fotografía. ocio y cultura

Miguel Gracia, el fotógrafo aragonés que se atrevió con el teatro y la danza en Venezuela

Nacido en Zaragoza en 1931 y finado en Caracas en 2008, dedicó más de 40 años a documentar la escena de Latinoamérica con arte, magia y movimiento

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La belleza y la armonía de la danza, según el fotógrafo aragonés instalado en Caracas. 
Miguel Gracia.

He ido al teatro no a trabajar sino a ver lo que hacían los artistas», decía en 2008, aquejado de cáncer, el fotógrafo Miguel Gracia Estrada (Zaragoza, 1931-Caracas, 2008), al que recordaban hace poco los premios Max al publicar algunas de sus fotos. Miguel Gracia fue, ante todo, fotógrafo teatral y de ballet, y tituló la mejor de sus obras ‘El vuelo de la danza’.

Uno de sus amigos, el escritor Rubén Monasterios, con quien colaboró a menudo, lo definía como «inolvidable amigo, ese aragonés caraqueñizado, de aspecto rústico y sensibilidad exquisita; un artista a quien todos los venezolanos le debemos respeto y reconocimiento por su rol de documentador del baile artístico y el teatro dramático en nuestro país; sin su presencia, nuestra memoria cultural sería más parca». Monasterios afinaba aún más su retrato: «Las imágenes de Miguel Gracia son pura poesía del movimiento detenido en un momento crucial por la lente (…) Era el único crítico teatral que no escribe sino que toma fotos».

No se saben demasiadas cosas de este artista que recibiría en 2006 el Premio Nacional de Fotografía de Venezuela. Era hijo de Sebastián Gracia y Pilar Estrada, y vivió en su ciudad hasta los 25 años. En Zaragoza se dedicó como su familia a la joyería, pero no tardó en sentir que el país se le hacía agobiante y en 1956 se trasladó a México, donde vivió dos años. Al parecer allí empezó a interesarse por la escena y se ha escrito que conoció a Margarita Xirgu en una de sus giras con un montaje de Lorca. Se ignora por qué pero acabó trasladándose dos años después a Caracas: trabajó de joyero en sus inicios, diseñaba y fabricaba piezas, al parecer hasta el año 1964, y luego sintió la llamada de la fotografía.

De la joyería a la escena

Se hizo con dos cámaras, una Leica M4 y una Rolleiflex de 120 mm. Y con ellas inició el sordo aprendizaje de componer, disparar, encuadrar y revelar. Su amigo el escritor y periodista Edgar A. Moreno-Uribe escribió: «Le enseñaron a revelar, a moverse entre los ácidos y las luces, además de las cubetas del indispensable laboratorio, para hacer posibles unas imágenes testimoniales que pasaron a la fundamental cronología de las artes criollas. Nadie le enseñó a tomar fotos, tampoco nadie le dijo como tomarlas mejor. Asegura que tuvo pocos errores, porque sus trabajos iniciales en teatro y danza sirven». Dos años después, su amigo Jesús Matamoros (artista español y gerente de Tipografía Vargas) le pidió a él y a otro compañero, el escritor zaragozano Pascual Estrada Aznar, que hiciesen la crítica teatral en la revista ‘Kena’. Él no se atrevió pero sí tomó su primera foto en la pieza ‘El conserje’ de Harold Pinter.

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Plasticidad, simetría, contraste y belleza. El arte del aragonés en Venezuela.
Miguel Gracia.

Solía decir: «Soy fotógrafo por culpa del teatro». Y ahí empezó una carrera tan fértil como apasionada.

Poco a poco se convirtió en el fotógrafo de referencia de las artes escénicas cuyas cifras provocan auténtico asombro: trabajó desde 1966 hasta el año 2007 y asistió cámara en mano a casi 4.000 espectáculos. Al principio eran solo de teatro, pero desde 1969 también se sintió atraído por la danza. Acudimos a la contundencia de las cifras de nuevo: registró 2.840 piezas teatrales (según su propia confesión) y 1.063 de danza, disciplina a la que dedicaría muchas fotos: debutó con una función de ‘Las sílfides’ del Ballet Clásico Venezolano. Estuvo atento a todas las figuras del país, y captó las visitas de los grandes ballets, actores o compañías como Lindsay Kemp, Peter Brook, Norma Aleandro, el propio Ballet Clásico Nina Novak, cuya coreógrafa Alice Dotta dijo: «¡Es tan difícil tomar buenas fotografías y que capten el momento y que puedan transmitir lo que quiere decir el coreógrafo! Pero eso lo logró Miguel». Antes del elogiado ‘El vuelo de la danza’ (1995), su obra maestra, publicó ‘Imágenes de la danza. Fotografías de Miguel Gracia’ (1987).

La luz y la riqueza del archivo

En 1971, se casaría con Pilar Blanco del Arco, con la que tuvo dos hijos: Miguel y Javier. Colaboró con muchas compañías, viajó al extranjero y en 1977 fue contratado por el Consejo Nacional de la Cultura.

El fotógrafo solía decir: «Aquí no se le da mucha importancia, pero para mí la iluminación es un arte». Él realizó sus mejores fotos potenciando la luz, el contraste, el gesto y el movimiento. El historiador y crítico musical Leopoldo Azparren dijo: «Miguel Gracia hizo su trabajo compenetrado con los teatristas, vivió y viajó con ellos. Para nadie fue un extraño sino un compañero comprometido con los azares, triunfos y frustraciones de todos».

Retrato de Miguel Gracia en sus últimos meses. Murió el último día de 2008.
Retrato de Miguel Gracia en sus últimos meses. Murió el último día de 2008.
Archivo Blog M. G.

Su legado es muy completo; tiene muchos apartados: un archivo teatral impresionante, desde 1967 a 2007, que incluye 84 grupos y 92 festivales nacionales e internacionales como se ve en ‘El teatro venezolano visto por Miguel Gracia’; un archivo de danza, desde 1970 a 2007; un archivo de creadores, personajes, pintores, escritores y bailarines, y por último un archivo de varios asuntos, donde hay de todo. Ha sido objeto de exposiciones importantes. Poco se sabe de sus vínculos con Aragón, pero tanto él como su esposa y algunos amigos decían que se sentía «aragonés por los cuatro costados».

«Las imágenes de Miguel Gracia son pura poesía del movimiento detenido en un momento crucial por la lente (…) Era el único crítico teatral que no escribe sino que toma fotos».
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