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Inés Martín Rodrigo: “Una escribe porque ha leído, lee y lo seguirá haciendo”

La escritora y periodista, ganadora del premio Nadal con 'Las formas del querer', dialoga en la Fundación Caja Rural el 15 de marzo con Irene Vallejo.

Inés Martín Rodrigo ha escrito una novela de los usos amorosos y de la huella literaria.
Inés Martín Rodrigo ha escrito una novela de los usos amorosos y de la huella literaria.
Lucía Faraig.

Inés Martín Rodrigo (Madrid, 1983) es periodista y escritora. El pasado mes de enero ganaba el premio Nadal con 'las formas del querer' (Destino), novela que presenta el martes 15 en la Fundación Caja Rural en diálogo con la escritora Irene Vallejo. Ha publicado 'Azules son las horas' (2016), la compilación de entrevistas a escritoras Una habitación compartida (2020) y el cuento infantil 'Giselle (2020)', basado en el ballet del mismo nombre.

Hemos leído por algún lugar que esta novela se te había quedado por ahí rezagada, como a la espera de un repaso o una reescritura. ¿Es así realmente? 

No, no es una historia que se me quedara rezagada, pero sí estaba a la espera de ser escrita, por decirlo de algún modo. Como bien escribe Noray, la protagonista, en la novela, todo pasa siempre por algo y cuando debe suceder, y tuvo que llegar una terrible pandemia, de la que aún hoy debemos seguir hablando en un triste presente continuo, para que me atreviera a narrar todo lo que cuento en ‘Las formas del querer’. La escritura de esta novela llegó a mi vida cuando debía, ni antes, ni después. Y nunca tuve dudas.

Cuando empezó su redacción, ¿qué buscaba, hacia dónde iba?

- Empecé a escribirla hacia marzo de 2019, pero me llevó tiempo conducir la escritura hacia donde quería. Esta novela nace de una necesidad, la de contarme una historia que llevaba tiempo viviendo en mí, probablemente desde la muerte de mi madre, hace veinticinco años. Es el final de un viaje que comenzó entonces y que me ha permitido reconciliarme con ciertas partes de mi pasado que he conseguido iluminar gracias a la escritura.

Son muchos los escritores interesados por las novelas de familia. ¿Había alguna o algunas que le conmoviesen especialmente?

- Tuve muy presente 'Los Buddenbrook', de Thomas Mann, una de mis novelas de cabecera. Pero también 'Cien años de soledad', 'Mujercitas', 'La casa de los espíritus'... y tantas otras. Somos todos y cada uno de los libros que hemos leído, también cuando escribimos.

En la novela hay varias historias y varios planos. Por ejemplo, una preocupación por el contexto, el friso de la historia.

- En la novela cuento la historia de una familia, que podría ser la de cualquiera de nosotros, y su periplo a lo largo y ancho de los últimos ochenta años de la historia de nuestro país. Buscaba apresar todo ese mundo narrado tantas veces por nuestro mayores, sus vivencias, sus palabras, sus anécdotas, con la esperanza de que así no se pierda, no desaparezca. Mi mayor temor es el olvido, y la literatura sirve para eso, para hacer memoria. La materia prima clave es la imaginación, lo que sucede es que en ocasiones esa imaginación se agarra a los recuerdos, a la memoria, para jugar con ellos, en el sentido más bonito de ese verbo, jugar.

"Buscaba apresar todo ese mundo narrado tantas veces por nuestro mayores, sus vivencias, sus palabras, sus anécdotas, con la esperanza de que así no se pierda, no desaparezca. Mi mayor temor es el olvido"

La memoria es un pozo sin fondo y a veces se inventa.

La memoria es, además, una herramienta literaria bastante peculiar, porque ¿recordamos lo que realmente sucedió o lo que queremos/creemos recordar? Nada hay más arbitrario, ni fragmentario, que la memoria y, por tanto, en ese maravilloso juego (volvemos a 'jugar') de espejos entre realidad y ficción que es la literatura es un instrumento tremendamente útil, y divertido, también.

También baraja algunos secretos, cosas que se ignoran y que son importantes. ¿Es la familia un territorio de ocultaciones, de dolores, de sombras?

- No siempre, no necesariamente. A veces es todo lo contrario. A mí me sucedió mientras escribía el grueso de esta novela: en los peores días del confinamiento de 2020, esta historia fue mi refugio, mi luz, porque me permitió recordar ese lugar en el que fui feliz, mi memoria familiar, mi infancia en un pueblo de Cáceres... Pero está claro que hay silencios que dicen más que muchas narraciones. Lo que no se nombra no existe, y lo que no se recuerda termina por desparecer.

Inés Martín Rodrigo visita Zaragoza.
Inés Martín Rodrigo visita Zaragoza.
Efe.

¿En qué medida, por decirlo así, quería abordar varias historias de amor?

