John Paul Keith: Juan Pablo I, Papa de Memphis
Dando por sentado que Elvis es (aun difunto) el rey indiscutible de Memphis, visto lo visto anteanoche en la sala Z habría que proclamar ya mismo a John Paul Keith, también vecino de la localidad de Tennessee, Sumo Pontífice de la iglesia agnóstica del rock and roll: o sea, Juan Pablo I de Memphis. Porque este caballero de porte enjuto se marcó un concierto antológico y prodigioso (¿el mejor del año en su género? ¡apuesten por ello!), propio de un auténtico superclase, de un músico tocado por la mano divina, que canta y toca la guitarra con supina elegancia, y en cuyas canciones confluyen los espíritus de Buddy Holly, Marvin Gaye y Roy Orbison en admirable conciliábulo.
Entre otras múltiples referencias sonoras, porque las composiciones del amigo John Paul abarcan un amplísimo catálogo estilístico y saltan con asombrosa naturalidad del rock and roll clásico al soul de Stax y el rhythm’n’blues, del country al rockabilly o del swing al pop de hechuras británicas tipo Costello o Nick Lowe. Imposible no caer deslumbrado ante rutilantes melodías como las de ‘How can you walk away’, ‘The sun’s gonna shine again’, ‘Keep on, keep on’, la sedosa ‘Miracle drug’, ‘A world like that’, ‘How do I say no’, ‘Baby, we’re a bad idea’ o ‘The rhythm of the city’. Y de postre, en el segundo bis, sendas revisiones de ‘Lucille’ de Little Richard –justo en el día del segundo aniversario de su muerte- y ‘Pretty woman’ de Orbison.
Solamente acompañado por bajo y batería (prometió volver con su banda al completo, incluyendo teclados y vientos, y entonces puede ser el nirvana total), Keith demostró ser un extraordinario guitarrista, de técnica exquisita y sonido diáfano, que no da una nota de más ni puntada sin hilo. Un artistazo como la copa de un pino que atesora todas las esencias sonoras de una de las ciudades con más historia en la música americana y las transforma en un esplendoroso ramillete de canciones que llevaron al éxtasis a un centenar de fieles: era lunes, y se produjo el milagro.