Por
  • Francisco Javier Aguirre

La Orquesta Sinfónica del Teatro Mariinsky: melodía y armonía

La Orquesta Sinfónica del Teatro Mariinsky interpretó obras de Wagner, Brahms, Debussy y Ravel.
La Orquesta Sinfónica del Teatro Mariinsky interpretó obras de Wagner, Brahms, Debussy y Ravel.
Valentin Baranovsky

Las manos vibrátiles de Valery Gergiev revolotearon sobre la Orquesta Sinfónica del Teatro Mariinsky al inicio del Preludio de ‘Parsifal’, de Wagner, con el que comenzó su actuación el jueves, día 3. Minuciosa elaboración de la temática que desarrollará la ópera, resaltando la magnificencia orquestal del genio alemán.

El reclamo de la trompa que inicia el ‘Concierto para piano, nº 2, en si bemol Mayor, Op. 83’, de Brahms, fue nítido y convincente, provocando al piano de Nelson Goerner, que respondió con arpegios y escalas bien moduladas antes de que la orquesta comenzara a deshilvanar los tejidos armónicos siempre densos del hamburgués.

orquesta sinfónica del teatro mariinsky *****
Piano:Nelson Goerner.
Director:Valery Gergiev.
Programa: Obras de Wagner, Brahms, Debussy y Ravel.

El 'Allegro non troppo' exigió grandes prestaciones, tanto al teclado como a la orquesta, para alcanzar el paroxismo que caracteriza a este tiempo. Tras un 'Allegro appasionato' muy idiomático en el piano, con el ánimo aplacado por una cuerda bien controlada en su discurso melódico, llegó el sosegado 'Andante, cantabile' en el teclado y cadencioso por parte del bloque orquestal que Gergiev diseñó con un espíritu equilibrado. A destacar el delicioso fraseo del violonchelo principal en diálogo con el piano y el acompañamiento de la cuerda. El distendido 'Allegro grazioso' final contrastó con la gravedad de los movimientos anteriores, ejecutando el piano un punteo bien marcado en la zona alta del teclado.

Tras el tramo alemán de la primera parte, llegó el francés en la segunda. Primero ‘La mer’, de Debussy, con sus tres episodios armoniosamente impresionistas que Gergiev y sus músicos hicieron deslizar con fluidez descriptiva y las oscilaciones melódicas de la partitura. La pareja de arpas puso el timbre atmosférico que singulariza a la pieza.

El prodigioso bucle melódico que plantea el conocido ‘Bolero’, de Ravel, puso fin a la extraordinaria actuación de los músicos rusos. No hubo propinas.

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