- Ante todo, la novela es la historia de las muchas formas del querer que existen, tantas, casi, como personajes tiene la novela, y de cómo la más difícil de todas ellas, a veces casi imposible, es la de quererse bien a uno mismo. Es eso lo que Noray trata de conseguir escribiendo la novela que se encuentra dentro de 'Las formas del querer', y sólo el lector decidirá si, al final, lo consigue o no.

‘Las formas del querer’ acaba siendo una novela dentro de otra novela.

Me parecía un acto casi de justicia que la literatura tuviera un papel relevante, protagonista, en la historia, y esa fue la mejor forma que encontré.

Ha insistido mucho en la libertad. ¿Por qué acude a ese término para explicar la pasión de Noray, no sé si la huida de Ismael?

No sé si la libertad es la clave de la historia. De hecho, Noray nunca consigue ni siquiera rozar esa ansiada libertad. Por jugar con su nombre, tan significativo, no logra alcanzar el equilibrio, aferrarse a algo o a alguien que impida que siga a la deriva. Y eso es lo único que busca. No ser libre, sino estable.

¿Diría que, de algún modo, el libro es también un manual de usos amorosos de la España desde la Guerra Civil hasta aquí?

Me gusta esa puntualización suya de los 'usos amorosos'; ojalá...

¿De qué modo ha crecido la escritora que es a partir de sus lecturas de libros redactados por mujeres y a las que ha entrevistado en ocasiones?

Es indudable que como escritora he crecido de forma significativa gracias a las muchas conversaciones que a lo largo de los últimos quince años he tenido la suerte de mantener con autores y autoras a los y a las que admiro. Pero, sin duda, lo más importante son las lecturas acumuladas, obras de hombres y mujeres. Vuelvo a insistir: uno escribe porque ha leído, lee y lo seguirá haciendo.

En su caso, ¿qué le debe la escritora a la periodista y viceversa?

Siempre he considerado que, más que pareja o matrimonio bien avenido, la literatura y el periodismo son hermanos, pues ambos proceden de la misma matriz: las palabras, tanto las escritas como las leídas. No comparten lecho, por tanto, pero sí techo, y bajo él escribo. Una circunstancia que ha sido literal, casi, en los dos últimos años, pues mi escritorio, que además no está separado de ninguna otra estancia en mi casa, fue el escenario donde nació 'Las formas del querer', pero también el lugar en el que se concibieron, durante meses, las crónicas, los reportajes, las reseñas y las entrevistas que hacía para mi periódico, ABC, ya que estaba en régimen de 'teletrabajo', como aquel que dice. Pero, pese a compartir espacio, tengo muy clara la frontera que separa a la ficción que sale de mi pura invención de la realidad que he de contar casi a diario. No son dos personas distintas las que escriben, pero sí dos autoras bien diferentes. La Inés escritora nada tiene que ver con la periodista. Aunque las personalidades de la una y de la otra contaminen los estilos, pues es inevitable que se filtren a través de las palabras. La Inés escritora puede ser pasional con sus personajes, dejarse llevar por la emoción y hurgar en su interior en busca de respuestas que seguramente no encuentre a preguntas que lleva toda la vida planteándose. La Inés periodista, en cambio, es más racional, tiene clara la distancia con el texto y sus protagonistas y es siempre fiel a los hechos. Lo bueno de la literatura es que te permite vivir en otro mundo, a veces más bonito que el que nos vemos obligados a habitar como periodistas. Y eso es terapéutico, reparador.

Ya han pasado varias semanas. Ahora, ¿cómo valora su triunfo en el Nadal? ¿Qué significa el premio?

- No me gusta la palabra triunfo, ni tampoco éxito o reconocimiento. Son términos con los que no me siento cómoda. Me hago pequeña cuando alguien los dice y los asocia conmigo. El Nadal es el premio literario más antiguo que existe en España y, también, el más bonito. Haberlo ganado es un sueño del que aún no he despertado. Lo significa todo, desde una gran oportunidad a la responsabilidad de saber que, a partir de ahora, estoy emparentada, con los más grandes escritores españoles. Sólo espero estar a la altura.

¿Se siente cómoda en esa cadena de autores que han ganado antes?

No sólo cómoda, me siento honrada de estar entre ellos. Es un lujo, un privilegio formar parte de ese palmarés.

¿Cuáles serían los dos o tres libros de su vida, las novelas que son un espejo de contemplación y de perfección?

-Esta es una pregunta imposible de responder. Sería injusto elegir un par de libros o tres. Sí puedo mencionarte a algunos de mis referentes literarios: Joan Didion, Anne Tyler, Natalia Ginzburg, Colm Tóibin, Alice Munro, Elizabeth Bishop, Virginia Woolf, Ana María Matute, Carmen Martín Gaite, Carmen Laforet, Sylvia Plath, Anne Sexton, Philip Larkin, Emily Dickinson, Rosa Chacel, Amélie Nothomb, Delphine de Vigan, Miranda July, Scott Fitzgerald, Julian Barnes... Son tantos que nunca pararía...

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