En el primer toro, con Panerito, me sentí muy a gusto. El que cerraba plaza, fue el del triunfo. Recuerdo que recibí con largas cambiadas. Desde el capote, me sentí pleno", narró. El resto se lo saben los buenos aficionados igual que un jotero se sabe la letra de la Palomica. El toro fue al caballo con bravura, derribando el jaco con Alfonso Gracia ‘El Cani’ como picador. Un quite por chicuelinas de flipar en colores previo a los garapullos de Peñalver, banderillero de la cuadrilla de Bienvenida. Y después, la locura con la muleta. Unos naturales para comenzar y una serie fetén con la derecha. El público pidió música. Y como cantó la Jurado, el toro y la muleta fueron al mismo son. Cambió de mano y con la izquierda se embarcó junto a la res en un viaje hacia la eternidad. Concluyó cobrándose una soberbia estocada. Apenas media hora después, su apoderado, Manolo Cisneros, había concretado 46 corridas en las mejores plazas del mundo. Esa misma noche, Aranda era el amo de España.

Placa del toro Saladillo, de la ganadería de Galache.
Placa del toro Saladillo, de la ganadería de Galache.
Guillermo Mestre

Solo un mes después, junto a Francisco Rivera ‘Paqurri’ y don Álvaro Domecq a caballo por delante, toreó la corrida de la Beneficencia. Medio siglo después, Aranda sigue siendo el único torero aragonés acartelado en la gran corrida del año. En un tiempo dorado para el toreo, con nombres míticos como Camino, Palomo Linares, el Viti, Antoñete, Dámaso González, Rafael de Paula, Capea o el Cordobés, Aragón tuvo un torero de bandera, Raúl Aranda, el matador que hace medio siglo tiró abajo la puerta grande de Las Ventas.

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