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En recuerdo de José Valenzuela La Rosa

Semblanza de un intelectual, jurista y escritor que dirigió HERALDO y se implicó en la modernización de Zaragoza y Aragón

La redación de HERALDO entre en la primera década del siglo XX.
La redación de HERALDO entre en la primera década del siglo XX. Valenzuela La Rosa es el del centro que está leyendo.
Archivo Heraldo.

José Valenzuela La Rosa ingresó en el Colegio de Abogados de Zaragoza en 1901 y llegó a ser el secretario de su Junta de Gobierno entre 1919 y 1924. Se había formado en Madrid, en el despacho de Gerardo Doval, aquel gran letrado coleccionista de doctorados, pues lo era nada menos que en Derecho, Filosofía y Letras, Medicina y Teología. Valenzuela tampoco le iba a la zaga y había estudiado Derecho, Letras y también Artes Aplicadas en la Escuela de Artes y Oficios de Zaragoza. La abogacía de la capital de Aragón a comienzos del siglo XX estaba en manos de unos pocos: Gil Gil y Gil (el sobrino de Gil Berges y futuro rector), Pascual Comín, Marceliano Isábal, José Gascón y Marín (que sería ministro entre febrero y abril de 1931), Felipe Guillén, García-Belenguer, Camón, Monterde…

Pero unos jóvenes ambiciosos venían abriéndose camino: Manuel Pinillos (el padre del poeta homónimo), Gumersindo Claramunt, Maynar Barnolas… y el propio Valenzuela. Cuando el conde de Guadalhorce, ministro de Fomento por entonces, creó las Confederaciones Hidrográficas, comenzando por la del Ebro, contó con la colaboración indispensable de tres aragoneses: los ingenieros Antonio Lasierra Purroy (que dirigiría el Canal Imperial de Aragón) y Manuel Lorenzo Pardo (que, aunque nacido en Madrid, fue hijo adoptivo de Zaragoza y dirigió la Confederación Hidrográfica del Ebro), y nuestro Valenzuela La Rosa, que se encargó de levantar todo el andamiaje jurídico para que el proyecto prosperara y se abriera camino.

Con el tiempo, Valenzuela defendería en los tribunales al propio Lorenzo Pardo (consiguiendo la revocación de su procesamiento) y al mismísimo Juan Moneva y Puyol, cuando éste fue llevado ante un Consejo de Guerra por supuestas injurias el Jefe del Estado, a la sazón Niceto Alcalá-Zamora, logrando también la absolución del polémico catedrático de Cánones. Fue también desde 1916 secretario general de la Cámara de Comercio, a la que sirvió durante más de 40 años con presidentes como Basilio Paraíso o Mariano Baselga, y uno de los impulsores de la Feria de Muestras, cuyos reglamentos redactó.

Pero Valenzuela fue mucho más que un jurista. Fue uno de los más importantes periodistas de la ciudad que se recuerdan, heredero de esos grandes periodistas aragoneses de una generación anterior como Mariano de Cavia, Luis Royo Villanova (redactor jefe de ‘Blanco y Negro’), Leopoldo Romeo (director de ‘La Correspondencia de España’) o Eusebio Blasco (que llegó a ser redactor de ‘Le Figaro’), y dirigió HERALDO entre 1906 y 1915, formando parte de la organización del Centenario de los Sitios e impulsando la celebración de la Exposición Hispano Francesa de 1908. Escribió mucho y bien en el periódico (hizo célebres los seudónimos de ‘Riverita’ y ‘Capitán Araña’) y cuando dejó de ser director continuó siendo un hombre muy influyente en la casa, aportando iniciativas y criterio, y colaborando en él habitualmente (lo que, como conocen los ‘heraldólogos’ sobradamente, ha sido y es moneda de curso legal en este periódico para provecho de su memoria histórica).

Lo más hermoso que hizo Valenzuela (por sugerencia de Ignacio Zuloaga) fue escribir una humilde cartilla glosando la figura de Goya para que aprendieran a leer con ella los niños de Fuendetodos
Retrato de madurez de José Valenzuela La Rosa.
Retrato de madurez de José Valenzuela La Rosa.
Archivo José Luis Melero.

La ciudad de Zaragoza fue una de sus grandes pasiones y a ella, hace ahora exactamente cien años, le dedicó uno de sus libros más hermosos, ‘El embellecimiento de Zaragoza’, con maravillosos dibujos del pintor riojano Ángel Díaz Domínguez, el autor de las pinturas que decoran la Sala de Columnas del edificio central de Caja Rural de Aragón, antes sede del Casino Mercantil, en pleno Coso zaragozano. Valenzuela fue escritor de prosa limpia y elegante, de gran cultura, y publicó otros muchos libros, entre los que querría destacar su ‘Colección de voces de uso en Aragón’, que firmó con Luis V. López Puyoles y que obtuvo una mención honorífica en los Juegos Florales de Zaragoza de 1901, su edición de ‘Los Sitios de Zaragoza. Diario de Casamayor’ que vio la luz en 1908, y su novela ‘La heroína’, publicada por ‘La Novela de Viaje Aragonesa’ en 1925, con ilustraciones de Martín Durbán. Publicó también dos de sus intervenciones en el Ateneo: un estudio sobre la prensa zaragozana desde sus orígenes hasta 1908, y un homenaje a Alberto Casañal en su sesión necrológica celebrada en febrero de 1943.

Ingresó en la Real Academia de San Luis en 1934 (su discurso de ingreso versó sobre ‘Los tiempos de Bayeu’) y fue su Director-Presidente entre 1949 y 1957; y fue socio fundador y primer presidente de ‘La Cadiera’, donde también publicó algunos trabajos importantes entre los que destaca uno sobre ‘Los retratos femeninos que pintó Goya’. Pero, con todo, lo más hermoso que hizo Valenzuela (por sugerencia de Ignacio Zuloaga) fue escribir una humilde cartilla glosando la figura de Goya para que aprendieran a leer con ella los niños de Fuendetodos.

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