El precio de embutirse en la piel de Marilyn Monroe

El vídeo viral de Kim Kardashian luchando por entrar en el icónico vestido de la estrella de Hollywood ha puesto en pie de guerra a los conservadores textiles, que ven en la ocurrencia un ataque al patrimonio.

KIm Kardashian, con el vestido que luciera Marilyn Monroe en 1962.
KIm Kardashian, con el vestido que luciera Marilyn Monroe en 1962.
Justin Lane/EFE

En realidad, Marilyn Monroe tampoco entró en el vestido fácilmente. Aquella noche de 1962, el vestido de pedrería con el que la actriz acabaría haciendo historia -no solo del cine- tuvo que acabar de coserse sobre su propio cuerpo, tan ceñido era. Con él cantó aquel 'feliz cumpleaños' al entonces presidente Kennedy en el Madison Square Garden de Nueva York. Ella se quitaría la vida pocos meses después. Y ambos, mandatario y luminaria de Hollywood, pasarían a la historia. 

Sesenta años después aquel vestido ha vuelto a la actualidad a través de otro rostro muy famoso y muy representativo del signo de los tiempos. Kim Karsahian, lanzada a la fama mundial por nada en concreto a través de un 'reality', ha demostrado que su popularidad es capaz de mover montañas, hasta el punto de lograr sacar el vestido de Marilyn Monroe de un museo para lucirlo unos minutos en la gala del Met.

Además de su gran valor como icono popular, la prenda lo tiene pecuniario: es el vestido más caro jamás vendido en una subasta. Cinco millones de dólares pagaron por él sus actuales propietarios para exhibirlo en la franquicia expositiva de Believe or not en Orlando (Florida). Hasta allí viajó Kardashian para, literalmente, embutirse en la prenda fabricada a partir de un delicado tejido de crêpe al que se le cosieron decenas de piedras brillantes.

En vídeo que, como casi todos los protagonizados por Kardashian, se ha hecho viral en las redes sociales, aparece en medio de varias personas que tratan a toda costa de encajarla en la prenda. A pesar de haber adelgazado siete kilos en apenas unas semanas para lograrlo, no hay fortuna capaz de desafiar las leyes de la física y finalmente no hubo manera de introducir el trasero de Kardashian, que acudió a la alfombra roja con una estola de piel cubriendo el desaguisado.

Más allá del 'snobismo' o de cuestiones puramente estéticas, la ocurrencia de Kardashian tiene en pie de guerra a numerosos amantes del mundo de la moda, particularmente a aquellos que se dedican profesionalmente a su conservación en el floreciente sector de los museos textiles.

Uno de ellos, Kevin Jones, del Museo del Instituto de la Moda de Los Ángeles, avisa de que el tejido del vestido era elástico y resistente en su momento, pero que con el tiempo se vuelve débil y quebradizo. Por no hablar de la pedrería, cosida a mano y a la que la gravedad le afecta enormemente. Ni que decir los meneos a los que lo sometieron Kardashian y su corte para vestírselo.

Según Jones, "cada vez que un vestido así se mueve se producen pequeños desgarros que un futuro serán un gran problema".

Por su parte, desde Believe or not niegan que el vestido haya sufrido ningún daño y a estas alturas, según aseguran, ya ha sido devuelto a su vitrina en el avión privado de Kardashian. Aseguran que la prenda no ha sido modificada en ningún momento, que solo se lució un rato en la alfombra roja (luego la famosa se puso una réplica) y que tenía prohibido usar maquillaje corporal.

Los conservadores, no obstante, creen que la humedad, el sudor o el propio movimiento habrán sido suficientes para dañar esta prenda que consideran que debería haberse tratado como patrimonio.

“Nuestro trabajo es hacer llegar las prendas a las siguientes generaciones con el menor daño posible, para que dentro de 500 años, estos objetos hablen de nuestra historia colectiva desde el punto de vista del diseño, la tecnología, el arte o la cultura", termina diciendo Jones a 'Los Angeles Times'.

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