Literatura. ocio y cultura

Ana Alcolea: «Si estamos hechos de agua, también somos pura imaginación»

La escritora presenta hoy en el Paraninfo ‘Las chicas de la 305’ (Anaya), una novela coral que sucede en la Universidad Laboral de Zaragoza en 1968

ANA ALCOLEA ( ESCRITORA ) / 21/02/2022 / FOTO : OLIVER DUCH[[[FOTOGRAFOS]]]
Ana Alcolea, fotografiada ayer, en el entorno de Santa Engracia.
Oliver Duch.

«Estudié en la Universidad Laboral, de 1976 a 1980 que llevaba fama de tener mucho nivel. Yo era hija única y tenía todos los miedos del mundo. Solicité una beca al Montepío y no me la dieron; sí me la concedió la CAI y se me abrió todo un mundo. Hubo un momento, tras publicar ‘El brindis de Margarita’ (2020), que pensé en contar aquella experiencia», dice Ana Alcolea, que presenta este martes, 22 de febrero, a las su nueva novela, ‘Las chicas de las 305’ (Anaya) en el Paraninfo, en compañía de José Luis Melero y Yolanda Polo. Y el miércoles, en la Biblioteca Ramón J. Sender, en compañía de Mariano de Meer. Alcolea es Premio de las Letras Aragonesas y Premio Cervantes Chico.

¿Por qué ha llevado su novela a 1968?

Lo tuve claro desde el principio. Entonces tenía seis años y fue un año clave para mí: el año de la muerte de Robert Kennedy, que para nosotros era como de la familia. Tuvimos televisión desde muy pronto y lo veíamos a menudo. Era guapísimo. Mi madre me dijo, con lágrimas en los ojos, que acababa de ser asesinado, y yo también lloré. Ese año mataron también a Luther King, se produjo la guerra de Vietnam y el mayo del 68. Fue el año que en Massiel ganó el Festival de Eurovisión a Cliff Richard por un solo voto...

¡Cómo era aquella España!

Era una España diferente, aun marcada por el peso del franquismo. En algunas casas se pensaba que Franco era inmortal, que no iba a morirse nunca.

Impresiona también la presencia de la religión: se rezaba el rosario y el ‘ángelus’, las madres le pedían a sus hijas que lo hicieran si estaban fuera de casa…

Sí. O como sucede con uno de los personajes, le daban agua bendita, que le traería buena suerte y la protegería. Estudié con las monjas y había una cosa horrible: el miedo al infierno que te imponían. Tenías muchas pesadillas. Luego pasé el colegio del Buen Pastor, y allí tuve de profesor al poeta y matemático Emilio Pedro Gómez y a José Antonio Labordeta de director. Fue una experiencia increíble, liberal por decirlo así, que tuvo su continuidad en la Universidad Laboral, que era solo femenina.

"Era una España diferente, aun marcada por el peso del franquismo. En algunas casas se pensaba que Franco era inmortal, que no iba a morirse nunca"

¿Qué sucedía?

Imagínese. Yo tenía catorce años y allí había manifestaciones, protestas, hicimos una huelga. Con catorce años tenías que votar. Era un clima de aprendizaje, de agitación, de continuos ‘incendios’. La vida se aceleraba. 

Por eso llama atención que lleve su novela al 68.

Lo tuve siempre claro. También era un despertar de España y del mundo. Viví una situación de mucha complicidad y cariño. Yo era mediopensionista. Las internas, durante la comida y el descanso del recreo, nos invitaban a sus habitaciones. Lo pasábamos muy bien.

¿Qué hacían?

Todo era importante. Las tutoras especialmente, y una de ellas es clave, te ayudaban muchos y te proponían clases de guitarra, lecturas, teatro. En esta novela se narra la historia de una de ellas y la de seis chicas que van a representar ‘La tempestad’ de Shakespeare. E introduzco un matiz que siempre aparece en mis libros: el teatro dentro del teatro, a la manera del barroco, la fusión de realidad e imaginación. A mí me pasaron cosas muy bonitas…

ANA ALCOLEA ( ESCRITORA ) / 21/02/2022 / FOTO : OLIVER DUCH[[[FOTOGRAFOS]]]
Ana Alcolea recuerda con cariño sus cuatro cursos en la Universidad Laboral de Zaragoza.
Oliver Duch.

¿Por ejemplo?

El nivel académico era elevado. De veras. En cuatro años solo puede sacar dos sobresalientes. Sin embargo, era una catástrofe en Educación Física. Una vez me pidieron que corriera una prueba de 1.500 y otra de 50 metros, y no podía:me ahogaba. Había una compañera, una campeona de cross, que se apiadó de mí, María José Romeo. Mientras ella entrenaba, me controlaba y me enseñaba a correr. Ella hacía treinta vueltas y yo tres. Pude hacer los 1.500, e incluso entré de reserva en el equipo de atletismo en el Campeonato del Rector, que era algo muy prestigioso. No llegué a correr, claro, pero si me habían seleccionado, se entiende que en algo había mejorado.

¿Quiso hacer una novela coral con 'Las chicas de la 305?'

Sí. No es una novela con una trama, sino que hay una evolución de los personajes, que proceden de distintos lugares de España (Galicia, Santoña, Badalona, el Pirineo, etc.), un aprendizaje, una auténtica aventura allí, y hay ese juego entre realidad y ficción con homenaje a Shakespeare incluido. Sé que hay personas que no tienen tan buen recuerdo como yo, pero para mí fue como una liberación y una forma de superar muchas inseguridades. 

Es muy importante Zaragoza.

Sin duda. Aunque la Laboral estaba fuera, las internas venían mucho a la ciudad. Y aquí aparecen muchas cosas: los paseos hacia el Pilar, los comercios y boleras del Tubo, el Sepu, aquellas escaleras mecánicas que tantos nos encantaban. Aquellas niñas aquí se sentían libres; era también la época en que los soldados americanos salían a pasear y alimentaban la fantasías del amor...

"Y aquí aparecen muchas cosas: los paseos hacia el Pilar, los comercios y boleras del Tubo, el Sepu, aquellas escaleras mecánicas que tantos nos encantaban. Aquellas niñas aquí se sentían libres"

¿Nació allí la escritora?

Nunca me imaginé que iba a ser escritora. Hice mis primeros pinitos y conté con profesores que me abrieron el camino. Y ahora, mirando hacia atrás, me doy cuenta de algo había. Hoy viene desde Valencia mi profesora Carmen Alcalde, a la que le debo muchísimo.

Mañana miércoles presenta en Huesca, ‘La noche de la luna roja’ (Edebé), en la Biblioteca Ramón José Sender, con el escritor Mariano de Meer.

Es muy diferente, una historia con muchas cosas que me interesan: el mundo familiar, los egipcios, la ópera y algunos personajes que amo como Oscar Wilde. Y, por supuesto, el mundo de la brujería, donde nada es como aparenta.

Si ‘Las chicas de la 305’ es una novela realista, esta no…

Desde luego. Si somos un 70 % de agua, creo que también somos fantasía y sueño, de pura imaginación. Aquí, entre otras cosas, lo que hago es desarrollar una historia vinculada a las abuelas, en concreto a una abuela que puede ser bondadosa y a la vez perversa, como una bruja. Ella y la momia, otro personaje decisivo, tienen la facultad de ser malas y evidenciarlo sin complejos. Le digo una cosa: las dos novelas, tan distintas en efecto, están escritas una tras otra en Noruega, durante la pandemia. 'La noche de la luna roja' lleva unos dibujos preciosos del zaragozano David Guirao, con quien trabajo muy a gusto.

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