Zelia Lanaspa: "Estamos aquí para tratar de ser felices y hacer felices a los demás"

La cantante (Zaragoza, 1962) es la fundadora del proyecto Mikrópera, y acaba de volver de su debut formal en el ‘off-off Broadway’ neoyorquino.

Zelia Lanaspa, hace unos días, en Zaragoza
Zelia Lanaspa, hace unos días, en Zaragoza
José Miguel Marco

Se veía venir usted lo de cantante desde pequeña, ¿verdad?

Verdad, aunque tardé en consolidar la vocación. Siempre he cantado, desde un coro a nueva trova de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés. Y lo simultaneaba con el deporte; el judo, concretamente.

La música acabó pesando más…

Estuve mucho tiempo compitiendo, pero sí. Cuando dejé el tatami entré en un coro, y alguien me sugirió que probase en el Conservatorio. Me sentía mayor para eso, pero me lancé y acabé el grado en 2003 mientras trabajaba en una oficina; lo de salir a ampliar estudios era inviable. Poco a poco fui probando en pequeños recitales; aguantaba bien sobre el escenario sin flaquear ni temblar demasiado, el público disfrutaba y decidí seguir adelante. También me formé en artes escénicas con Rafa Benito, especializado en trabajar con músicos y su puesta en escena; luego, con Amparo Nogués y Enric De Bont, profundicé en el ‘clown’, me parecía importante para los espectáculos familiares.

El salto a la piscina llegó en 2007.

Sí, hace ahora quince años fundamos Mikrópera entre un grupo de compañeros del Conservatorio. Queríamos algo pequeñito, para abrir la puerta del mundo lírico al público familiar y los niños; el objetivo era mostrar la voz lírica a un público que no la frecuenta, y llegar a lugares no habituales para esta música. Lo primero que hicimos fue ‘Hansel y Gretel’, la ópera de Engelbert Humperdinck, y tuvo un eco tremendo en los centros cívicos zaragozanos. Tuvimos que doblar reparto para atender toda la demanda. Luego se frenó la cosa.

¿Y ahora?

Entre 2008 y 2020 estrenamos ocho producciones, fue entrando gente joven y saliendo otros que pasan a nuevos proyectos o cambian sus esquema vitales. En este intervalo dejé mi trabajo oficinístico, y me consagro a Mikrópera desde 2014. Me encargo de seleccionar las músicas, preparar la dramaturgia y actuar; mi pareja, que estudió dirección de cine, revisa los guiones, es muy estricto. En las historias que armamos hay un punto fabulado, y cae su moraleja, que no moralina. Nos gusta contar historias con sustancia.

¿Se considera una persona muy espiritual?

Bueno, mística terrenal -ríe- porque sí creo en las energías, nacemos con ellas, la vida las refuerza o las denuesta según las circunstancias personales, sobre todo en la infancia; pienso que estamos aquí para fluir, tratar de ser felices y hacer felices a los demás.

¿Procede recurrir a la alusión deportiva al decir que sabe cómo saltar los obstáculos?

Pues mira, sí, soy una ‘tirapalante’. Hice judo porque ver a mis hermanos en kimono significaba ponérmelo también e intentar ganarles. Cuando empecé con Mikrópera me dijeron que era una locura, pero aquí estamos. Hay muchos días duros, contingencias complejas... a veces lloras yendo a una función, pero la haces igual. Oye, esto ya me da vergüenza, pareces mi confesor.

Acaba de triunfar en Nueva York. Qué bien queda eso…

¡No había ido nunca, y me ha encantado! Fue en el Teatro Círculo del East Village, un sitio muy pequeñito, pero fabuloso.

¿Qué supone ver mundo desde otras tablas para un artista? ¿Es siempre tan glamuroso?

Una experiencia fantástica, aunque no siempre rentable en lo económico. El último montaje antes de pandemia, ‘Liribélula’, es un monodrama para público adulto que viaja ligero, porque con un técnico y yo es suficiente, y tiene versiones en varios idiomas: me defiendo en francés, inglés e italiano, y nada en alemán, ¡aunque viví dos años en Alemania! Nos llamaron de Marrakech y Líbano, pero esos viajes no prosperaron por la pandemia; sí pudimos ir a París y fue muy bien. Después llegó Portugal, Albania, un festival ‘fringe’ en Finlandia, Chequia, Italia y Nueva York: en junio vamos a Islandia. También preparamos en colectivo ‘Adragón’, versión loca de San Jorge y el dragón, ensayando por Zoom en la primavera de 2020 y luego al aire libre en verano; lo estrenamos en septiembre de ese año, hemos hecho unas cuantas funciones y queremos hacer muchas más. Ahí lo dejo.

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