Philarmonia Orchestra: un auténtico crisol de sonido
Su arco atacó con decisión y delicadeza el compás ochenta y nueve. Nicola Benedetti ascendió con impulso la sucesión vertiginosa de semicorcheas en intervalos de octava que abren la partitura del solista en el ‘Concierto para violín y orquesta’, de Beethoven. En los compases precedentes, la Philharmonia Orchestra, liderada por el concertino Zsolt-Tihamér Visontay desde su asiento, había expuesto los temas principales del que es para muchos el concierto para violín por excelencia. Así sucedió debido a la indisposición del director titular Santtu-Matias Rouvali, según explicó sobre el escenario el representante de la orquesta Llorenç Caballero. Como resultado, pocas veces el arco de un concertino tuvo tanto poder y lo ejerció con tanta complicidad con su solista. Solista que, tañendo su Gariel Stradivarius de 1717, superó con general soltura toda la maraña de dificultades técnicas, dobles cuerdas, trinos y armónicos convirtiéndolos en arte sublimado.
La escocesa fue toda introspección en el ‘larghetto’, donde la orquesta aprovechó bien sus compases de protagonismo. A lo largo de toda la obra, Benedetti hizo gala de una técnica depurada, con vibrato uniforme y equilibrio intensivo desde el talón hasta la punta del arco, concluyendo en la ‘cadenza’ final con otra exhibición de recursos técnicos a velocidad de vértigo en una ejecución cálida y bien pulida en general. Tras largas ovaciones regaló una recreación del tema popular de su Escocia natal ‘Auld Lang Syne’.
En la segunda parte, un carismático Zsolt-Tihamér Visontay tomó el podio de director de la Philharmonia Orchestra y, nadando en música en el centro de la esfera sonora, convirtió su interpretación de la ‘Sinfonía nº 5’, de P. I. Chaikovski en un magno espectáculo musical, una actuación fastuosa, un auténtico crisol de sonido.
