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Un zaragozano reúne 14 joyas americanas inencontrables en un recopilatorio de referencia

Eduardo Pascual edita ‘The psychedelic forest’, un disco que se está vendiendo en Japón, Inglaterra, EE. UU., Italia...

Eduardo Pascual sostiene el recopilatorio rodeado por su colección de discos.
Eduardo Pascual sostiene el recopilatorio rodeado por su colección de discos.
Toni Galán

Poseer un tesoro y disfrutarlo en solitario es un ejercicio de egoísmo y de efímera autosatisfacción. Compartirlo y propagarlo resulta mucho más sugerente y edificante. Esto último es lo que ha hecho el zaragozano Eduardo Pascual con la edición del recopilatorio ‘The psychedelic forest’, en el que reúne 14 grandes y desconocidas canciones de garage psicodélico a cargo de grupos estadounidenses de los 60 que hasta ahora eran un secreto entre expertos.

A sus 45 años, Edu Lobo –su nombre artístico como DJ– ha paseado su exquisito gusto musical y su privilegiada colección de discos por los clubes y festivales más reputados de Europa y España. Una irrefrenable pasión que fue larvando desde muy chico. "Todo comenzó en mi comunión, cuando me regalaron una cadena musical Elbe que incluía un tocadiscos. A cierta edad a lo largo de la niñez, a todo el mundo, de mi generación al menos, le llegaba en algún momento la música de los Beatles. Durante mi adolescencia mi afición por el cuarteto de Liverpool me hizo preguntarme si había más grupos similares. Unos años después fui descubriendo a bandas como los Yardbirds o los Small Faces en casetes. A partir de allí, pasé a los vinilos, a las ferias de discos y a comprar por catálogo. Eran los tiempos pre-internet", rememora.

Durante más de dos décadas se embarcó en la colosal e inacabable tarea de ampliar sus conocimientos y de ir engordando su particular discoteca. "He hecho muchas locuras por los discos. Recuerdo que cuando estudiaba en la Universidad decía que iba a clase y en realidad marchaba en autobús a la Feria del Disco de Barcelona y regresaba por la noche, muy cansado pero muy contento. Y en todos los viajes aprovechaba para ir a las tiendas", revela. Con esta constancia y dedicación, Pascual atesora una retahíla de gemas cotizadísimas –algunos de sus discos se valoran en cuatro cifras–. "El precio no es lo que me importa. Disfruto tanto con un ‘single’ de Los Bravos que cuesta dos euros en cualquier mercadillo como con uno de 5.000 euros", matiza.

El arranque del proyecto

La pandemia y su confinamiento le dieron tiempo y espacio para materializar un proyecto que había enterrado ante la vorágine del día a día: editar su propio recopilatorio con 14 joyas prácticamente inencontrables. "Siempre he tenido afición por los recopilatorios, especialmente en los inicios de mi pasión por música. Tras más de 20 años coleccionando discos oscuros de los 60, borboteaba desde hacía unos años la idea inversa de tratar de devolver a otros las mismas maravillosas sensaciones que tenía cuando descubría a grandes grupos y canciones, siendo esta vez yo el amplificador de un pedazo de olvidada arqueología musical", asegura.

Tras un arduo proceso de depuración y selección, pasó a la acción y, con la ayuda de su pareja, Ana Ferrer, contactó con la gran mayoría de bandas estadounidenses que integran el álbum para solicitarles su permiso. "Fue la parte más costosa y prolongada en el tiempo, algo más de un año, pero también la más apasionante y estimulante. Redes, correos, incluso cartas escritas, seguir hilos conductores a través de amigos de miembros de las bandas... Lejos del rechazo o la suspicacia, se quedaron impresionados y halagados. Era una locura que alguien se interesara por ellos tantos años después, cuando nadie les había hecho caso en medio siglo. La idea era también conocer la historia sobre aquello que grabaron y que no llegó a ningún lado", prosigue.

Cada canción es un regalo sonoro que esconde alucinantes historias. Como en el caso de la banda de Youngstown (Ohio) L. A. Freeway, con su ‘Freedom’, una canción grabada en el instituto y de la que se editaron poquísimas copias. O como The Inner Soul con ‘La Puima’, un disco promocional que regaló una cadena de zapaterías en California. La guinda es el último corte, sin título, extraído de un acetato que muy probablemente sea la única copia existente en el planeta y de la que se desconocen sus intérpretes. "Ojalá sirva para que aparezcan", aduce.

Si el contenido es excelso, el continente mantiene ese nivel. La portada es obra del pintor zaragozano –también cotizadísimo– Georges Ward, que se "volcó con generosidad" al conocer el proyecto.

Un trabajo tan exquisito está teniendo la respuesta que merece. El recopilatorio ya reposa en las casas de melómanos de todo el planeta, desde Inglaterra a Japón, pasando por Estados Unidos, Alemania, Dinamarca, Italia o Austria. Aquellos que deseen adquirir el disco deben enviar un correo electrónico a thepsychedelicforest@gmailo.com.

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